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Expresiones

Alfredo López Austin, mitos y realidades

El Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 considera que “estamos abriendo las puertas al oscurantismo y al fanatismo”

Virginia Bautista | 16-01-2021
Foto: Daniel Betanzos

CIUDAD DE MÉXICO.

“La diferencia abismal entre la riqueza y la pobreza” es lo que más le duele de México al historiador y antropólogo Alfredo López Austin (1936), uno de los más connotados estudiosos del mundo precolombino y experto en cosmovisión mesoamericana y en los pueblos indígenas del país.

El recién galardonado con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2020, en la categoría de Ciencias Sociales y Filosofía, máximo galardón que entrega el gobierno mexicano en el ámbito cultural, comenta en entrevista con Excélsior que su mayor temor en la sociedad es cómo la mercadotecnia incide en nuestra forma de pensar.

Se pierden la racionalidad, el discernimiento, la crítica, la distinción de los grises, en aras del blanco y negro, de la aceptación o el rechazo incondicionales. Estamos abriendo las puertas al oscurantismo y al fanatismo. Es una época crítica en la que el hombre está obligado a
reaccionar racionalmente ante una realidad difícil”, explica.

En la antesala de sus 85 años, que cumple el 12 de marzo, el investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM reflexiona sobre su mayor contribución a las ciencias sociales.

Creo que, con muchos otros colegas historiadores y antropólogos, he contribuido a la explicación de la construcción del pensamiento humano, de cómo se vincula la experiencia social cotidiana con la construcción colectiva de las concepciones abstractas, y cómo éstas revierten en la percepción y acción en la vida cotidiana”, afirma.

El doctor en Historia por la UNAM, nacido en Ciudad Juárez (Chihuahua), detalla por qué escogió la cosmovisión indígena como su tópico principal. “Desde muy temprana edad me sentí atraído por el estudio tanto del mundo indígena como de las religiones politeístas. Ya adulto, pude conjugar los dos temas no sólo como afición, sino profesionalmente. El estudio de la religión me condujo a plantear que ésta queda englobada en un gran sistema de pensamiento, que es la cosmovisión”.

Sobre cuál es el mito mesoamericano que más le gusta, el autor de La constitución real de México-Tenochtitlan (1961) y Juego de tiempos (2018) aclara que “no es un mito en particular, sino una multitud de mitos que dan cuenta, cada uno a su manera y con sus propias aventuras, del hecho de que veamos en la cara de la Luna llena la imagen de un conejo.

En Mesoamérica existen muy antiguos vestigios entre los mayas del Clásico (300-900 de nuestra era) de la
vinculación de la Luna y el personaje conejo. Desde aquellos tiempos se siguen produciendo mitos sobre este tema, hasta nuestros días”, indica.

 

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VARIAS ALMAS

Unas de las investigaciones más conocidas de Alfredo López Austin son las de la antigua concepción del cuerpo humano y de las distintas almas que lo componen; al respecto, el catedrático detalla que “las creencias van variando con el tiempo, pero en el pensamiento indígena de nuestros días se mantiene al menos la concepción de que el cuerpo humano tiene como componentes varias almas, que éstas tienen funciones diferentes tanto en la mente como en la fisiología, y que en el momento de la muerte cada una de ellas tiene su propio destino”.

Quien también estudió Derecho en la Universidad de Nuevo León y en la UNAM dice que esta carrera no retroalimentó su vocación de historiador porque no ejerció simultáneamente las dos profesiones.

En octubre de 1963 dejé el Derecho para trabajar como historiador. La formación jurídica me auxilió en el estudio de la historia, porque todo sistema de pensamiento facilita el aprendizaje de otro. En mi caso, la teoría del derecho y del Estado pudo ser una buena introducción a la teoría de la historia”, considera.

A seis décadas de haber publicado su primer libro, López Austin admite que hay varios temas que lo siguen intrigando. “Investigo mitos indígenas, tanto antiguos como actuales. Me llama mucho la atención la iconografía antigua. Me intriga la articulación del trabajo en la antigüedad con la moral y la ética que la sustentaba”.

El autor de Los mitos del tlacuache concluye que esto le sirve para escribir artículos tanto de corte académico como de difusión. “Creo que todavía estoy en deuda con mi labor de difusión”.

 

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