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¿Quién fue Miguel Ángel de Quevedo? mejoró el aire que respiras...

Para ponerte en contexto: en 1900 urdió un plan de reforestación, y para la década siguiente, hablando en términos numéricos, Miguel Ángel de Quevedo había aumentado los parques en la Ciudad de México de dos, a ¡treinta y cuatro! 

Pedro Díaz G. | 31-08-2022
Ilustración de Excélsior, Miguel Ángel de Quevedo
Sus maestros entremezclaron sus enseñanzas con viajes al campo. Las frecuentes excursiones de Quevedo a los Pirineos le inspiraron un cariño hacia los bosques y hacia las montañas.

“Comprendí que la protección forestal era indispensable para mantener el caudal de las aguas por aprovechar, a fin de surtir energía hidroeléctrica a la Ciudad de México e industrias de sus contornos que consumían gran cantidad de leña en sus calderas”.
Miguel Ángel de Quevedo, ingeniero e investigador

 

¿Quién fue Miguel Ángel de Quevedo?

Miguel Ángel José Ignacio de Quevedo Zubieta hizo grandes aportaciones al sector forestal de México, tales como la fundación de los viveros de Coyoacán y la primera Ley Forestal. A Miguel Ángel de Quevedo, se le conoce en el ámbito forestal como “El Apóstol del Árbol”.

Ingeniero, reconocido en México por su labor a favor de la protección de los bosques. Activista y Defensor del medio ambiente, murió en su casa de Coyoacán, muy cercana a Los Viveros, acaso en más venerado de sus proyectos.

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 27 de septiembre de 1872. Sus padres fueron José Valente García de Quevedo Portillo y María de los Ángeles Zubieta y Maldonado. 

Como otros niños de clase alta, gozó de privilegios, incluyendo una educación clásica en las mejores escuelas de Guadalajara. DE mente despierta, Miguel comenzó su educación universitaria en el seminario de Guadalajara en los primeros años de su infancia. Su inteligencia, junto con la riqueza de su familia, parecía asegurarle un futuro tranquilo.

 

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Sin embargo, a los 10 años quedó huérfano de padre y madre, así que creció protegido por su tío, un canónigo que residía en Bayonne, Francia, al suroeste, muy cerca del mar Cantábrico y de los Pirineos

Durante su estancia en Francia e inmerso en un ambiente eclesiástico, se matriculó en colegios cercanos a las montañas y con maestros que combinaban la academia, con la experiencia del trabajo en el campo. 

Posteriormente ingresó a la Universidad de Burdeos, donde recibió el grado de bachiller en Ciencias, en 1883.

Su tío religioso hizo todo lo posible para convencerlo de que estudiase medicina, pero a Miguel Ángel de Quevedo no le llamaba la atención. Su futura carrera fue el producto tanto de la suerte como de su decisión. Fue conformada no sólo por la educación que recibió en Francia, sino por el paisaje de Francia en sí mismo, ya que los años que  permaneció ahí fueron claves para la conformación de sus actitudes hacia la naturaleza y la conservación.

Del Colegio de San Luis, en Bayonne, se cambió al Colegio de Resorre.

Sus maestros entremezclaron sus enseñanzas con viajes al campo. Las frecuentes excursiones de Quevedo a los Pirineos le inspiraron un cariño hacia los bosques y hacia las montañas.

 

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Después de Resorre, Quevedo fue a la Universidad de Burdeos, donde recibió el grado de bachiller en ciencias en 1883. Con su título y una recomendación de Gaston Planté, un miembro de la Academia de Ciencias de Francia, marchó a París para proseguir su educación.

Planté, cuya abuela era mexicana, se interesaba especialmente en estudiantes latinoamericanos prometedores que estaban recibiendo su educación en Francia. Quevedo le había comunicado su interés por estudiar ingeniería, pero poco después de llegar a París se vio absorto en el debate que rodeaba al tratado de Camille Flamarion, titulado Pluralidad de los mundos habitados y rápidamente se inscribió en el Instituto de Astronomía y Meteorología de Flamarion, una decisión que enfureció a Planté. Planté acusó a su pupilo de tener una atracción atávica hacia la astronomía, compartiendo la fascinación de los aztecas por las estrellas, y de abandonar los intereses de su país, que necesitaba ingenieros y no astrónomos.

Planté pudo persuadirlo de estudiar ingeniería en la Escuela Politécnica. Y lo logró.

Ahí, Quevedo aprendió de la importancia de la conservación de los bosques. En un curso de agricultura hidráulica, el profesor Alfredo Durand-Claye advirtió a sus estudiantes que un ingeniero hidráulico que no tuviera conocimientos forestales era "deficiente, un zopenco que hará graves errores."

En charlas privadas con Quevedo, Durand-Claye insistía que un conocimiento de silvicultura era más necesario aún en México que en otras naciones, ya que México era un país montañoso que sufría de lluvias torrenciales y prolongadas sequías. El consejo de Durand-Claye se convirtió en una parte integral del pensamiento de Quevedo.

Quevedo también apreciaba las enseñanzas del prominente ingeniero francés Paul Laroche, quien daba un curso de obras marítimas. 

 

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Le marcó sobre la importancia de los puertos modernos para el desarrollo de México. Llevó a Quevedo a un recorrido por varios puertos franceses y lo instó a visitar otros por su cuenta. Una de las obras marítimas que más impresionó a Quevedo fueron las dunas, arboladas artificialmente, que los franceses habían creado en el litoral como una protección de las tormentas invernales.

Después de recibir su diploma como ingeniero civil (con especialización en ingeniería hidráulica) en 1887, Quevedo volvió a México ansioso de aplicar lo que había aprendido. A causa de los obstáculos elementales que enfrentó desarrollando varios proyectos de ingeniería, Quevedo recordaba constantemente el consejo de Durand-Claye sobre la necesidad de protección forestal en México.

Decidido a incursionar en este sector, fue primeramente, supervisor de las obras de drenaje, el proyecto de desagüe en el Valle de México. Proyecto grande y exitoso que resultó en la construcción del Gran Canal y de un gran túnel en el extremo noreste del valle, que sacaría miles de metros cúbicos de los lagos que rodeaban a la Ciudad de México.

En 1901 fue de Miguel Ángel de Quevedo la idea y gestionó la creación de parques en la Ciudad de México. 

 

 

Y es que en 1900, los parques y jardines comprendían menos del 2% de la superficie urbana abierta de la Ciudad de México.

Tras el programa de parques impulsado por Quevedo, la relación había aumentado hasta 16% al comienzo de la década siguiente. Hablando en términos numéricos, Quevedo había aumentado el número de parques en la Ciudad de México de dos a treinta y cuatro. 

Miguel Ángel de Quevedo fue el primero en proponer un proyecto de conservación hidrológica forestal de las cuencas nacionales para un desarrollo agrícola, industrial y biológico duradero. 

Sus iniciativas en materia primero durante el porfiriato y posteriormente durante los gobiernos postrevolucionarios, fueron las únicas que planteaban el problema de la conservación de los recursos naturales en los distintos niveles de la administración pública, materializándose, gracias a la creación hidrológica forestal de casi el 33% del territorio nacional.

 

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Las rupturas y continuidades en las leyes y políticas sobre la gestión de recursos naturales y su conservación no serían posibles explicarlas sin la trayectoria de Miguel Ángel de Quevedo: representa la continuidad y el cambio en la materia; la bisagra que unifica la perspectiva conservacionista y el desarrollo nacional.

Otro gran acontecimiento que podemos destacar es debido a que Quevedo aportó su nombre y algo de sus energías a los esfuerzos para salvar a las aves, pero su principal preocupación era la conservación de los bosques. En 1922 creó la Sociedad Forestal Mexicana, que era la reencarnación de la Junta Central de Bosques. 
Un año más tarde, la sociedad publicó el primer número de México Forestal, 

Miguel Ángel de Quevedo, falleció el 15 de julio de 1946, a los 84 años.


Ingeniero, reconocido en México por su labor a favor de la protección de los bosques, se ganó el título de “El apóstol del árbol”. Activista y Defensor del medio ambiente, murió en su casa de Coyoacán, muy cercana a Los Viveros, acaso en más venerado de sus proyectos. 

Miguel Ángel José Ignacio de Quevedo Zubieta. Promovió la creación de viveros para la reforestación de la ciudad y sus alrededores, inclusive donó parte de su rancho “Panzacola”. Fue declarado Parque Nacional por el Presidente Lázaro Cárdenas en 1938. Hoy en día se conoce como los “Viveros de Coyoacán”. Ahí está el “arboretum” o colección de sus árboles favoritos: liquidámbar, fresno, ahuehuete, cedro blanco, olmo chino, almez, varias especies de pinos y algunos eucaliptos.

Dos estaciones de Metro en la ciudad de México, le hacen honor: Miguel Ángel de Quevedo, y Viveros. Una avenida llena de árboles cruza Coyoacán, eternamente verde.

Dos parques había en la Ciudad de México a principios del Sigo XX. ¿Cuantos logra recordar tu memoria, cuántos alcanza tu vista? 

Hoy, cada fin de semana dirijo mis pasos hacia mi parque favorito. El que me vio crecer. 

Gracias, Miguel Ángel de Quevedo. La vida no sería la misma sin tu legado. 

 

 

 

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