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¿Quién fue La Corregidora, María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón de Domínguez?

La Corregidora fue una mujer de carácter fuerte y de convicciones firmes, sufrió ataques por sus ideales, por ser bella, mujer y rebelde.

Pedro Díaz G. | 17-08-2022

“[…] su adhesión a la gran causa de la libertad no fue hija de un instante de alucinación o de un rapto de entusiasmo, sino producto de la concienzuda convicción que en la justicia de sus opiniones políticas encontraba y del legítimo deseo de libertad que germinaba en su alma. Este bello sueño había halagado desde mucho tiempo antes de la proclamación de la Independencia su ardiente fantasía”

Laureana Wrightt, de Keinhans

Escritora mexicana precursora del feminismo en Mujeres Notables de México

 

 

En nombre de La Corregidora no sólo existe una calle en el Centro de la ciudad de México, y lo que es más: una de las más importantes. Es, también, el majestuoso estadio de futbol en Querétaro. En su nombre, se han acuñado monedas y se han tejido infinidad de historias. 

Las merece doña Josefa Ortiz de Domínguez. Pero...

¿Quién fue la Corregidora y qué hizo?

Josefa Ortiz destacó en la lucha por la Independencia de la entonces llamada Nueva España, al ser partícipe de la conspiración de Querétaro, descubierta en agosto de 1810.

¿Qué hizo tan importante a la Corregidora de Querétaro?

La Corregidora de Querétaro fue una pieza clave para el inicio de la lucha de independencia al participar activamente en la conspiración de Querétaro, que era un movimiento clandestino con el que comenzó la lucha armada por la independencia de la corona española.

¿Qué pasó en la Casa de la Corregidora?

En 1808, el recinto fue ocupado por el corregidor Miguel Domínguez y su esposa, Josefa Ortiz, heroína del movimiento de Independencia. Fue en esa casa donde inició oficialmente la acción insurgente.

¿Qué hacía un(a) corregidor(a) de la Nueva España?

Las principales funciones de los corregidores tenían que ver con que se acataran las disposiciones de reyes y virreyes, dar seguimiento a las obras públicas y eclesiásticas, vigilar la seguridad, administrar justicia y regular el comercio, entre otras.

 

 

Una vez resumido lo toral, comencemos. 

María Josefa Crescencia Ortiz Téllez-Girón Domínguez, nació el 8 de septiembre de 1768, en la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, Michoacán.

Tras la muerte de su madre, su tía María, quien residía en la Ciudad de México, se hizo cargo de ella y la inscribió en el Colegio de San Ignacio de Loyola, llamado “Las Vizcaínas”, dirigido a hijas de familias provenientes de Vizcaya, esa provincia española: niñas huérfanas y mujeres viudas; abierto en 1752 por la Compañía de María, de orientación jesuita, proporcionaba una educación en cierta forma laica con los aires ilustrados que prevalecían en la Nueva España.

Ahí conoció a Miguel Domínguez, uno de los benefactores del Patronato, padre de dos hijas con una esposa muy enferma. Ante la inteligencia de Josefa, el prestigioso abogado la tomó como protegida a los 17 años, y mantuvieron una relación muy cercana.

Sí, muy cercana. Al quedar embarazada, Josefa tuvo que abandonar el colegio. Miguel la buscó al quedar viudo y vivieron juntos, para contraer matrimonio en secreto en 1791. En total criaron catorce hijos. En 1802, Miguel Domínguez fue nombrado corregidor de Querétaro y la familia se trasladó a esa ciudad.

¿De dónde surgió el humanismo en Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora?

Huérfana desde pequeña y criada por su tía, conoció de cerca la discriminación y el racismo.

Josefa Ortiz se identificaba con los planteamientos de su clase con respecto a los españoles peninsulares, como también conocía y trataba un tema recurrentemente con aquellos de los criollos y mestizos que le rodeaban.

El Corregidor y Josefa fueron muy respetados tanto por la buena administración de él, como por las obras de caridad y asistencia de ella, que, inspiradas por su educación ignaciana, ejercía en la sociedad beneficiando sin distingo a pobres, a enfermos e incluso a reclusas en la cárcel.

El contacto con la insurgencia 

Atendía las tertulias y reuniones de alcurnia propias de su cargo, por lo que se fue relacionando con personas de ideas insurgentes, en su mayoría estudiosos que habían adoptado la ideología de los movimientos europeos, en especial de los teóricos de la revolución francesa, quienes enarbolaban los valores de libertad, igualdad, fraternidad y derechos del hombre.

Corazón ardiente y sólidos principios, la fórmula se hizo perfecta: en aquellos ideales Josefa encontró eco y refuerzo a sus propias inquietudes.

Fue así como abrazó un movimiento donde veían la oportunidad de librarse del yugo español, y establecer la justicia y la igualdad.

Su compromiso fue firme, y por ello realizó en su propia casa las llamadas tertulias literarias, pero éstas eran pantalla de las conspiraciones de las que participaban Miguel Hidalgo y Costilla, cura de Dolores, Ignacio Allende y Juan Aldama, entre otros, quienes pensaban aprovechar la invasión francesa a España para plantear una independencia.

El levantamiento, apresurado 

El 13 de septiembre de 1810 la conspiración fue traicionada.

Alguien puso sobre aviso al juez eclesiástico Rafael Gil de León. A su vez, el juez informó a Miguel Domínguez para que, en su calidad de autoridad regional, actuara contra dicha amenaza.

Él no había participado activamente en las tertulias pero sabía muy bien qué pasaba en ellas. Sin atreverse a tomar partido, inició el registro de las casas de quienes habían quedado implicados en la denuncia y, a la vez, avisó a su esposa.

Cuando ésta optó por la congruencia intentando salvar a sus compañeros, la encerró en su habitación.

Josefa Ortiz sabiendo el peligro que corrían los independentistas, escribió rápidamente un mensaje para ser entregado a Ignacio Allende. El mensajero, el alcaide Ignacio Pérez, se dirigió hacia San Miguel [hoy en día, San Miguel Allende], donde el capitán vivía. Al no encontrarlo puso el aviso en manos de Hidalgo. El cura de Dolores, entonces, decidió que el levantamiento planeado para octubre se adelantara a la madrugada del 16 de septiembre, iniciando así un proceso de emancipación largo y doloroso que solo alcanzaría la Independencia hasta 1821.

Llegó el día.

El 16 de septiembre de 1810, Miguel y Josefa fueron detenidos bajo sospecha de participar en la conspiración. Josefa pagó caro su participación en la conjura y su persistencia en apoyar a los insurgentes, sufrió años de encierros en conventos de Querétaro y de la Ciudad de México, separada de sus hijos y esposo.

A él lo encerraron en el convento de Santa Cruz; a ella, como presa política, en el de Santa Clara, ambos en la ciudad de Querétaro.

La Corregidora fue una mujer de carácter fuerte y de convicciones firmes, sufrió ataques por sus ideales, por ser bella, mujer y rebelde.

Toda su vida fue una lucha constante sin importarle los riesgos o el precio que tuviera que pagar, como lo mostró al enfrentar encierros, el poder imperial y el presidencial. Murió antes que su esposo, el 2 de marzo de 1829 en la Ciudad de México, fue sepultada en el Convento de Santa Catarina y después exhumada para ser trasladada a la ciudad de Querétaro, junto a su esposo, Miguel Domínguez.

Su legado es actual: la lucha por la justicia, la soberanía y la igualdad.

Qué calle, la de Corregidora en la Ciudad de México; qué estadio, el de Querétaro. 

Y qué valor de Josefa Ortiz de Domínguez para hacer hace siglos de México lo que hoy somos. Legado lo hay, y de sobra. Gracias, no a un rapto de entusiasmo, sino a el  legítimo deseo de libertad que germinaba en su alma..

 

 

 
 

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