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Expresiones

Muñecos con arte e ingenio en el acervo Luis Reza Reyes

El coleccionista revela la magia que hay detrás de las 300 piezas mexicanas que ha adquirido desde hace 20 años

VIRGINIA BAUTISTA | 14-05-2022
El conjunto de músicos mayos de Sonora es una de las piezas emblemáticas. Fotos: Cortesía José Antonio Espinosa/ Fotoarte: Horacio Sierra
El conjunto de músicos mayos de Sonora es una de las piezas emblemáticas. Fotos: Cortesía José Antonio Espinosa/ Fotoarte: Horacio Sierra

CIUDAD DE MÉXICO.

Los seris de Punta Chueca, So­nora, elaboran una muñeca con algas marinas verdes y gri­ses, sin ojos ni rostro, apenas la cabeza y los brazos esboza­dos por nudos y una falda que oculta las piernas. Esta pieza, que sólo se puede confeccio­nar hacia el otoño, cuando los indígenas pueden conseguir estas plantas, se incorporará próximamente a la colección de Luis Reza Reyes.

El geógrafo descubrió su gusto por los juguetes tradicio­nales mexicanos en los años 80, en León (Guanajuato), pero su espíritu de coleccionista se activó hace 20 años, cuando adquirió el primer ejem­plar, y ahora posee un acervo de 300 muñe­cos de distintas entida­des del país.

La creación de mu­ñecos nos ayuda a en­tender cómo somos, cómo nos vemos y cómo actuamos a través de ese objeto. Es impor­tante para nuestro desa­rrollo socioemocional, ya que en ellos depositamos nuestros recuerdos y fo­mentamos la creatividad y la imaginación. Nos conectan con nosotros mismos de una forma íntima”, comenta en en­trevista con Excélsior.

Un conjunto de músicos mayos de Sonora, con som­breros, paliacates e instru­mentos incluidos, y hasta una pequeña cabeza de venado de madera, destaca entre la co­lección que se exhibió por pri­mera vez en la muestra El arte del juguete tradicional mexi­cano, en el Centro Médico Si­glo XXI en 2015.

Y son dignas de mención también una muñeca con ves­tido de palma, realizada por los kiliwas de Baja California, con trenzas y aretes; una pare­ja de viejos de Temascalcingo (Estado de México); la dama de trapo con vestido rojo, de Aguascalientes y una niña ne­gra sentada, hecha en cera, de la Ciudad de México.

Estos objetos confeccio­nados con trapo, listón, car­tón, barro, hoja de maíz, lana, chaquira, cera, madera, ixtle, estambre o alambre “simbo­lizan las diversas identidades, actividades y oficios de la his­toria cultural de México”, dice.

Ahora, 220 de estos jugue­tes pueden apreciarse en el libro El arte de las muñecas mexicanas: de trapito, listones, estambre y alambre, que el in­vestigador acaba de publicar en EK Editores, con fotografías de José Antonio Espinosa.

Explica que en 2003 adqui­rió las dos primeras muñecas: una sirena elaborada en seda color rojo, con el cabello de estambre azul y el rostro bor­dado con hilos de diferentes tonalidades, que le compró a la artista Isabel Monter en Coyoacán.

Y Lila, en honor de la can­tante Lila Downs. La conseguí en un viaje a Tlaxiaco, Oaxa­ca, en 2007. Es de tela borda­da y ataviada con un vestido tradicional de la cultura mix­teca. El objeto más caro me costó seis mil pesos hace cua­tro años: un muñeco mayo de tela que recrea la danza del venado; tiene ropa original y una cabeza de venado estili­zada”, detalla.

Reza destaca que le gusta platicar con los artesanos mu­ñequeros, por lo que el libro incluye algunos testimonios. “La mayoría son mujeres, indí­genas o mestizas, ellas son las que resguardan esta tradición. Su trabajo es un verdadero arte, preserva la cultura mexi­cana y ayuda en su economía.

Existe mucho ingenio y creatividad. En esta sociedad azotada por la violencia, las muñecas son un remanso de paz y armonía. En Salaman­ca, unas 12 mujeres se reúnen cada semana en la Casa de la Cultura a elaborarlas y así se resguardan del peligro”, indica.

Ese tipo de piezas está desapareciendo, ya no gus­tan a los niños. Es importante recuperar esta tradición, pues son juguetes de materiales biodegradables y alejan a los niños de los videojuegos.

Los adultos debemos de­jar a un lado los prejuicios y los estereotipos de género y per­mitir que los niños desarrollen su imaginación, que jueguen libremente; que las muñecas sean magas, brujas, chamanas, lo que ellos quieran”, concluye.

Los mayores productores de estos juguetes son Chia­pas, Oaxaca, Ciudad de Mé­xico, Sonora, Michoacán y Guanajuato. “Y, si hablamos de etnias, son los mayas, tsot­siles, tzeltales, mazahuas, to­tonacos, otomíes, huastecos, pames, nahuas, purépechas, huicholes, mayos, tarahuma­ras y kikapús”.

El libro se puede solicitar en Facebook (Colección Muñecas Mexicanas) e Instagram (Co­leccion_munecas_mexicanas). 

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