¿Quién usaba estos zapatos talla 32.6 hace 2 mil años? Sorprendente hallazgo
El zapato mide 32.6 cm y fue hallado en Magna, un fuerte romano cercano al Muro de Adriano que revela nuevas pistas sobre sus ocupantes

Donde hoy solo se ven ovejas pastando y campos abiertos al viento, hace casi dos mil años marchaban soldados romanos, vigilantes de una frontera lejana del Imperio. En ese mismo terreno, bajo una capa de tierra húmeda y protegida por condiciones anaeróbicas, un grupo de arqueólogos descubrió algo que no encaja del todo con las dimensiones humanas de su época: un zapato de cuero con una suela de 32.6 centímetros de largo, el equivalente a una talla 49 europea o una 32 y medio en el sistema mexicano.
El hallazgo, que parece sacado de una narración mitológica, ocurrió en el fuerte romano de Magna, uno de los bastiones situados a lo largo del Muro de Adriano, la muralla que marcaba el límite septentrional del Imperio romano en Britania. Las excavaciones son dirigidas por la Vindolanda Charitable Trust, que en lo que va del año ha recuperado 32 piezas de calzado de distintos tamaños, estilos y estados de conservación.
Pero algo llamó la atención desde el principio: al menos ocho de esos zapatos miden más de 30 centímetros, y uno —el más grande— se ha convertido en el zapato romano más largo de toda la colección arqueológica de la fundación, que ya suma más de 5 mil ejemplares.
Una pisada fuera de lo común
El zapato fue registrado por primera vez el 21 de mayo en el Diario de Excavación de Magna. La pieza, ennegrecida por siglos de inmersión en lodo arcilloso, conserva intacta la estructura de su suela, tachonada con clavos de hierro dispuestos en patrones simétricos. En una de las imágenes tomadas al momento del hallazgo, puede verse a un arqueólogo sosteniéndolo con las manos aún cubiertas de tierra: el cuero, endurecido pero reconocible, todavía sugiere los pliegues del uso y el contorno del pie de su antiguo dueño.
El cuero aún conserva la forma del arco plantar y las señales de los dedos. Es como si su portador se lo hubiera quitado ayer”, comentó uno de los miembros del equipo.
Recreación digital del zapato romano talla 32.5 hallado en Magna. Fotografía: Ilustración DALL·E / OpenAI
Comparaciones que desconciertan
Lo más insólito no es un solo zapato grande, sino la proporción inusualmente alta de tallas extragrandes en esta excavación. En Magna, el 25 por ciento de los zapatos medidos superan los 30 centímetros. Para ponerlo en contexto: en Vindolanda, otro yacimiento romano cercano con una colección considerable, solo el 0.4 % de los zapatos recuperados alcanza ese tamaño. La talla promedio en Vindolanda ronda entre los 24 y 26 cm, lo esperado para adultos romanos del siglo II.
La doctora Elizabeth Greene, profesora asociada en la Universidad de Western Ontario y especialista en calzado romano, analizó cada ejemplar hallado. “Incluso con esta muestra pequeña, es evidente que estos zapatos son, en promedio, mucho más grandes que la mayoría de los de la colección Vindolanda”, afirmó.
Y agregó: “Aunque estamos comparando piezas que aún no han sido estabilizadas con otras ya conservadas, incluso considerando una contracción máxima de 1 centímetro, sigue siendo un zapato muy grande”.
¿Soldados de élite? ¿Extranjeros romanizados?
Un pie de 32.6 centímetros sugiere una estatura que superaría con creces el promedio de la época. Si bien no hay restos óseos asociados directamente al zapato, las dimensiones abren la puerta a múltiples hipótesis: ¿se trataba de un soldado germano reclutado por Roma? ¿Un oficial de élite? ¿Un jefe tribal aliado o sometido? ¿O simplemente un individuo excepcional en un ejército de muchos?
Las condiciones de Magna podrían ofrecer pistas. El sitio parece haber tenido una ocupación prolongada y diversa. Además del zapato gigante, se han recuperado sandalias finas de verano, botas de marcha y zapatos infantiles, lo que sugiere la presencia de familias o personal no militar.
Vista desde el aire, la excavación en Magna es apenas una herida rectangular en el verde paisaje del norte inglés. Varios cuadrantes delimitados con vallas negras, carpas arqueológicas, herramientas, palas, cuadernos de campo. Pero lo que se ha abierto ahí es mucho más profundo: es una ventana a una frontera olvidada del Imperio, donde aún resisten las huellas de quienes vivieron, marcharon o esperaron algo más allá del horizonte.
Una presencia fuera de escala
Hoy, dos milenios después, ese zapato ya no protege ningún pie. Descansa sobre una mesa de laboratorio, sostenido por manos con guantes de látex azul. Pero su presencia es elocuente. Ha vuelto a pisar fuerte.
El hallazgo de un zapato romano equivalente a una talla 32.5 mexicana (49 europea) es excepcional no solo por su conservación, sino por el tamaño inusitado en relación con los estándares antropométricos del siglo II d.C. Diversos estudios bioarqueológicos, como el publicado por Mays et al. (2015) en el Journal of Roman Archaeology, indican que la estatura promedio de los varones romanos en Britannia rondaba los 167-170 centímetros, con pies proporcionalmente más pequeños (entre 24 y 26 centímetros). Un pie de 32.6 centímetros sugiere una estatura potencial superior a los 195 centímetros, lo cual se considera muy por encima del percentil 99 de la población de aquella época.
Cabe destacar que las tropas desplegadas en la frontera norte del Imperio, como en el Muro de Adriano, no eran exclusivamente itálicas. Roma solía incorporar a auxiliares procedentes de regiones como Germania, Panonia, Tracia o Dacia, donde algunas poblaciones eran de complexión más robusta y estatura considerablemente mayor, según fuentes del Corpus Inscriptionum Latinarum y registros osteológicos del Museum of London Archaeology (MOLA).
La proporción anómala de calzado extragrande en Magna —25 % de los ejemplares con más de 30 centímetros— contrasta marcadamente con otros sitios como Vindolanda, lo que podría indicar la presencia de un destacamento militar reclutado entre poblaciones del norte europeo o incluso la existencia de una cohorte especializada, como unidades de caballería o arqueros sirios, que también fueron documentadas en esa región.
A nivel arqueológico, la conservación del calzado se debe a las condiciones anaeróbicas del suelo de Magna, similar a las de Vindolanda, que ha proporcionado más de 5, mil zapatos romanos desde la década de 1970. Estas condiciones impiden la descomposición del cuero y otros materiales orgánicos, permitiendo recuperar detalles de uso, fabricación y hasta costumbres sociales, como la coexistencia de personal militar y civil en el fuerte.
¿Qué otras huellas del Imperio romano crees que aún esperan ser descubiertas?
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