¿Las llamadas compras de pánico, tienen algo que ver con tu salud mental?
El miedo colectivo y la desinformación son los motores invisibles de un fenómeno que va más allá del simple abastecimiento

En momentos de incertidumbre colectiva, los supermercados se vacían, las estanterías de papel higiénico desaparecen en cuestión de horas, y los productos de primera necesidad se convierten en tesoros de supervivencia. Este fenómeno, conocido como compras de pánico, no solo responde a una lógica de abastecimiento, sino que es, en muchos sentidos, el reflejo más visible de una ansiedad compartida. Pero ¿qué hay detrás de este comportamiento? ¿Estamos hablando simplemente de previsión… o de un problema más profundo ligado a nuestra salud mental?
Las investigaciones en sicología del comportamiento y neurociencia social han mostrado que las compras compulsivas durante crisis no son solo una reacción al miedo de desabastecimiento, sino también un mecanismo emocional para recuperar el control. Cuando el entorno se torna amenazante, incierto o impredecible, el cerebro humano tiende a actuar de forma rápida, incluso irracional, priorizando la seguridad percibida por encima de la lógica.
Una respuesta del cerebro al miedo y la amenaza
Un estudio realizado por Yuen et al. (2020), publicado en Psychiatry Research, demostró que las compras de pánico surgen como un intento sicológico de estabilizarse frente a eventos desestabilizantes como pandemias o catástrofes naturales. Según los autores, se trata de una respuesta emocional ante la percepción de amenaza, donde comprar se convierte en un acto simbólico de protección y previsión.
Esta dinámica activa regiones cerebrales específicas, particularmente la amígdala, responsable de procesar el miedo y las amenazas. Cuando esta se sobreestimula —como sucede en estados de alerta prolongada—, puede anular temporalmente el funcionamiento de la corteza prefrontal, el área encargada de la toma de decisiones racionales. El resultado: compras desmedidas, acopio excesivo e incluso conflictos entre consumidores.
Además del miedo, juega un papel determinante el llamado contagio emocional. Las redes sociales, los noticieros y las experiencias de otros actúan como amplificadores del pánico. Si observamos a nuestros pares llenar sus carritos de arroz, enlatados o papel higiénico, la sensación de urgencia se intensifica, independientemente de la información objetiva sobre el suministro de bienes.
La pandemia como catalizador del consumo irracional

Este fenómeno fue especialmente notorio durante la pandemia de COVID-19. Un artículo de Sim et al. (2020), en Journal of Retailing and Consumer Services, analizó cómo el miedo a lo desconocido y la percepción de escasez llevaron a comportamientos de compra irracional en varios países. A pesar de que los gobiernos aseguraban que no habría desabastecimiento, los ciudadanos vaciaban los anaqueles, guiados por el pánico más que por la necesidad.
El vínculo entre salud mental y consumo no es nuevo. Diversas investigaciones en Frontiers in Psychology han señalado que personas con alta ansiedad, intolerancia a la incertidumbre o tendencias al neuroticismo son más vulnerables a las compras de pánico. Este perfil sicológico es también común en quienes experimentan estrés crónico, fobias o trastornos de ansiedad generalizada.
Paradójicamente, lo que inicia como un intento de reducir la angustia puede alimentar un ciclo de malestar mayor. Tras las compras impulsivas, muchas personas experimentan culpa, remordimiento o ansiedad financiera, especialmente si comprometen sus recursos por miedo. Esta respuesta emocional posterior puede generar un círculo vicioso: se busca alivio mediante la compra, se experimenta culpa, y se incrementa la ansiedad.
Impacto social y estrategias para contener el fenómeno
A nivel social, las consecuencias son también preocupantes. Las compras desmedidas suelen generar escasez artificial, aumentando la angustia de otros sectores de la población, particularmente de los más vulnerables: adultos mayores, personas con discapacidades o con problemas de movilidad, que quedan sin acceso a productos básicos. Esta inequidad incrementa el estrés comunitario y agrava la crisis sanitaria o social en curso.
Desde la sicología comunitaria, se han propuesto estrategias para mitigar estos episodios. Entre ellas se destacan las campañas de comunicación efectiva, el fortalecimiento del pensamiento crítico y el acceso a información clara y verificada. La educación emocional, especialmente en habilidades como la regulación del miedo, la empatía y el manejo del estrés, es vista como una herramienta crucial para contener estos comportamientos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido sobre el fenómeno de la infodemia, es decir, la sobrecarga de información falsa o alarmante durante crisis. Este exceso de datos no solo dificulta la toma de decisiones racionales, sino que incrementa la ansiedad social, siendo un catalizador directo de conductas como las compras compulsivas.
Los gobiernos también tienen un rol esencial en la prevención. Más allá de garantizar el abastecimiento, deben contemplar que la estabilidad emocional de la población es un componente clave en la gestión de crisis. Una ciudadanía informada, emocionalmente regulada y confiada en sus instituciones es menos proclive a actuar desde el pánico.
Una oportunidad para el fortalecimiento colectivo
No se trata simplemente de "no entrar en pánico". Se trata de reconocer nuestras emociones, entender cómo nos afectan y actuar desde la conciencia colectiva. Las compras de pánico no deben verse como una debilidad individual, sino como un llamado de atención sobre nuestra salud mental colectiva y la necesidad urgente de fortalecerla.
En un mundo donde las crisis parecen cada vez más frecuentes —climáticas, sanitarias, económicas—, educarnos emocionalmente puede ser tan vital como llenar la despensa. La verdadera seguridad, quizás, no está en cuántos productos acumulamos… sino en cómo enfrentamos el miedo juntos, con información, empatía y resiliencia.
N. de la R. Durante los primeros meses de la pandemia por COVID-19 en México, este fenómeno de compras de pánico se manifestó de manera significativa. Según datos de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), en marzo de 2020 se registró un incremento de hasta 30% en ventas de productos no perecederos y artículos de higiene, en comparación con el mismo mes del año anterior. Las cadenas comerciales como Walmart y Soriana confirmaron que los productos más demandados incluían papel higiénico, gel antibacterial, cloro y alimentos enlatados.
En México, la Secretaría de Salud y la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) emitieron múltiples llamados para evitar el acaparamiento. A pesar de ello, algunas zonas metropolitanas, como el Valle de México, Guadalajara y Monterrey, presentaron desabasto temporal de productos básicos, generado no por una escasez real, sino por la alteración en las cadenas de suministro causada por la sobredemanda.

De acuerdo con un estudio del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, realizado durante 2021, un 35% de los encuestados reportó haber comprado más productos de los necesarios por temor al desabastecimiento. Entre las emociones predominantes identificadas se encontraron ansiedad, miedo y desconfianza institucional. Estos factores contribuyeron significativamente al comportamiento compulsivo de compra.
A nivel internacional, la OMS ha catalogado la infodemia como uno de los mayores riesgos asociados a las crisis sanitarias. En su reporte especial de 2021 sobre la pandemia, recomendó que los gobiernos implementen centros de verificación de información y refuercen la educación mediática entre la población, ya que el 70% de los ciudadanos se expusieron regularmente a noticias falsas, según datos del informe conjunto con la ONU.
EL EDITOR RECOMIENDA



