La inteligencia artificial como eje estratégico en 2026

La IA se perfila como un eje estratégico para la competitividad de México, en un entorno de bajo crecimiento, retos estructurales y la necesidad de decisiones empresariales.

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La inteligencia artificial se consolida como un factor clave para la competitividad de México rumbo a 2026.

México se aproxima al 2026 con un conjunto de retos económicos que ya hemos venido señalando. Bajo crecimiento, inversión productiva debilitada, presiones inflacionarias, empleo formal estancado, problemas de seguridad, disciplina en las finanzas públicas, deuda y una revisión del T-MEC en un entorno geopolítico complejo. Este escenario obliga a replantear decisiones empresariales con visión de largo plazo. En paralelo, la Inteligencia Artificial (IA) emerge como variable estratégica con efectos medibles en productividad, costos, empleo y competitividad.

La evidencia empírica empieza a confirmarlo también en México. El Banco de México documenta que cerca de una cuarta parte de las empresas con más de 100 trabajadores ya emplea inteligencia artificial o planea hacerlo, mientras que más de cuatro de cada diez han incorporado o evalúan automatizar procesos. La adopción se concentra en manufacturas avanzadas, servicios y maquinaria, y en la mayoría de los casos aún se encuentra en etapas de prueba. Esto es relevante porque sugiere que la IA no se ha traducido de forma generalizada en aumentos sostenidos de productividad, sino que atraviesa una fase de aprendizaje.

En el corto plazo, la IA impacta sobre todo en eficiencia operativa. Optimización de procesos, reducción de errores y contención de costos aparecen como los beneficios más inmediatos. Pero la inversión tecnológica no asegura retornos automáticos. Sin rediseño organizacional, datos confiables y personal capacitado, puede generar rendimientos limitados o incluso costos ocultos.

A nivel global, la inteligencia artificial está detonando uno de los ciclos de inversión más intensos de las últimas décadas, con compromisos de capital multianuales en centros de datos, investigación, semiconductores, redes y energía que superan ampliamente los cientos de miles de millones de dólares anuales. Son inversiones irreversibles aun en escenarios de corrección bursátil. La carrera por capacidad de cómputo y liderazgo tecnológico continuará como eje estratégico de seguridad aun con ajustes en valuaciones.

Sin una estrategia nacional, México corre el riesgo de ser solo usuario de tecnologías externas, capturando eficiencia operativa pero sin generar valor estratégico. La adopción sin una política clara puede profundizar la dependencia tecnológica y debilitar la base productiva.

Para México, el contexto abre una oportunidad de atraer inversión vinculada al nearshoring, siempre que haya certidumbre jurídica, energía suficiente y seguridad. Es imprescindible generar incentivos claros, financiamiento y formación de talento especializado. México requiere desarrollar un programa integral de desarrollo de alta tecnología, microprocesadores e inteligencia artificial, con régimen fiscal especial, recursos de financiamiento y programas de formación de ingenieros y técnicos en alianza estratégica con el sector privado y las universidades. Organismos como Coparmex, han colocado ya el tema como prioritario mediante comisiones especializadas.

Para las empresas, la discusión relevante no es si invertir en inteligencia artificial, sino cómo hacerlo con criterio. Incorporarla a la planeación estratégica es indispensable, pero una adopción apresurada, sin gobernanza ni objetivos claros, puede derivar en dependencia tecnológica y riesgos reputacionales.

Los impactos tampoco son homogéneos entre sectores. En manufacturas avanzadas, logística y servicios financieros, la adopción es ya un factor de competitividad. En comercio, agroindustria y transporte, permite reducir costos y riesgos. En pequeñas y medianas empresas, el principal obstáculo puede ser humano y organizacional.

En seguridad, la IA es ineludible. En ámbitos privados y auxiliares de seguridad pública, reduce incidentes, mejora tiempos de respuesta y disminuye la exposición del personal a riesgos. La tecnología protege al elemento humano y exige mayor profesionalización.

El eje laboral es quizá el más sensible, pero también el más estratégico. Las transiciones tecnológicas redefinen tareas y perfiles, y el riesgo para México es la velocidad del cambio frente a capacidades limitadas de capacitación y reconversión. 

La evidencia del Banco de México muestra que la automatización y la inteligencia artificial no han implicado reducciones masivas de empleo, sino que han permitido concentrar a los trabajadores en actividades de mayor valor agregado, reubicarlos entre áreas y mejorar condiciones en sectores de alto riesgo. En el agro, por ejemplo, el riego automatizado y el uso de drones optimizan insumos y reducen cargas físicas; en minería, la automatización protege al personal en tareas peligrosas. 

Estas experiencias sugieren que la IA puede fortalecer el empleo al hacerlo más estratégico y seguro, siempre que se acompañe de programas de formación técnica y reconversión laboral realistas.

La IA llegó para quedarse. No reemplaza la necesidad de seguridad, certidumbre ni Estado de derecho, pero ya forma parte de la ecuación que definirá 2026. Integrarla con realismo y visión de largo plazo, ponerla al servicio del empleo formal, del talento y del fortalecimiento industrial será decisivo para que las empresas mexicanas mantengan competitividad en un entorno cada vez más exigente.