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Función

Force Fest, pantano metalero

Los fans se manifestaron en redes sociales por la mala organización y cancelación de bandas en el festival musical celebrado en el Campo de Golf Teotihuacán 

JORGE SANTAMARÍA | 08-10-2018
El grupo estadunidense de grunge, Stone Temple Pilots durante su presentación en el Force Fest. Fotos: Daniel Betanzos
El grupo estadunidense de grunge, Stone Temple Pilots durante su presentación en el Force Fest. Fotos: Daniel Betanzos

 

CIUDAD DE MÉXICO.

Lo que todos temían que llegara a suceder en el Force Fest, pasó. La lluvia alzó la mano desde temprano en la tierra de los dioses y cambió el día.

Era sábado y Hatebreed tocaba en uno de los escenarios principales del Campo de Golf Teotihuacán. Jamey Jasta comenzaba a tocar Destroy Everything; el mosh pit comenzaba con Comeback Kid viendo al escenario del lado derecho, por force Bank en unos arbolitos, pero pronto se  difuminó por el torrencial.

La experiencia cambió totalmente. El primer trago amargo fue la cancelación de Devildriver. Después, el lodazal. Las bandas dieron todo lo que tenían, fueron bestiales, pero no pudieron contrarrestar los efectos del terreno, que acercaban al Force a la experiencia del Wacken Open Air, pero sólo en cuestión del pantanal, el resto dejó mucho que desear.

El sistema cashless (pulsera de pago digital) colapsó y no quedó de otra más que comenzar a cobrar con efectivo. Como sea, para cuando el punk se adueñó del escenario alternativo, muchos encontraron la manera de sobrevivir al no poder comprar ni usar el dinero que cargaron en sus brazaletes.

Emery tocaba Walls y la lluvia volvía a aparecer. Hasta este momento, las playeras negras se escondieron y los impermeables ya dominaban el atuendo rudo del festival.

Filas largas para poder comer. De hasta una hora, así que varios preferían aguantarse el hambre y ver a Comeback Kid, un grupo de hardcore punk que jamás decepciona.

Wake the Dead es esa rola que alentaba a revivir el espíritu, a olvidarse de sentir los pies mojados y disfrutar el festival ya cubierto de lodo seco.

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Desafortunadamente, por más que los metalheads querían dedicarse a ver el festival, las malas noticias aparecían en forma de notificaciones en el celular.

Lamb of God y Senses Fail cancelaron su participación del domingo argumentando problemas contractuales.

El sonido de los escenarios grandes se colaba en otros. Fat Mike, de NOFX, se burlaba de cómo los Stone Temple Pilots se escuchaban a lo lejos.

Dah, no nos importa que Syndrome of a Down toque después. Aquí nosotros nos vamos a quedar y no nos van a bajar”, decía el siempre ocurrente vocalista.

Un show siempre picaresco el de los californianos. Usando las tonterías para complementar rolas como Stickin in my Eye y Linoleum y tener a la gente en sus manos y riendo de tantas tarugadas.

NOFX no se olvidó de rendir tributo a Tony Sly, su amigo y compañero de No Use For A Name que falleció en 2012.

La gente resbalaba en los hoyos. Se supone que el sitio es un campo de golf, cuyo terreno quedó deshecho ya entrada la noche con System of a Down. Así que los golfistas que se supone practican allí deberían ir buscando otro lugar.

Nadie se fue, todos se quedaron a ver a System, porque tocaron todas las rolas de antaño, incluida la impronunciable letra de Chop Suey. Ni siquiera se podían sentar por el terreno, devastados los chicos, no les quedó de otra más que sacar el resto de ira con el grupo. Prison Song, B.Y.O.B., Aerials, Psycho. Fue un conciertazo el que estaban dando, y vaya que merecido por lo que estaba por vivir la gente.

Toxicity y Sugar fueron las últimas rolas, para después emprender la salida, por un sendero donde el lodo atascaba los coches y nadie podía sostenerse en pie, mucho menos los que ya iban tambaleando por tanta cerveza.

Hasta dos horas se tardaban en salir. Fue un suplicio. De acuerdo con redes sociales, había gente que a las 6:00 de la mañana pudo abandonar el terreno, a escasas horas de arrancar la última jornada.

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Reiteran amor a México

 

Por Karla Trejo

 

Dos de los escenarios principales, de los cuales posiblemente pocos recuerden sus nombres, porque no existía en el festival señalamiento alguno que los indicara, recibieron a bandas como A.N.I.M.A.L., P.O.D, Bush y Alice in Chains.

La primera de éstas ni siquiera estaba anunciada en el cartel, pero acudió para cubrir el espacio que dejó Devil Driver, cuya cancelación fue anunciada al público minutos antes del horario pactado.

Con temas como Los que marcan el camino, Loco y El nuevo camino del hombre, A.N.I.M.A.L reiteró su amor a México y su desprecio a Donald Trump. Su presentación fluyó con cientos de cuernos arriba, gritos masculinos y agresivos bailes, dejando el terreno caliente para Hatebreed y Pop Evil, aplaudida por su virtuosa baterista.

Aunque el festival enmudeció por unos minutos debido a la lluvia, que además convirtió el campo en una pista de lodo, la banda de un metal P.O.D. salió a lucirse alrededor de las 18 horas. Sin embargo, su acto no fue tan exitoso después de la tercera canción, cuando el público, empapado, empezó a notarse un tanto aburrido, sobre todo después de que Sonny Sandoval, el vocalista, confrotara a un tipo que desde abajo le lanzó un objeto. Después de su “cálmate y si quieres ven a bajarme tú mismo” la vibra ya no fue la misma.

Ya entrada la noche comenzó el show audiovisual en los escenarios más grandes. Fue con la agrupación londinense Bush que se encendieron las grandes pantallas y salió fuego en lo alto de las estructuras metálicas, el adorno perfecto para las guitarras grunge de rolas como The only way out, Glycerine y el cover a Come together, de The Beatles.

Alice in Chains es de esas bandas en las que se notó la división del público; mientras que en un escenario estaban los treintones recordando su adolescencia con los canadienses Comeback Kid, en el escenario principal apenas se movían las cabezas de los más grandes, cuarentones que prefieren sorber a su vaso de cerveza y apenas corear las canciones que bailar o gritar.

Alice in Chains no hizo gran hazaña. Su ejecución instrumental y la producción de luces –incluyendo una batería que cambiaba de color– fueron impecables; no obstante, cabe destacar que los verdaderos ánimos los provocó cerca del escenario, porque entre más lejana la gente, más apática se notaba.

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cva

 

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