María del Pilar Montes de Oca Sicilia

María del Pilar Montes de Oca Sicilia

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El gato Félix

Son cientos, acaso miles, los estudios que se llevan a cabo, día con día, en diversas universidades, institutos y centros de investigación en todo el primer mundo —sobre todo en EU— buscando las causas, las razones, los entresijos y, sobre todo, la fórmula para ser feliz.

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Botafumeiro

Imagine usted que es un pobre campesino analfabetade la Edad Media,que el memento mori1 lo acecha —porque con suerte viviráhasta 30 años—; que vive con fríoy hambre a expensas del señor feudal y que el único conocimientoque tiene a su alcance es el que le da la Iglesia, especialmente el curade su pueblo que habla y habla sobre los tormentos eternos del infiernoy sobre los poderes de la peregrinación para ganar el cielo, la gloriay estar en la presencia de Dios,donde ya no habrá enfermedades ni peste ni dolor ni hambre ni frío.

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El español en los Oscares

En la pasada entrega de las estatuillas de la Academia, no solamente vimos a muchos mexicanos nominados, sino que, además, oímos a Javier Bardem, a Diego Luna, a Guillermo del Toro y al propio Alfonso Cuarón —ganador de tres preseas— hablar en español, y no solamente hablarlo, sino también hacer alarde de ello… «Ya se puede hablar español en el escenario de los Oscares», bromeó Luna

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Que no te mayoriteen

Aguas, compañeros, amigos y lectores, porque todos estamos expuestos al rebasado y feo vicio de mayoritear y ser mayoriteados, sobre todo ahora que este término pasó a las filas de nuestro egregio Diccionario del Español de México, mejor conocido como DEM. Un verbito que vio la luz en la discusión pública hace algunos años, pues lo suelen usar políticos de todas las ideologías, periodistas y comentaristas, sobre todo tratándose de temas relacionados con asambleas legislativas, congresos, cámaras, así como en temas electorales. Es decir, instancias donde hay votos de por medio. Y es que en la democracia —ese «abuso de la estadística», como diría el gran Borges— la mayoría es la que rifa, la que «corta el bacalao»

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Sobre el español de México

Desde el primer siglo de dominio español, y a partir de que el dialecto castellano —impuesto en toda la Península Ibérica por Isabel La Católica— se convirtió en la lengua de uso en las colonias, se empezaron a formar varias modalidades lingüísticas: una de ellas ha sido, desde entonces, la más plural, conservadora ante los vulgarismos y neologismos, pero a la vez la más innovadora ante los cambios de prestigio. Se trata del habla del altiplano mexicano, hoy la modalidad del español que tiene mayor número de hablantes

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Lo que va de ayer a hoy

Se llamaba Luis y tenía un hermano Javier y otro Pablo y otro Gerardo, eran pequeños burgueses como yo y vivían en una colonia de ésas, de clase media alta, en un barrio de gente acomodada en la Ciudad de México, que ahora, veinte años después, ha cambiado radicalmente y está llena de restaurantes, bares y antros —que ocupan el lugar en donde antes se erigían grandes casas del tipo español californiano que fueron construidas entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado— y no es ni la sombra de la colonia tranquila que fue donde vivía mi abuela y mis tíos

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Cuando fumar era cool

No están para saberlo ni yo para contárselos, pero lo haré. Fumar, ése que es ahora un horrible vicio prohibido que te mata, era cool. Durante casi todo el siglo XX, fumar era no solamente una actividad común y corriente, un hábito normal, recurrente, esperado, aceptado y cotidiano, sino que, además, era una actividad que podía reconstituir la dignidad de cualquiera. Una actividad que no sólo era bien vista, sino digna, deseable, elegante, refinada, interesante, atractiva, atrayente y, más aún, snob.

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No pinchesmames

Dice José Emilio Pacheco: «En México, [pinche] canceló su acepción normal para adquirir, no se sabe cuándo, las características de un epíteto derogatorio que sorprende por su omnipresencia y durabilidad… Pinche puede ser un empleado, el hábito de fumar, la suerte, un policía, una camisa, un perro, una casa, una persona, el mundo entero, una comida, un regalo, un sueldo, o bien, lo que a usted se le ocurra. Se trata, pues, de un epíteto que degrada todo lo que toca. Normaliza y vuelve aceptable una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla, pero no podemos cambiar.

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