No pinchesmames
Dice José Emilio Pacheco: «En México, [pinche] canceló su acepción normal para adquirir, no se sabe cuándo, las características de un epíteto derogatorio que sorprende por su omnipresencia y durabilidad…
Pinche puede ser un empleado, el hábito de fumar, la suerte, un policía, una camisa, un perro, una casa, una persona, el mundo entero, una comida, un regalo, un sueldo, o bien, lo que a usted se le ocurra. Se trata, pues, de un epíteto que degrada todo lo que toca. Normaliza y vuelve aceptable una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla, pero no podemos cambiar.
«Admite grados y amplificaciones: “Esa novela me pareció un poco pinche”. “El racismo es una actitud pinchísima”. A veces puede ser un sustantivo inapelable: “No te lleves con él: es un tipo de lo más pinche”. Puede adquirir el rango de injuria máxima: “No me vuelvas a hablar, hijo de tu pinche madre”… Es una pinche desgracia que muy pocas veces tengamos conciencia de este prodigio».
Este texto es un fragmento de una de las últimas conferencias en las que participó Pacheco, el 17 de octubre de 2013, dentro del Atlas sonoro de las palabras más autóctonas del español, con motivo del VI Congreso Internacional de la Lengua Española, en Panamá. Y a partir de ahí, sin que él o ningún otro hablante mexicano lo supiese—o lo sospechase—, se generó otro cambio lingüístico en este simpático e interesante término que, no conforme con ser nombre y adjetivo, pasó a ser adverbio.
EL PRODIGIO DEL SIGNIFICADO
Pero vámonos más atrás, a su etimología, donde vemos que pinche deriva del verbo pinchar, y éste, a su vez, del verbo ponchar o punchar, equivalente al punch del idioma inglés —que procede del latín vulgar punctiare o punctius, del que derivan palabras del español como punto, punzón, puntiagudo, puntal y acupuntura—; originado, quizás, en la raíz indoeuropea –peug, que significaba “golpear” o “incidir”.
O sea, que un pinche es «el que pincha», es decir, «el que corta la comida o mecha la carne», alguien «de poca monta»; de ahí lo que nos cuenta Pacheco sobre las haciendas.
Sólo en México una palabra como ésta podría tener tantas acepciones «prodigiosas», diría Pacheco; y más en estos tiempos en que los hablantes lo hemos convertido en adverbio. Porque, a últimas fechas, el pinches, así como lo lee, con una «s» al final, pasó a ser un modificador tanto de verbos como adjetivos, diferente —a mi ver— del adverbio pinchemente que utilizara alguna vez, allá por los años 50, el buen «Jamaicón» Villegas —pionero del síndrome que lleva el mismo nombre1— cuando respondió a cierto entrevistador que lo elogió por sus técnicas defensivas y su buen desempeño en la cancha, con un «¡Ai, nomás, pinchemente», que en cierta manera se parece a nuestro «chingonamente», pero pecando de una falsa modestia.
No, este pinches simplemente es un adverbio que enfatiza, es decir, un adverbio de modo que se usa casi como un prefijo al tratar de intensificar una acción o una cualidad; así, decimos:
¡No pinchesmames! Es decir, «no mames tanto», cuando «mamar» implica molestar o «joder», pero también alardear y hasta «hacerse el sangrón».
De ese uso intensificador pasaría a otros verbos, pero siempre en sentido peyorativo, imperativo y negativo:
•¡No pinchescomas como cerdo!
•¡No me pinches contestes así, escuincle!
•Está bien pinchesfeo.
•No creo que con ese pinchestarado acabes bien.
Sin embargo, en «menos de lo que canta un gallo», su sentido de intensificación fue extendiéndose a otros verbos no peyorativos:
•Me pinchesgusta esa chava.
•Yo sí me pinchesdaba unos tacos ahorita.
•Karla se pincheslució con su presentación.
Y lo mismo pasó con los adjetivos, que ya no eran denostativos, sino todo lo contrario:
•¡Qué pincheschingona te quedó la salsa, ma!
•Esa Isabelita está bien pinchesbuena.
Así es la lengua, así somos de creativos los hablantes, así van cambiando las acepciones de las palabras y, en el caso del español mexicano, éste es un fenómeno «superreciente» que tendremos que seguir documentando para saber cómo evolucionará, porque el pinche y el pinches llegaron para quedarse y no sabemos hasta dónde puedan llegar.
1. Pronto hablaré de este síndrome.
