De Gutierritos a Godínez —pasando por los Godos—
Los godínez están en todo el país, son una horda que invade los peseros y el Metro en las tempranas horas de la mañana
El primer Godínez fue un Gutierritos. Allá por 1958 hubo una telenovela, producida por Valentín Pimstein y protagonizada por Rafael Banquells, María Teresa Rivas y el mismísimo Mauricio Garcés, que causó sensación y dejó un hito para la historia.
Ángel Gutiérrez es bueno y muy humilde, trabaja en un complejo de oficinas donde, ardua y honradamente, labora para darle todo a su esposa Rosa, quien le trata muy mal, lo humilla y lo desprecia por su personalidad justamente godinezca. Los hijos no lo respetan, pues ven que su madre le trata como un mediocre y bueno para nada. En la oficina todo mundo se burla de este pobre hombre, incluyendo su jefe, el señor Martínez, quien es el que lo apoda Gutierritos.
La telenovela tuvo tanto éxito que se convirtió en película; pasados los años se perdió en la noche de los tiempos y se olvidó. Sin embargo, lo que no se olvidó fue la sacrificada vida de los oficinistas que renació hace, aproximdamente, una década bajo el nombre, no ya de Gutierritos, sino de godínez.
Los godínez están en todo el país —aunque son originarios de la Ciudad de México—, y son una horda que invade los peseros y el Metro en las tempranas horas de la mañana y por las tardes, pues deben trasladarse de sus lejanos hogares a los grandes corporativos o a dependencias de gobierno; visten casi siempre de traje, e invariablemente tienen el gafete de su empresa colgando, junto con su típico tóper y, si son mujeres, sus zapatos de tacón en una bolsa.
Les gusta la vida laboral, y aunque intentan esquivar toda responsabilidad, son los primeros en organizar los pasteles de cumpleaños y las celebraciones por cualquier otro motivo; comen directo del tóper o van a la fondita de la esquina y siempre les acaba dando el mal del puerco, del que ya hablaré en otra ocasión.
Son ya una tradición urbana, se han hecho películas y libros sobre ellos y pronto Algarabía publicará El Godinario, que contendrá su tipología y muchas de sus expresiones coloquiales.
Pero algo interesante de este apellido patronímico es que procede del nombre propio Godino, derivado de Godo; y los godos están íntimamente relacionados con la historia de España y, por ende, de nuestra lengua.
Son los bárbaros germanos que canalizaron la crisis durante la caída de Roma, y luego se enfrentarían al Imperio Bizantino tras la caída de Occidente. Se dividen entre ostrogodos y visigodos, quienes establecieron distintos reinos en Europa, uno en Italia, el otro en Hispania. Y en esta última, la presencia visigótica se extiende durante tres siglos, desde que cruzaron los Pirineos en el año 409, hasta la desaparición del Reino de Toledo ante los musulmanes en 711. En este tiempo, y sobre todo en los siglos vi y vii, dejaron una huella imborrable en nuestro lenguaje, sobre todo en el léxico.
Primero que nada, la palabra godo acabó por significar altanero —todavía en los siglos xvi y xvii se decía hacerse los godos, o sea creerse la gran cosa—. Así, las palabras orgullo y ufano son godas, como la palabra guerra. Y con la guerra van asociados los conceptos como codicia, riqueza, robar, botín, ganar, galardón, bando y bandido, banda y bandera, guiar, espía, heraldo, estribo, brida, espuela, anca, albergue, burgo, feudo, bastión, yelmo, esgrimir, blandir y dardo, entre otros. La lista es en verdad impresionante.
Fuera de la guerra predominan las palabras que se impusieron por la sencilla razón de que muchos de los objetos correspondientes no pertenecían a la cultura del imperio romano, como toldo, sala, banco, jabón y toalla, guante, fieltro, estofa, cofia, falda y atavío, sopa, rueca, aspa, tapa, estaca y guadaña, brote y parra; los nombres de animales: marta, tejón y ganso; los nombres de colores: blanco y gris; y un nombre de instrumento musical: arpa.
En fin, que los godos nos dejaron muchas palabras que usamos todos los días en los países de habla hispana, así como expresiones asociadas y apellidos como Godi, en catalán, Godín, Godínez en su connotación patronímica, por la aparición del sufijo -ez, Godina en su forma femenina.
Y en México, desde hace algunos años, el ya famoso término: godín.
