Perdidos detrás del balón

Hipnotizados por el éxito de futbolistas como Mohamed Salah, Sadio Mané y Aubameyang, cada año cientos de niños africanos abandonan sus países en busca del sueño europeo. En el camino encuentran falsos reclutadores, quienes les prometen contratos en clubes como el Inter, el Bar-celona o el Liverpool. Al final, mendicidad, prostitución y delincuencia es lo que les espera

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Fotoarte: Erick Zepeda

CIUDAD DE MÉXICO.

Mohamed Salah, Sadio Mané, Pierre-Emerick Aubameyang… a los niños y adolescentes africanos se les iluminan los ojos cada vez que escuchan estos nombres. Como sus ídolos, ellos sueñan con abandonar la pobreza de la África Negra y convertirse algún día en futbolistas profesionales. Buscar la oportunidad en grandes clubes como Chelsea, Inter de Milán, Marsella o Liverpool. Al final de la aventura, terminan en las calles europeas y sin papeles.

Ahmed Kalouaz, escritor argelino, lo cuenta en su novela Je préfère qu’ils me croient mort (prefiero que me crean muerto), en la que narra la historia de un niño de Mali llamado Kounandi, quien una mañana de abril abandona Bamako rumbo a París, con sueños de gloria rondando sobre su cabeza.

En dicho relato, el jovencito de 14 años conoce a un reclutador falso que le asegura que nunca había visto a un chico jugar tan bien con la pelota. Las palabras llegan a oídos de la familia de Kounandi, la que se imagina que su pequeño hijo los puede sacar de la pobreza.

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-Usted sabe, yo trabajo para los clubes grandes. Su hijo irá a la escuela por la mañana y jugará a la pelota por la tarde. Tendrá alojamiento con los demás jugadores y desde el principio tendrá un pequeño salario. Y, cuando triunfe, ganará los euros suficientes para mandar por ustedes y construirles una gran casa en Europa.

-¿Qué tenemos que hacer?, preguntas los padres, emocionados.

-Para salir de Mali se tienen que hacer gastos. Hay que viajar en avión y hacer algunas compras, por lo que necesitaremos unos dos mil euros.

Con ese dinero, la familia podría comprar un rebaño de cabras de la región de Sahel y canoas, incluso con motor, para el transporte de arena. Mucho dinero para los padres, por lo que buscan ayuda de todo el vecindario. Al final, se hace una inversión colectiva para que Kounandi y otros dos niños con habilidades en los pies descalzos realicen el soñado viaje a Francia.

Un viaje que se convierte pronto en pesadilla, con tres jovencitos negros engañados y abandonados en las calles de París. Un reclutador falso que desaparece con el dinero y los “futuros futbolistas” tocan puertas, inútilmente.

En cuanto los protagonistas se sienten fracasados, prefieren quedarse en los callejones parisinos que decir a sus padres que todo fue un engaño. ¿Qué pensarían los vecinos que invirtieron sus pocos ahorros en unos chicos que nunca jugarán al lado de Salah, Mané o bien Aubameyang?

Es entonces cuando aparece el título de la novela, cuando los niños prefieren que los den por muertos antes que anunciarles la noticia de la estafa. ¿El desenlace?, otros chicos prostituyéndose y delinquiendo en las calles de la capital francesa.

¿COSA DE CUENTO?

La historia de Kounandi se ha multiplicado en la realidad. Aunque no hay estadísticas, el año pasado se manejó la cifra de 800 niños africanos (Save The Children) que viajaron a países como Francia, Inglaterra, Italia, España y Bélgica con el señuelo de convertirse en las próximas estrellas de los grandes clubes europeos. Como Kounandi, terminaron en las calles, sin dinero para volver a sus casas y sin el deseo de regresar.

Cada vez que un futbolista africano tiene éxito en Europa (hoy es el caso de Mohamed Salah con el Liverpool, equipo que pagó 150 millones de euros por el egipcio) los pequeños de la África pobre –Mali, Ghana, Costa de Marfil, Sierra Leona- vuelven a ilusionarse y acuden a las escuelas de futbol, la mayoría con reclutadores falsos, que les prometen llevarlos a tierra prometida.

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Es tanto el bombardeo de la publicidad con ídolos africanos conquistando Europa que poner una escuela ilegal se ha convertido en un negocio redondo. No importa que los niños jueguen sin zapatos y que no sepan pegarle al balón y que ni siquiera tengan acta de nacimiento. Conseguir documentos falsos es fácil en el continente africano, así como rentar una lancha y una casa enorme, donde tienen a los prospectos antes que se realice el viaje.

Ante tanta miseria en los países de África, es común mirar a jovencitos de distintas edades correr tras el balón en cualquier terreno. Para ellos, el futbol se ha convertido en la única salida contra la pobreza.

No todos los centros de futbol son falsos. Algunos hacen bien las visorías y se llevan a menores de edad, de grandes facultades. Hoy, el 14 por ciento de los extranjeros en ligas europeas son africanos (en 2018, mil 104 futbolistas de dicha región se integraron al balompié europeo). Aunque en el camino quedarán miles que viajan con la utopía de un mejor futuro y sólo encontrarán hambre y violencia. No todos pueden ser Mohamed Salah o Sadio Mané.

AMU

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