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La polémica en Egipto sobre la poligamia

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

 

En la legislación islámica derivada del Corán, la poligamia constituye una práctica aceptada que se mantiene aún vigente en muchas regiones y países de mayoría musulmana.

A lo largo de la historia, los intérpretes de la ley religiosa han regulado los términos en los que el matrimonio entre un hombre y varias mujeres debe darse, por lo que no es extraño que en la actualidad y bajo la influencia de los avances de la cultura que estimula la igualdad de género, los debates respecto a esa forma de matrimonio están cobrando relevancia y pertinencia en diversos puntos del mundo musulmán.

En Túnez, por ejemplo, la poligamia está prohibida por ley, con sanciones que incluyen penas de prisión a quien se case con una segunda mujer. No es así en muchos otros países árabes donde existe una tolerancia tácita y explícita a tal práctica. Es interesante cómo en fechas recientes, se desató en Egipto una polémica sobre ese tema en el que los primeros protagonistas fueron clérigos cuya autoridad goza de una respetabilidad avalada, incluso por el Estado.

Todo comenzó cuando el gran imam de la mezquita de Al-Azhar, Sheikh Ahmed al-Tayeb, declaró públicamente en televisión y por Twitter, que en 90% de los casos, la poligamia conlleva injusticia para la mujer, su familia y sus hijos.

Textualmente dijo: “…la poligamia es un ejemplo de una comprensión distorsionada del Corán y de la palabra del profeta… la poligamia es un derecho sujeto a condiciones, como la condición de equidad. Si no hay equidad, la poligamia se convierte en pecado (haram). Es un asunto que no está abierto a experimentos”.  

De inmediato sobrevino la respuesta de los líderes religiosos de la corriente salafista (la modalidad que rige en Arabia Saudita). Ellos iniciaron una campaña en las redes sociales bajo el hashtag “déjenlo tener muchas esposas”, y llamaron a alentar a la poligamia bajo la consideración de que es una práctica benéfica para la sociedad en general, incluidas las mujeres, ya que da la oportunidad a mujeres solteras de tener una familia e hijos antes de “que se les pase el tren”. Así se les evitaría un daño sicológico y un sufrimiento social, decía su arenga.

Por supuesto, también entraron en la polémica mujeres (lo cual hubiera sido inconcebible hace algunos años). El Consejo Nacional para las Mujeres apoyó públicamente la postura del imam Al-Tayeb, mientras que Amna Nosseir, una mujer miembro del Parlamento y profesora de filosofía islámica en la Universidad Al-Azhar, declaró a los medios que si bien en los principios del islam la poligamia fue una necesidad en vista de la naturaleza de la sociedad de aquellos tiempos (siglo VII d.C.), “…las cosas han cambiado para la mujer contemporánea… las mujeres han adquirido educación, independencia y autonomía y son ahora iguales a los hombres”.
     Sin embargo, este es un caso paradigmático de lo lento y difícil que es modificar prácticas ancestrales y empezar a escapar de una tradición que ha estado vigente por siglos, por más disfuncional que se haya vuelto en la actualidad. Y he aquí la prueba: esas mismas voces que descalificaron la poligamia en Egipto, como el imam al-Tayeb y la parlamentaria Nosseir, se manifestaron también, paradójicamente, contrarias a que la poligamia fuera prohibida y penalizada como lo es en el caso de Túnez. Si bien ambos estuvieron dispuestos a dar una batalla contra la poligamia mediante exhortos y argumentos, no se atrevieron a la guerra total. Cuando llegó la pregunta de si se debía prohibirla, la respuesta fue negativa, quizá porque están conscientes de que la resistencia social y clerical para cambiar tan radicalmente, sigue siendo formidable.

Lo cual conduce a pensar en muchos otros casos que se dan alrededor de problemáticas similares: cómo se van dando en otros entornos, el nuestro por ejemplo, las luchas por modificar socialmente el lugar de las mujeres, por cambiar las perspectivas acerca de la homosexualidad, por educar en la equidad de género y la no discriminación de las minorías. O también, qué proceso puede esperarse de una Iglesia católica que enfrenta los dilemas y problemas encarnados por el celibato obligatorio, la prohibición de divorciarse o los derivados del tema del aborto. Todas esas luchas han despuntado ya desde hace tiempo, pero es incierto aún cuándo y cómo se irán desarrollando para resolver esos desafíos y acceder de manera más clara a posturas más acordes con los tiempos que vivimos.

 

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