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El Cristo que protegió a la Virgen de Guadalupe; se cumplen hoy 100 años del atentado

La tilma quedó intacta tras el atentado con dinamita en 1921 contra la imagen de la Virgen de Guadalupe; fue el preámbulo de la persecución religiosa; en 1926 el manto sagrado fue escondido dentro de un ropero para protegerlo

Héctor Figueroa | 14-11-2021
Fotos: Archivo Histórico Excélsior y Elizabeth Velázquez
Fotos: Archivo Histórico Excélsior y Elizabeth Velázquez

CIUDAD DE MÉXICO.

La mañana del 14 de noviembre de 1921 un hombre colocó una bomba con dinamita dentro de un arreglo floral a los pies del altar de la Virgen de Guadalupe en la Antigua Basílica, con el objetivo de destruir la imagen original de la Guadalupana.

Aproximadamente a las 10:30 de la mañana la bomba de dinamita estalló, dañando las gradas del altar y los candeleros de latón. El Cristo Crucificado de hierro y bronce, que pesa 34 kilos, el cual antecedía en el altar la imagen de la Virgen, cayó retorcido al piso.

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no sufrió ningún daño. De acuerdo con el relato que se conserva en la Basílica, el cristal que la protegía también resistió.

Sin embargo, el crucifijo de metal recibió todo el impacto de la explosión y cayó hacia atrás, desfigurándose en su estructura. 

Paradójicamente, esta figura metálica de Jesús protegió el cuadro original de la Virgen del Tepeyac, relató a Excélsior el canónigo del Cabildo de Guadalupe, Luis Felipe García Álvarez.  Hoy, 100 años después, con emoción y con la certeza de su fe, señala que Jesús “protegió” a su madre de la explosión, por lo que se le llama el Santo Cristo del Atentado.

Cristo recibió toda la descarga, defendió a nuestra madre, y nos la volvió a dar, como un día hizo en el cerro del Calvario y aquí nos la dio con Juan Diego, y nos la vuelve a dar hace cien años.

No estoy celebrando el atentado, estoy celebrando el triunfo sobre el atentado, así como no celebro la muerte, yo celebro la Resurrección”, comentó el sacerdote.

 

El Santo Cristo del Atentado en la Basílica de Guadalupe, en las condiciones en las que quedó tras el ataque.  

 

CRUCIFIJO RETORCIDO

La figura del Cristo de hierro y bronce es el fiel testigo del ataque en contra del símbolo más preciado de los católicos mexicanos, y de los destrozos que causó la bomba en el altar de mármol de la Antigua Basílica del Tepeyac.

El horario está marcado, había terminado la misa, se acercó un obrero a colocar un arreglo de flores. Estaba la Virgen en el altar ya antiguo, a los pies la colocó (la bomba) y el Cristo quedó de este lado. 

Entonces, cuando estalla, el Cristo tiene esta forma (curva) que podemos nosotros ver; así que él recibió el golpe y el altar quedó desecho y la Virgen quedó de pie y ni el vidrio se rompió”, relató.

El Santo Cristo del Atentado se conserva en la actual Basílica de Guadalupe en una vitrina; los asistentes lo pueden observar y venerar cuando acuden al templo.

Al entrar por la puerta central de la Basílica de Guadalupe y caminando a la derecha, a un costado de la pared, se puede observar la reliquia del Santo Cristo del Atentado y ver la reseña del acontecimiento histórico.

 

 

 

LO IBAN A LINCHAR

El atentado de 1921 contra la imagen original de la Virgen de Guadalupe ocurrió bajo el gobierno del presidente Álvaro Obregón, cuando desde el poder público iniciaba la persecución religiosa, que derivaría con el cierre de templos en 1926 y el inicio de la Guerra Cristera.

La mañana del atentado, trabajadores se encontraban dentro de la Basílica, y de entre ellos salió un hombre con un ramo de flores. Caminó hacia la imagen, colocó las flores debajo de ella y se alejó con rapidez.

Momentos después, un estruendo se escuchó. Quienes ahí se encontraban buscaron al responsable con la idea de lincharlo.

Según testimonios periodísticos de la época, los testigos interrogados dijeron que el autor del suceso había sido un hombre “de semblante descompuesto” que quiso salir rápido tras la explosión. 

Un grupo de mujeres lo siguió y así pudieron decirle a la autoridad que era un sospechoso, que lo habían visto bajar de la escalinata del templo. El suboficial de gendarmes de La Villa, Ignacio G. Gutiérrez, confirmó que el detenido era Luciano Pérez, ferrocarrilero, a quien había observado “densamente pálido y excitado”.

Los diarios de la época también refieren que las autoridades civiles y religiosas del Tepeyac habían recibido una llamada del presidente Álvaro Obregón, quien les ordenó evitar el linchamiento del presunto responsable.

Todavía en la puerta, gente que vio que era él, lo detuvo, pero llegó la policía y dispersó a la multitud. Dicen de varios nombres”, relató Luis Felipe García Álvarez.

Los relatos de la época responsabilizaban al presidente Obregón del acto contra el ayate de la imagen de la Virgen, por su postura radical en contra de la Iglesia.

Siete años después, en 1928, José de León Toral, un activista de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), asesinaría a Obregón cuando salía a comer al restaurante La Bombilla en San Ángel, al sur de la Ciudad de México.

 

 

BAJO RESGUARDO

El atentado contra la imagen de la Virgen de Guadalupe fue el preámbulo de la persecución religiosa que en 1926 motivó retirar del altar la tilma sagrada y esconderla dentro de un ropero de doble fondo para evitar su destrucción.

Estaba por publicarse una ley que obligaría a los ministros de culto a abandonar las iglesias, y tomando en cuenta que eran comunes los ataques contra los templos y las imágenes religiosas, el abad de la Basílica, Feliciano Cortés, decidió ocultarla y se colocó una copia en el altar de la Antigua Basílica.

Para poder quitar la tilma con la imagen original de la Guadalupana, se mandó a hacer una copia, pintada por Rafael Aguirre, la cual sustituyó a la original.

La Virgen de Guadalupe tiene que ser escondida (…) la sacan de aquí, y ponen una copia, una mala copia, por cierto”, comentó el canónigo Luis Felipe García Álvarez.

La imagen original fue resguardada con seda y una jerga gruesa; posteriormente se escondió en un doble fondo de un pequeño ropero chino de doble fondo, evadiendo el operativo anticlerical que el gobierno desplegó en El Tepeyac.

El abad le encargó a su amigo Luis Felipe Murguía Terroba, que custodiara la imagen de la Virgen de Guadalupe en su casa del centro de la Ciudad de México, donde permaneció del 30 de julio de 1926 al 30 de julio de 1927.

 

 

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