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Expresiones

Rosario Castellanos, la poetiza que un día se miró vacía

Si como aseveró Andy Warhol 'la idea no es vivir por siempre sino crear algo que sí lo haga', nuestra entrañable Rosario, lo logró con nítida perfección 

Redacción | 07-08-2018
Rosario Castellanos, la poetiza que un día se miró vacía

                                                                           Escribo porque yo, un día, adolescente,
                                                                           me incliné ante un espejo y no había nadie.
                                                                          ¿Se da cuenta? El vacío.

                                                                                                                Rosario Castellanos

 

CIUDAD DE MÉXICO.

Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza? ¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo? ¿Castrar al potro Dios? Pero Dios rompe el freno y continúa engendrando magníficas criaturas, seres salvajes cuyos alaridos rompen esta campana de cristal

Ella es Rosario Castellanos. 

Si como aseveró Andy Warhol "la idea no es vivir por siempre sino crear algo que sí lo haga", nuestra entrañable Rosario lo logró con nítida perfección. 

Mucho se ha dicho de la escritora de la que hoy, 7 de agosto, recordamos otro aniversario luctuoso. 

Se le ha descrito como una mujer inteligente, que amaba las letras, la lectura, la política, la pintura, pero sobre todo como un personaje que se preocupaba por transmitir su sabiduría y agilidad mental y mantenerse al día respecto a los clásicos de la antigüedad, como Eurípides o Sófocles. 

Se le ha catalogado como una de las poetas más importantes del siglo XX y pionera del feminismo en México.

En 2013, Rodica Radian Gordon escribió en estas páginas: 

Rosario Castellanos: recordando su nacimiento

Le tocó vivir y ser testigo de uno de los dramas más grandes en la historia israelí, el de la Guerra de Kippur en 1973.

30 de Mayo de 2013

El pasado lunes se conmemoró el 88 aniversario del nacimiento de la escritora Rosario Castellanos, donde tuve la oportunidad de dirigir el siguiente mensaje:

“Es para mí un gran honor participar en este evento de conmemoración a la extraordinaria persona que fue Rosario Castellanos. Un gran honor, porque estamos hablando de una mujer que, además de poseer un talento literario inmenso, se convirtió en una personalidad ejemplar, en un ‘modelo a imitar’, quien allanó el camino para las mujeres mexicanas de su generación y de las generaciones posteriores en muchos sentidos, e incluso en el campo diplomático y político; y
un gran honor, porque yo —como primera embajadora mujer de Israel en México— rindo un homenaje a la primera embajadora mujer de México en Israel.

“Se sabe muy bien que Israel acogió a Rosario Castellanos con cariño. Y creo que ella tuvo aún más admiración por ser una de las más destacadas intelectuales de México, representando a su país en la tradición de otros destacados intelectuales-embajadores. Nosotros, los israelíes, siempre hemos admirado a los hombres de letras, entendiendo y apreciando el efecto de la cultura en su sentido más amplio como una de las herramientas diplomáticas más apropiadas para acercar a los pueblos a través de ella.

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“Me he preguntado e imagino el Israel que encontró Rosario durante su estancia y hasta su trágica muerte. Estamos hablando de un Israel muy joven, el cual en 1973 celebraba sus primeros 25 años de existencia. Desde 1969, la primera ministra era Golda Meir, de la generación de los “gigantes” quienes crearon al Estado de Israel, la única mujer, hasta ahora, en ese puesto tan importante, además de ser —ella también— un ‘modelo a imitar’ para las generaciones posteriores. El presidente era Zalman Shazar, de la misma generación y a la vez un hombre de letras, quien en 1973 fue sustituido por el cientifíco doctor Efraim Katzir. El ministro de Asuntos Exteriores era Abba Eban, el diplomático más renombrado y más elocuente que Israel tuvo alguna vez, mientras el ministro de Defensa era el icónico Moshe Dayan.

“Además, a Rosario le tocó vivir y ser testigo de uno de los dramas más grandes en la historia israelí, el de la Guerra de Kippur en octubre de 1973, después de tres años de ataques diarios en la frontera con Egipto. La Guerra de Kippur fue un terremoto en la política israelí, que puso fin a la atmósfera de euforia motivada por el gran triunfo en la Guerra de los Seis Días, de 1967. Dicho drama dejó su huella en una generación entera, y en la esfera política señaló el principio de la caída del Partido Laborista Israelí y el fin de su hegemonía política.

“El paisaje intelectual que Rosario encontró estaba compuesto por una mezcla de ‘gigantes’ como Shai Agnon, el premio Nobel israelí en literatura, Avraham Shlonski y Natan Alterman —los líderes de la poesía de Tel Aviv—, el gran poeta Yehuda Amihai en Jerusalén, los jóvenes Amos Oz y A.  B. Yehoshua; pero también las voces femeninas más importantes, como las poetas Amalia Kahane Carmón, Dalia Rabikovich y Tirtza Atár (hija de Alterman), todas ellas poetas, quienes —de manera similar a la de Rosario— buscaron su propia voz. La rebelión literaria contra los ‘gigantes’, que empezó algunos años antes, fue expresada de diversas maneras, como por ejemplo por poetas como Natan Zach o los jóvenes Meir Wiezeltier, Yaír Hurvitz y Yona Wallach, quien era una de las poetas israelíes más revolucionarias e influyentes.

“La Guerra de 1973 y los acontecimientos políticos se reflejaron, por supuesto, en la cultura israelí de aquellos años, llevando a fuertes expresiones de crítica política al gobierno, sin precedentes hasta entonces. Así fueron, por ejemplo, las obras del joven dramaturgo Hanoch Levín, quien en años posteriores fue reconocido como el dramaturgo más destacado de Israel.

“Imaginen ustedes, ¡qué años tan turbulentos y formativos fueron estos para la sociedad israelí, que en aquel entonces contaba apenas con 3.5 millones de habitantes! Sin embargo, las relaciones bilaterales con México marchaban bien en aquellos años, antes de la resolución ‘sionismo=racismo’, activamente impulsada por México y adoptada por la ONU en 1975, la cual marcó el punto más bajo en las relaciones entre ambos países. Si bien durante la presidencia de Salinas de Gortari México promovió la reversión de esta resolución, sería hasta la década de los 90 y durante el mandato del presidente Zedillo que se recuperó el buen entendimiento.

“De lo que conozco, Rosario fue feliz en Israel. En el libro Vida, Elena Poniatowska describe su estancia en Israel como una de autorrealización. Parte de ésta fue, sin duda, el hecho de que ella pudo continuar su actividad creativa, publicando sus obras —su último libro, El mar y sus pescaditos, fue publicado un poco antes de su muerte, en julio de 1974— así como su actividad académica, esta vez en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Yo, personalmente, siento una gran satisfacción en saber que mi país tuvo un lugar importante en su vida.”

Colaboradora de Excélsior desde 1963 hasta su muerte el 7 de agosto de 1974, te recordamos algunos de los trazos literarios de Rosario Castellanos:

  • Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día
  • Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca
  • Heme aquí suspirando como el que ama y se acuerda y está lejos
  • Éramos el abrazo de amor en que se unían el cielo con la tierra
  • No son nube ni flor los que enamoran; eres tú, corazón, triste o dichoso.
  • A veces, tan ligera como un pez en el agua, me muevo entre las cosas feliz y alucinada
  • No son nube ni flor los que enamoran; eres tú, corazón, triste o dichoso
  • En mi aridez, aquí, llevo la marca de su pie sin regreso
  • Feliz de ser quien soy, sólo una gran mirada: ojos de par en par y manos despojadas
  • Bajo tu tacto tiemblo como un arco en tensión palpitante de flechas y de agudos silbidos inminentes
  • No te acerques a mí, hombre que haces el mundo, déjame, no es preciso que me mates. Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren de algo peor que vergüenza. Yo muero de mirarte y no entender
  • No es que el poeta busque la soledad, es que la encuentra. 
  • El matrimonio es el ayuntamiento de dos bestias carnivoras de especie diferente que de pronto se hallan encerradas en la misma jaula. Se rasgunan, se mordisquean, se devoran, por conquistar un milimetro mas de la mitad de la cama que les corresponde, un gramo mas de la racion destinada a cada uno. Y no porque importa la cama ni la racion. Lo que importa es reducir al otro a la esclavitud. Aniquilarlo.
  • ¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared? ¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye? ¿Se echa uno a correr, como el que tiene las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?

 

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RICARDO GUERRA 

En el prólogo para el libro "Cartas a Ricardo", Elena Poniatowska escribe: 


Del “Querido Niño Guerra” al “Cabellitos de Elote”

Hasta la fecha ninguna escritora mexicana había dejado un documento tan enriquecedor como estas cartas que le escribe Rosario Castellanos a Ricardo Guerra de julio de 1950 a diciembre de 1967, con una interrupción de 1958 a 1966, año en que una Rosario deshecha se va de profesora visitante a Madison, Wisconsin.

Las cartas de Rosario son devastadoras, estrujantes, obsesivas, oro molido para siquiatras, sicólogos, analistas, biógrafos y, ¿por qué no?, críticos literarios.

Lo son también para nosotras las mujeres, que en ellas nos vemos reflejadas. ¿Qué mayor prueba de que muchas mujeres lo apostamos todo al amor que este documento epistolar? Nunca hubo otro hombre en la vida de Rosario; sólo Ricardo, siempre Ricardo. La suya es una inmensa carta de amor y desesperación que dura los 17 años de su convivencia y más, porque cuando Rosario venía de Israel solía interrumpir las conversaciones con una pregunta eterna: “Oye, ¿y no has visto a Ricardo?”

Ricardo y Rosario se conocen en México en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en Mascarones, a fines de 1949. Desde su primera carta del 28 de julio de 1950, los términos son de entrega absoluta. Le habla de “usted” antes del matrimonio. “Mire, le voy a decir cómo soy porque usted no me conoce”. Después le habla de tú. Se analiza mejor que cualquier sicoanalista. Se mira débil, hace propósitos de fortaleza; se mira dispersa, hace propósitos de trabajo y los cumple; se mira antisocial, es encantadora, deleita a todos con su conversación. Uno de los rasgos más conmovedores de su personalidad es la conciencia que tiene de su vocación de escritora: “Voy a matarme de trabajo pero voy a ser escritora”. Otro, desde luego, es su fidelidad amorosa. Rosario confiesa:

'Fui tan perfecta, tan plenamente feliz en los últimos quince días gracias a ti, que esta separación no ha alcanzado a turbarme ni a destruirme. Estoy todavía demasiado llena, rebosante de esta felicidad que me diste; tengo todavía grandes reservas de dicha y espero que no se agoten antes de que tu presencia las renueve

Se obsesiona: “Todas las noches lo sueño pero es siempre la misma cosa angustiosa; de saber que usted está en alguna parte, de ir a buscarlo y de caminar y caminar y no alcanzarlo nunca”.Repite: “Nunca pensé que se pudiera necesitar tanto a nadie, como yo te necesito a ti”. Lo raro es que siempre es ella la que se va.

En los años finales de su relación amorosa, 1967, precisa:

Creo que en estos últimos días he tenido una experiencia muy clara de lo que es la fidelidad. Ya ves que me quedé con la miel en los labios porque apenas estaba descubriendo las delicias de la sexualidad. (...) Yo te amo y eso le da un sentido perfectamente determinado a mi deseo. Mi deseo únicamente lo satisfaces tú. Yo no quiero que nadie ni nada se interponga entre esa nueva realidad que para mí es ahora tan rica y tan importante (...) Es muy mi gusto y mi orgullo y mi alegría y mi seguridad de saber que mi cuerpo no conoce nada más que el placer que tú le has proporcionado. Y te aguarda con muchas ganas y con mucha paciencia. (...) Y piensa en mí ahora no como la esposa que exige el débito conyugal sino como la enamorada que quiere decir con gestos, con actos lo que no se puede decir con palabras.

ESE PEDAZO DE AMOR HECHO DE LETRAS

Le escribió Rosario a Ricardo: 

“Lo amo, lo amo. ¿Por qué no hay otra palabra para decirlo? ¿Por qué las palabras son tan pobres y tan insuficientes y tan inútiles? Si supiera en qué forma tan absoluta y tan radical me ha modificado; usted descubrió en qué parte de mi ser estaba la ternura y se ha apoderado de ella sin violencia, totalmente”.

“Sé que lo que tenga que venir de tus manos será lo que yo reciba; que en vano se lucha contra lo que es nuestro destino. Y que si tengo que vivir será porque tú quieres. Y ahora ya no me da miedo morir, porque he vivido. Un momento, como el que nosotros tuvimos, basta. En un momento así se alcanza la revelación de todo lo que ha permanecido oculto, atormentándonos”.

“Me entregué a usted: nunca me he puesto a considerar si fue sólo un momento. Sé que antes de conocerlo era yo una persona completamente distinta de la que soy ahora y que tal como me ha hecho le pertenezco. El que usted me sea fiel o no, no me hace variar de actitud. Yo le seré fiel siempre, a toda costa. No me interesa coquetear con nadie. Lo amo a usted. Si usted me falla, si por cualquier motivo nuestro amor no puede realizarse, yo no quiero volver a saber nada de amor con nadie, yo quiero vivir completamente sola y sin que nadie me hable de estas cosas. A usted no puedo substituirlo con nadie. Lo amo a usted, con exclusión del resto del mundo. Lo amo a usted aunque tenga niñitas y aunque las ame a ellas y aunque no me ame a mí. Lo amo y lo amo. Y estoy furiosa. Grrrr. Claro que si usted me dice que no quiere saber nada de mí no voy a andar detrás de usted dándole la lata”. (Madrid, 6 de noviembre de 1950).
 

Rosario Castellanos, la escritora que dio voz a los indígenas

 

 

Otro de los poemas imperdibles de la literata es: 

 

Entrevista de prensa


Pregunta el reportero, con la sagacidad 
que le da la destreza de su oficio:
—¿por qué y para qué escribe?

—Pero, señor, es obvio. Porque alguien 
(cuando yo era pequeña) 
dijo que la gente como yo, no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra,
porque no arroja peso en la balanza,
porque su nombre es de los que se olvidan.
Y entonces....Pero no, no es tan sencillo.

Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿se da cuenta?. El vacío. Y junto a mi los
otros chorreaban importancia.

No, no es envidia. Era algo más grave. Era otra cosa.
¿Comprende usted? Las únicas pasiones
lícitas a esa edad son metafísicas.
No me malinterprete.

Y luego, ya madura, descubrí
que la palabra tiene una virtud:
si es exacta es letal
como lo es un guante envenenado. 

¿Quiere pasar a ver mi mausoleo?
¿Le gusta este cadáver? Pero si es nada más
una amistad inocua.
Y ésta una simpatía que no cuajó y aquél
no es más que un feto. Un feto.

No me pregunte más. ¿Su clasificación?
En la tarjeta dice amor, felicidad
lo que sea. No importa. 

Nunca fue viable. Un feto es un frasco de alcohol.
Es decir un poema
del libro del que usted hará el elogio.

 

 

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