Fernando Fernández: una relación pacífica con la poesía

El escritor, que ingresó anoche a la Academia Mexicana de la Lengua, ratifica su fascinación por la palabra

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investigador literario y ensayista, Fernando Fernández

Escritor de historias desde niño, fundador de revistas desde joven, editor, investigador literario y ensayista, Fernando Fernández (1964) es “ante todo un poeta”; oficio en el que incursionó con El ciclismo y los clásicos, en 1990, pero en el que ha decidido caminar sin prisas ni obsesiones.

Tengo una relación de bastante paz con la poesía. Soy enemigo de forzar las cosas”, comenta en entrevista con Excélsior. “Veo que los pocos lectores de poesía, que muchas veces son los propios poetas, tienen una relación un poco monomaniaca con el género y están muy necesitados de escribirla todos los días y publicar libros con gran frecuencia. Y siento que se agota el discurso”.

Quien anoche ingresó formalmente a la Academia Mexicana de la Lengua (AML), institución que lo eligió el pasado 10 de noviembre para ocupar la silla VIII, afirma que “desde hace mucho tiempo aprendí a no forzar las cosas, por eso he publicado tres o cuatro libros desde 1990.

Y eso hace que la escritura ocurra cuando una serie de circunstancias se reúnan. Es decir, que surja una frase afortunada, que venga acompañada de una emoción y, al mismo tiempo, que tenga la disposición de escribirla en ese momento y el espacio para desarrollar esa idea”, agrega.

El autor de los poemarios Ora la pluma (1999), Palinodia del rojo (2010), Chirimoya (2016), Oscuro escarabajo (2018) y 3, 4 poemas (2020) dice que mantiene una relación pacífica y respetuosa con la poesía.

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Y de cuando en cuando, a pesar de que tengo la sensación de que he dejado de escribirla para siempre, surge algo y es un verdadero deleite atenderle y trabajar el poema que sale”, añade.

Cuenta que desde niño tenía interés en escribir. “No sé por qué. Hace poco recuperé de un viejo baúl una historia que escribí en quinto o sexto de primaria. Ahora me hace gracia, porque contaba el relato de unos seres humanos que tienen que abandonar el planeta porque el Sol se está acercando de más. Me da risa haber tenido esa preocupación desde pequeño”.

El ensayista a quien le fascina investigar todo, “desde cómo se llama un árbol hasta la obra de poetas tan complicados como Ramón López Velarde o Gerardo Deniz”, se siente feliz con su ingreso a la AML. “Me emociona poder aportar a una institución que acompaña, estudia y comprende a la lengua. El español es muy poderoso y México ocupa un lugar vital en su evolución.

Además, en un país donde están siendo destruidas las instituciones, es notable que la Academia (Mexicana de la Lengua) esté a punto de llegar a los 150 años de su fundación. Significa que las instituciones prevalecen y los seres humanos se van muriendo. Por eso es importante que éstas se renueven”, concluye.

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