ENTREVISTA. ‘Perras de reserva’, relatos contra la invisibilización de las mujeres
"Mi objetivo era mostrar una variedad de mujeres diversas, en contextos muy adversos, complejos, y que fueran voces distintas de las que se habían escuchado en la literatura", dijo la escritora mexicana.

Una representación realista, diversa y feminista de las mujeres en la literatura es, todavía, uno de los grandes pendientes en México. Así lo cuenta la escritora Dahlia de la Cerda, quien en su libro de cuentos Perras de reserva explora una amplia pluralidad de visiones femeninas.
En entrevista, la autora cuenta como fue escribir sobre mujeres de clase alta, buchonas, sicarias, brujas y migrantes; todas viviendo experiencias únicas, pero todas cruzadas por las violencias machistas.

Perras de reserva muestra el feminismo interseccional, es una muestra de la pluralidad de feminismos.
Cuando escribí Perras de reserva tenía muchas razones para hacerlo, pero nunca pensé escribir un libro de cuentos que reflejara el feminismo interseccional. Lo que yo quería era escribir un libro de cuentos que hablara de mujeres diversas, que ellas fueran personajes complejos, multidimensionales.
Muchas no han sido lo suficientemente representadas en la literatura, otras habían sido invisibilizadas o retratadas desde tratamientos estigmatizantes, revictimizantes o unidimensionales.
Hay retratos muy duros, como el de las migrantes.
Mi objetivo era mostrar una variedad de mujeres diversas, en contextos muy adversos, complejos, y que fueran voces distintas de las que se habían escuchado en la literatura.
Al final de cuentas de eso se trata el feminismo interseccional o más bien la interseccionalidad como herramienta del feminismo. Lo que quiere no es que nos traten igual a todas las mujeres, sino explicar y entender porque nos tratan diferente.
¿Tuviste contacto con migrantes, buchonas, sicarias o escribiste desde la ficción?
Algunos personajes sí eran mujeres que había en mi contexto inmediato, pero para otras tuve que hacer un trabajo de investigación. Para las sicarias, me fui directamente al periodismo de investigación y al de nota roja para encontrar mujeres que estaban en las filas del sicariato en México. Sobre todo, leí reportajes e investigaciones donde hay un trabajo etnográfico, de introspección hacia las personas que se involucran en el crimen organizado.
Me parecía necesario escribir sí del lado de las víctimas, pero también el lado de los victimarios. Hablando del crimen organizado, claro que hay mujeres, pero no son representativas porque no hay tantas involucradas, al menos no en los brazos armados del crimen. Hacen otras funciones porque el crimen organizado emplea de forma directa o indirecta a muchas personas en México.
Hiciste una ‘mini saga’ de mujeres buchonas en tu libro. Cuentos que muestran una forma muy particular de vida en México.
Para las buchonas tuve acceso directo a una de ellas porque yo le había hecho un favor por mi activismo y ella me ayudó a hablar con sus amigas sobre temas que me interesaba conocer respecto a su forma de pensar. Estuve durante mucho tiempo haciendo trabajo de etnografía por medio de redes sociales, o sea siguiéndolas en redes, viendo sus stories en Instagram, sus lives.
Antes había una red social que se llamaba ASKfm, donde se hacían preguntas anónimas, y varias de estas buchonas la usaban. Ahorita ya dan entrevistas, pero si tú escuchas en este momento una entrevista a la hija de algún narcotraficante y luego ves la forma de pensar de mi personaje Yuliana notarás que hay mucha similitud porque la mayoría de ellas crecieron en el mismo contexto.
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La verdad, el personaje que me costó mucho más trabajo fue Constanza, porque yo no tengo acceso tan fácil a mujeres de clase alta que estén involucradas con la clase política. Lo único que hice fue ponerme a seguir a Mariano Rodríguez -la esposa del actual gobernador de Nuevo León-. Me sorprendió mucho que ella sí quiere ser la esposa de un político poderoso y era muy interesante como uso todo su branding personal y todas sus redes sociales como propaganda política.
Me pareció muy inteligente, porque tonta no es para nada. Ahí tengo un problema porque pertenece a la clase política y a la clase alta, porque no ha sido chida del todo con otras mujeres, porque es una mujer blanca burguesa con muchísimos privilegios que no usa para hacer el mundo más chido, sino para beneficiarte aún más.
Tus personajes enfrentan situaciones muy duras: injusticias y violencias que no nos son para nada ajenas. Pero ellas, como las sicarias, también ejercen violencias.
Además de hacer personajes multidimensionales me interesaba hablar de que la violencia es multiforme y que hay muchos tipos de violencias que las mujeres atravesamos y no todas están centradas en el sexo; hay unas que tienen que ver con nuestra clase, con nuestra raza.
Quería mostrar que las mujeres también somos capaces de ejercer violencia y que una puede ser víctima y victimario al mismo tiempo.
Tanto en Perras de reserva como en tu libro más reciente, Desde los zulos, hay comentarios que han suscitado ciertas polémicas en redes. A ti hay gente que te quiere cancelar por tus opiniones sobre el feminismo.
Honestamente siento que muchas de las polémicas en torno a lo que digo o lo que escribo, tanto las del mundo literario como en el movimiento feminista, la mayoría de las veces no tienen tanto que ver con que les importe lo que está sucediendo, sino con prejuicios personales, sus configuraciones morales y sus odios.
Yo he visto en redes sociales a mucha gente cuya personalidad es odiar lo que les gusta a personas que les caen mal, pero eso es algo que no se queda en lo digital. En el mundo del feminismo he visto a mujeres hacer alianzas impensables porque las une el odio a un grupo de personas.
A los humanos nos mueven cosas como el resentimiento, pero no es políticamente correcto aceptarlo. Piensan que si yo critico esto estoy en contra de lo otro, si no tengo un trauma o problemas emocionales o me cae mal una persona, no estamos del mismo lado. Hacemos justificaciones políticas.
Te he escuchado decir que el feminismo es un club de té para algunas mujeres.
El feminismo es un movimiento político y hay mujeres que le están quitando esa característica, lo dejan en su aesthetic. Para ellas, tienes que pensar de determinada forma y eso es imposible en un país con tantas diferencias. Por ejemplo, a la marcha por el aborto libre y gratuito (en Ciudad de México) van miles de mujeres, miles, pero sería imposible ponernos de acuerdo para enfrentar nuestras violencias porque ¿cuáles de todas las violencias?
En México cada estado es bien distinto a otro y sí, hay violencias que nos cruzan a todas, pero no son las mismas en todos los contextos.
Antes había subculturas que estaban acompañadas de cierta estética, pero no eran movimientos políticos (exceptuando al punk) y al feminismo le está pasando eso.
Las otras mujeres no tienen que caerte bien a fuerza, no tienes que apoyarlas incondicionalmente porque eso no es feminismo. A mi hay mujeres que me han hecho daño; las mismas que dicen que ya no deberían abrirme espacios son las que se ponen un pañuelo verde y marchan.
Tienes un cuento, La sonrisa, que es la crónica de un feminicidio, pero al final se convierte casi en un relato de terror.
Yo vengo de la cultura gótica. Me gustan mucho las historias de terror, sobre todo de vampiros y zombies. Ese relato viene de las lecturas que hice y de toda las series y películas. Lo fui escribiendo y decidí que se quedara así. Hay gente a la que le ha gustado por eso mismo.
Hay un proyecto del que no puedo hablar mucho por cuestión de derechos, pero será parte de ese mundo de vampiros.
Muchos dicen que vivimos un boom de literatura escrita por mujeres. ¿Estás de acuerdo con eso?
No sé si sea un boom porque siempre han existido grandes escritoras, pero estaban invisibilizadas. En el boom latinoamericano sí había mujeres escribiendo, pero no se les prestaba la atención que merecían.
Autoras como Mariana Enríquez y Mónica Ojeda son ejemplo de que la representación es importante. Hay muchas que ahora están escribiendo en Latinoamérica.

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