Enigmas que brotan de lo cotidiano; Juan Pablo Villalobos habla de su más reciente novela

En esta novela, su autor presenta una comedia de enredos que echa mano de la memoria, del chisme y del habla popular

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PRESENTACIÓN. El pasado anda atrás de nosotros se presenta hoy a las 19:00 horas en la librería El Sótano Quevedo. Foto: Pável Jurado

La realidad siempre es misteriosa, pero no lo vemos porque hay un mecanismo de defensa –el hábito y la costumbre– que usamos para sobrevivir y movernos en la realidad, con la menor energía posible y sin matarnos”, dice a Excélsior el escritor Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, 1973), quien trae a nuestro país El pasado anda atrás de nosotros, su más reciente novela.

En esta ficción –que será presentada hoy a las 19:00 horas, en la librería El Sótano Quevedo; y el viernes 19 de julio en el Foro El Huaje, en Oaxaca– cuenta la historia de un hombre que, luego de vivir años en el extranjero, retorna a México para chocar con las ruinas de su pasado, a partir de una comedia de enredos que echa mano de la memoria, del habla popular y del chisme, demostrando que el enigma puede habitar en el centro de lo cotidiano.

¿Por qué decidió poner el acento en el habla popular o en el chisme como forma de comunicarse para sus personajes?, se le pregunta al también autor de Fiesta en la madriguera y Te vendo un perro. “El chisme es el combustible de la narración y a mí me interesa su mecanismo para difundir historias, porque es divertido e imperfecto y, además, transmite, añade, quita o exagera (argumentos en la narración)”.

Pero lo que hay debajo del chisme es la curiosidad por saber y por enterarte de la vida de los demás. Para mí, alguien interesado en contar historias en la literatura, el cine o la televisión, tiene que ser chismoso. Yo soy muy chismoso y todos mis amigos lo saben; a mí no me puedes decir ‘Oye, luego te cuento algo’. Por eso, cuando voy por la calle y veo gente curiosa o extraña, me encantaría saber su vida. Además, (en el chisme) hay algo que me gusta y tiene que ver con la transmisión de historias, aparentemente banales y frívolas, pero que, en el fondo, cuentan nuestra vida, porque son muy pocas las historias trascendentes que nos suceden”, afirma.

¿La literatura asimila esos enredos? “Por supuesto, porque la literatura tiene la capacidad de ir al tuétano, al meollo del asunto, y representar la condición humana en una historia. Entonces tú estás leyendo, aparentemente, el relato de dos personajes a quienes les ocurren una serie de cosas y, de pronto, te das cuenta de que eso refleja algo de la experiencia humana y que es esencial”.

¿Su novela demostraría que la vida cotidiana está llena de enigmas? “Lo importante es mirar lo cotidiano con la suficiente atención para reparar en esas cosas que podrían contarse y que no se ven en un primer momento. Aunque si tuviéramos que estar atentos todo el tiempo, al mediodía ya estaríamos muertos de cansancio.

Pero para un escritor o un artista es importante detener el mecanismo y desautomatizar la mirada, eso que los formalistas rusos llaman ‘el extrañamiento’, porque eso hace el arte: volver a mirar la realidad y lo que ya no observamos por la costumbre. Hay que tener la capacidad de detenerse, mirar y eso lo hace el escritor, el pintor, el cineasta, el poeta o el cantante, quien viene aquí y te escribe una canción a partir de las sombras que se forman en el piso”, apunta.

¿Cómo agregó el humor a su novela? “Para que el humor funcione, se necesita de un personaje que cuente con la torpeza del payaso, ése que tropieza y del que todo mundo se ríe, a quien le suceden múltiples cosas y no sólo no las soluciona, sino que las complica”.

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¿Por qué retrata a un personaje que se paraliza con el “hubiera”? “Dicen que el hubiera no existe, pero, en realidad, ocurre todo el tiempo en la ficción, porque uno se puede preguntar qué hubiera pasado si… Al menos, a mí me interesa esa pregunta para explorar vidas alternativas.

Me interesan las historias donde se parte de una circunstancia abierta, en donde el personaje puede ir a un lado u otro; no me gustan los relatos que te llevan a un sitio, es decir, me detengo en las historias que se van complicando y que tienen giros porque me parece entretenidas y placenteras de escribir. Porque si te pones un plan y dices: capítulo uno, capítulo dos… es como una tarea sin elementos lúdicos o como ejecutar un plan y ni que fuéramos ingenieros”, concluye.

cva