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Expresiones

Alejandro Zambra ‘mordisquea’ el mundo literario

El escritor chileno Alejandro Zambra habla sobre Tema libre, la nueva obra en la que desmenuza la crítica literaria

Juan Carlos Talavera | 09-04-2019
Foto: Pável Jurado
Foto: Pável Jurado

CIUDAD DE MÉXICO.

La faceta más reflexiva y autobiográfica del escritor chileno Alejandro Zambra (Santiago, 1975) atraviesa las páginas de Tema libre (Anagrama), su más reciente libro, en donde compila once ensayos que mordisquean conceptos como la crítica literaria, la escritura como signo de optimismo, los primeros lectores, los profesores de literatura, la felicidad de la lectura, la escritura que pasa del ocio al negocio.

El volumen es un híbrido que carece de personalidad, porque el autor se opone a que un libro se simplifique en una idea, en una línea, “porque al hacerlo le quitamos poder y este libro va en contra de esa costumbre”, dice a Excélsior el autor chileno.

El volumen también es un viaje que el autor ha emprendido de Chile a México y de su infancia a lo más reciente, cuando se inclinó por explorar el nacionalismo en México. Esa exploración le llegó por casualidad hace un par de años, cuando el también autor de La vida privada, No leer y Bonsái se casó con una mexicana y se mudó a la colonia San Miguel Chapultepec.

Por ahora estoy en el proceso de incorporar a México (a mi escritura y vida) sin renunciar a Chile. Me vine para acá por razones privadas y no porque quisiera postularme al Fonca (bromea), sino porque me enamoré de una mexicana”, dice mientras bebe agua mineral.

Estoy experimentando cómo cambia mi habla y mi posición respecto de lo que leo, además de la confusión nacional, pues hay algo que no se aprende en los mapas, sino al moverte por la ciudad… y eso marca coordenadas distintas al momento de leer un texto que habla sobre esas coordenadas”, reconoce.

Además, “me interesa el misterio de lo nacional. Siendo chileno solía pensar en eso: no hay una literatura que te resulte más apelativa que la nacional, y al mismo tiempo no hay literatura que te moleste y duela más. Si lees una novela ambientada en Japón hay cosas que no eres capaz de ver, a menos que pases mucho tiempo en Japón o seas japonés”, advierte.

¿Cómo definiría sus libros? “Son como esos hijos que ya se fueron de casa. Los criaste, pero cuando publicas se van y ojalá de vez en cuando vuelvan a almorzar y no se hable mal de ellos, pero ya no son tuyos. La actitud del escritor que defiende su obra me parece patética, porque cada vez que publicas comienzas de nuevo”.

¿Usted se ha sentido un bicho raro? “¡Sí, claro! Soy de la generación que se emocionaba con Creep de Radiohead y cantaba I don’t belong here (Yo no pertenezco aquí), aunque no sabía lo que significaba. La literatura te hace participar de cierto grupo minoritario, y es la gente que intenta escribir y alterna la soledad propia de la escritura con la soledad compartida que deviene en complicidad. Siempre me ha gustado esa alternancia que es una especie de yin-yang”.

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OCIO Y NEGOCIO

 

A lo largo de esos 11 ensayos, Zambra recuerda que alguna vez leyó La metamorfosis, de Franz Kafka, y se sintió un bicho raro. Luego se convirtió en profesor y descubrió que pocos bichos leen y que los profesores a menudo son los peores bichos, porque sólo repiten conocimientos aprendidos.

También halló que la crítica literaria es como una ley romana que aprueba, desaprueba y simplifica vilmente el contenido de un libro y luego confiesa que hace no mucho abandonó la literatura. Fue hace tres años y le duró cerca de dos meses. Entonces “llevaba una década escribiendo en la prensa chilena, primero en un diario, luego en otro y otro… al comienzo era un trabajo ideal, pero cada vez menos fue placentero: ya no toleraba la obligación de estar al día, pero sobre todo esa sensación de que, más temprano que tarde, lo que leía desembocaría en un texto. Había convertido el ocio en negocio, en obligación”, escribe.

¿Considera que la crítica olvidó su esencia? “Aparecen modos de crítica paralela en internet que me parecen interesantes como proyección de formato. Yo nunca leo a un crítico por motivos informativos. Leo crítica por cómo está escrita. Como fui crítico por años, esta dinámica de la opinión me resulta menos atractiva que la profundización de la incertidumbre y la figura autoritaria del crítico me aburre un poco”.

¿Nadie debe marcar el canon literario? Sí, pero no me interesa recibir orientación. Lo que hace falta son lecturas que superen la evaluación de si es bueno o malo. Es parte del asunto, pero en rigor me interesan más reflexiones ensayísticas que lo meramente informativo o si el pulgar está arriba o abajo”.

Aunque usted ha sido crítico. “Escribir sobre literatura es difícil y placentero, pero creo que un crítico tendría que aspirar a escribir mejor que el autor que reseña… si lo está reseñando mal. Pero el lugar del crítico nunca me interesó, pues es desgastante, burocratizante, paralizante, y las novelas, los cuentos y los poemas son intervenciones críticas de la realidad”.

¿Cuál sería el mayor error? “El énfasis en lo temático resulta insoportable. Una novela no tiene un tema, sino muchos. Los escritores no le hacemos un favor a la literatura cuando, por ejemplo, en una entrevista alguien dice que su novela es (de una u otra manera), al reducirla; al hablar de los libros los reducimos, les quitamos poder; este libro va en contra de esa costumbre”.

 

cva

 

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