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Expresiones

Poesía hecha en México para atentar contra la muerte

Para estos tiempos oscuros, de atentados y muertes de inocentes, vale recordar a tres grandes poetas mexicanos nacidos en el mismo día, 27 de agosto

Redacción | 23-08-2017
Xavier Villaurrutia, Manuel Acuña y Amado Nervo nacieron el 27 de agosto, pero de distintos años. Foto: especial

CIUDAD DE MÉXICO

Para estos tiempos oscuros, de atentados y muertes de inocentes, vale recordar a tres grandes poetas mexicanos nacidos en el mismo día, 27 de agosto, pero en distintos años, y cuyas letras son un masaje al corazón: Manuel Acuña, Amado Nervo y Xavier Villaurrutia.

 

Manuel Acuña nació en 1849, en Saltillo, Coahuila, y murió 24 años después, el 6 de diciembre de 1873, al suicidarse con un trago de cianuro de potasio en su cuarto de la Escuela de Medicina, donde estudiaba, afligido por el desamor.

Este artista coahuilense, figura del romanticismo, se despidió de la vida después de escribir su más grande poema “Nocturno a Rosario”, inspirado y dedicado a su amor platónico, imposible, Rosario de la Peña y Llerena.

 

“Nocturno a Rosario”

I

¡Pues bien! yo necesito

decirte que te adoro

decirte que te quiero

con todo el corazón;

que es mucho lo que sufro,

que es mucho lo que lloro,

que ya no puedo tanto

al grito que te imploro,

te imploro y te hablo en nombre

de mi última ilusión.

 

II

Yo quiero que tu sepas

que ya hace muchos días

estoy enfermo y pálido

de tanto no dormir;

que ya se han muerto todas

las esperanzas mías,

que están mis noches negras,

tan negras y sombrías,

que ya no sé ni dónde

se alzaba el porvenir.

 

III

De noche, cuando pongo

mis sienes en la almohada

y hacia otro mundo quiero

mi espíritu volver,

camino mucho, mucho,

y al fin de la jornada

las formas de mi madre

se pierden en la nada

y tú de nuevo vuelves

en mi alma a aparecer.

 

IV

Comprendo que tus besos

jamás han de ser míos,

comprendo que en tus ojos

no me he de ver jamás,

y te amo y en mis locos

y ardientes desvaríos

bendigo tus desdenes,

adoro tus desvíos,

y en vez de amarte menos

te quiero mucho más.

 

V

A veces pienso en darte

mi eterna despedida,

borrarte en mis recuerdos

y hundirte en mi pasión

mas si es en vano todo

y el alma no te olvida,

¿Qué quieres tú que yo haga,

pedazo de mi vida?

¿Qué quieres tu que yo haga

con este corazón?

 

VI

Y luego que ya estaba

concluído tu santuario,

tu lámpara encendida,

tu velo en el altar;

el sol de la mañana

detrás del campanario,

chispeando las antorchas,

humeando el incensario,

y abierta allá a lo lejos

la puerta del hogar...

 

VII

¡Qué hermoso hubiera sido

vivir bajo aquel techo,

los dos unidos siempre

y amándonos los dos;

tú siempre enamorada,

yo siempre satisfecho,

los dos una sola alma,

los dos un solo pecho,

y en medio de nosotros

mi madre como un Dios!

 

VIII

¡Figúrate qué hermosas

las horas de esa vida!

¡Qué dulce y bello el viaje

por una tierra así!

Y yo soñaba en eso,

mi santa prometida;

y al delirar en ello

con alma estremecida,

pensaba yo en ser bueno

por tí, no mas por ti.

 

IX

¡Bien sabe Dios que ese era

mi mas hermoso sueño,

mi afán y mi esperanza,

mi dicha y mi placer;

bien sabe Dios que en nada

cifraba yo mi empeño,

sino en amarte mucho

bajo el hogar risueño

que me envolvió en sus besos

cuando me vio nacer!

 

X

Esa era mi esperanza...

mas ya que a sus fulgores

se opone el hondo abismo

que existe entre los dos,

¡Adiós por la vez última,

amor de mis amores;

la luz de mis tinieblas,

la esencia de mis flores;

mi lira de poeta,

mi juventud, adiós!

 

 

Amado Nervo nació el 27 de agosto de 1870 en Tepic, Nayarit, en una familia de clase media cuyas dificultades económicas le impidieron terminar sus estudios eclesiásticos, tras lo cual incursionó en el periodismo.

Durante su estadía como corresponsal en París, conoció a Ana Cecilia Luisa Dailliez, musa y mujer de su vida, cuya temprana muerte, ocurrida tras 10 años de amarse, en 1912, inspiró los versos de su libro “La amada inmóvil”.

Profesos y diplomático en Latinoamérica y Europa, Nervo combinaba su trabajo cotidiano con la escritura de poemas y de novelas, aunque los críticos coinciden en que sus versos eclipsan a sus obras narrativas.

Nervo murió el 24 de mayo de 1919, en Montevideo, Uruguay.

 

“Más que yo mismo”

 

¡Oh, vida mía, vida mía!,

agonicé con tu agonía

y con tu muerte me morí.

¡De tal manera te quería,

que estar sin ti es estar sin mí!

 

Faro de mi devoción,

perenne cual mi aflicción

es tu memoria bendita.

¡Dulce y santa lamparita

dentro de mi corazón!

 

Luz que alumbra mi pesar

desde que tú te partiste

y hasta el fin lo ha de alumbrar,

que si me dejaste triste,

triste me habrás de encontrar.

 

Y al abatir mi cabeza,

ya para siempre jamás,

el mal que a minarme empieza,

pienso que por mi tristeza

tú me reconocerás.

 

Merced al noble fulgor

del recuerdo, mi dolor

será espejo en que has de verte,

y así vencerá a la muerte

la claridad del amor.

 

No habrá ni coche ni abismo

que enflaquezca mi heroísmo

de buscarte sin cesar.

Si eras más que yo mismo,

¿cómo no te he de encontrar?

 

¡Oh, vida mía, vida mía,

agonicé con tu agonía

y con tu muerte me morí!

De tal manera te quería,

 

 

Nacido en 1903 en la Ciudad de México, Xavier Villaurrutia escribió en sus 47 años de vida poemas, obras de teatro, artículos y ensayos.

Pero su fuerte era la poesía, una poesía solitaria y para solitarios, como lo escribiera Octavio Paz en el prólogo de “15 poemas”, recopilación que contiene versos poseídos por sus obsesiones: sueño, soledad, insomnio, esterilidad, muerte, erotismo.

Atraído ferozmente por las letras, Villaurrutia abandonó sus estudios de Derecho para volcar su vida a la literatura, hasta su muerte, ocurrida en la navidad del 25 de diciembre de 1950, en la Ciudad de México.

Maestro del Nobel Octavio Paz, estudió en la Universidad de Yale, fundó las revistas “Ulises” y “Contemporáneos” y cada año ocupa las páginas de los diarios cuando se entrega el premio que lleva su nombre.

 

"Amor consusse noi ad una morte"

 

Amar es una angustia, una pregunta,

una suspensa y luminosa duda;

es un querer saber todo lo tuyo

y a la vez un temor de al fin saberlo.

 

Amar es reconstruir, cuando te alejas,

tus pasos, tus silencios, tus palabras,

y pretender seguir tu pensamiento

cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

 

Amar es una cólera secreta,

una helada y diabólica soberbia.

 

Amar es no dormir cuando en mi lecho

sueñas entre mis brazos que te ciñen,

y odiar el sueño en que, bajo tu frente,

acaso en otros brazos te abandonas.

 

Amar es escuchar sobre tu pecho,

hasta colmar la oreja codiciosa,

el rumor de tu sangre y la marea

de tu respiración acompasada.

 

Amar es absorber tu joven savia

y juntar nuestras bocas en un cauce

hasta que de la brisa de tu aliento

se impregnen para siempre mis entrañas.

 

Amar es una envidia verde y muda,

una sutil y lúcida avaricia.

 

Amar es provocar el dulce instante

en que tu piel busca mi piel despierta;

saciar a un tiempo la avidez nocturna

y morir otra vez la misma muerte

provisional, desgarradora, oscura.

 

Amar es una sed, la de la llaga

que arde sin consumirse ni cerrarse,

y el hambre de una boca atormentada

que pide más y más y no se sacia.

 

Amar es una insólita lujuria

y una gula voraz, siempre desierta.

 

Pero amar es también cerrar los ojos,

dejar que el sueño invada nuestro cuerpo

como un río de olvido y de tinieblas,

y navegar sin rumbo, a la deriva:

porque amar es, al fin, una indolencia.

 

favr

 

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