Una leyenda del deporte mexicano; con los puños arriba

El medallista olímpico Juan Fabila recuerda la gloria que lo abrazó en las justas de Tokio 1964, en medio de la pandemia que lo obliga a tener cerrado su gimnasio en Tlalpan desde hace más de un año

Esta imagen es de la exposición 100%  Extraordinarios, cuya autoría es de Gabriela Saavedra y Gabriel Rozycki y fue montada en octubre de 2012 / Fotos: CONADE y COM
Esta imagen es de la exposición 100% Extraordinarios, cuya autoría es de Gabriela Saavedra y Gabriel Rozycki y fue montada en octubre de 2012 / Fotos: CONADE y COM

CIUDAD DE MÉXICO.

Juan Fabila aprendió desde la niñez a siempre tener la guardia arriba. Con los puños se cubrió de gloria al regresar de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 como el único entre 94 mexicanos con una presea pendiendo del cuello. Un bronce que salvó a la representación nacional de volver con las manos vacías y que obtuvo sin el respaldo de su entrenador.

A unas semanas que las magnas justas veraniegas se celebren por segunda ocasión en la capital japonesa —después de haber sido pospuestas en 2020 debido a la pandemia de covid-19— Fabila espera reabrir su gimnasio tras un año con las cortinas abajo ante la contingencia sanitaria.

Como en las duras épocas de su juventud, ahora se ha sobrepuesto a las dificultades sin apoyos gubernamentales, al dejar de contar con una fuente de ingresos… Pero siempre con la guardia arriba.

El camino de Juan Fabila Mendoza (Ciudad de México, 5 de junio de 1944) a la eternidad no fue sencillo. El joven tlalpeño no gozó de una buena relación con el entrenador argentino Bruno Alcalá, quien no creía en su calidad y potencial.

Con las apuestas en contra dadas las circunstancias, hace 57 años se fajó cuando el destino lucía más oscuro al tener un cruce de cuartos de final frente al favorito soviético Oleg Grigoryev, defensor reinante del cetro olímpico de los pesos gallo. La victoria fue tricolor por decisión 3-2 y con ella un sitio seguro entre los medallistas. La eternidad ya lo aguardaba.

 

Juan Fabila muestra su bronce a través de la entrevista en video

 

Todos los combates fueron duros... Pero el más duro fue contra el ruso, quien fue el campeón anterior a la Olimpiada. Todos creían que iba a perder, que yo iba con el campeón Oleg Grigoryev, pero salí y dije no. Yo le di y gané”, recuerda el pugilista a través de una videoconferencia desde su hogar, al lado de su esposa e hijos.

En semifinales vino una derrota ante el coreano Jeong Sin-Jo (4-1), pero esa amargura no opacó el brillo de que su esfuerzo de tres triunfos antes habían labrado la ruta para convertirse en el tercer pugilista tricolor en conquistar el podio olímpico —Francisco Cabañas, plata en Los Ángeles 1932 y Fidel Ortiz, bronce, en Berlín 1936— pese a las dificultades con Alcalá, que bien pudieron afectar su desempeño en busca de llegar a la final.

Hago mal con decirlo, porque me pueden decir que me estoy excusando y le echo al argentino, pero tuve un entrenador muy malo, no le caía y peleábamos a cada rato”.

Fabila retomó la antorcha de la rica tradición boxística nacional después de cuatro ediciones sin un pugilista con presea y labró de nuevo el camino de los próximos cuatro que subirían en la edición de México 1968. Éste es el segundo deporte con más preseas olímpicas en la historia nacional con 13 (dos oros, tres platas y ocho bronces), superado por los clavados (14).

Siento un orgullo muy grande porque ya es por toda la vida mi medalla, y me queda el orgullo con más ganas porque fui el único deportista mexicano de los que fuimos a Tokio que traje una presea”, cuenta mientras muestra a través del video su bronce, todavía unido al viejo listón que lo sostuvo de su cuello cuando le fue entregado el 23 de octubre de 1964.

 

UNA VIDA EN EL BOXEO

Su padre José Fabila le inculcó el amor por el boxeo desde la más tierna infancia. Al niño le brillaban los ojos cada vez que su papá le contaba las gestas de sus combates en las funciones en las arenas de San Ángel, Tacubaya y Mixcoac, donde se ganaba la vida como pugilista.

El boxeo se le dio bien a Juan, quien encausó la energía de la juventud para formarse en el gimnasio Avenida, ubicado en la entonces avenida Niño Perdido, actualmente conocida como Eje Central Lázaro Cárdenas.

Yo empecé… llevo toda mi vida”, recuerda sobre esas primeras memorias que brotan sobre su inicio en los encordados. “Mi papá, que en paz descanse, fue boxeador. Me platicaba y yo me emocionaba mucho y un día le dije: voy a ser boxeador”.

Con la gloria y la fama del podio olímpico vino una corta trayectoria en el profesionalismo, para después vincularse al deporte de sus amores en puestos directivos en la asociación de Tlalpan, donde atendió a los cursos a los que los invitaban en el Comité Olímpico Mexicano (COM) para formarse como entrenador. Ahí surgió una nueva vocación para dejar una huella entre los jóvenes que quisieran formarse en el gimnasio que armó en su hogar.

 

El mexicano tuvo una brillante trayectoria en el boxeo amateur

 

Nada, ninguno (apoyo ante el cierre del gimnasio)… Sólo lo de la asociación… de los medallistas olímpicos; recibimos un dinero todos los que hemos ganado medalla, eso es una ayuda (10 mil pesos a los medallistas de bronce)”, cuenta Fabila sobre el medio que le ha ayudado a subsistir al no contar con las cuotas de una treintena de muchachos que iban a sus instalaciones a hacer ejercicio y a aprender el fino arte del boxeo de la experiencia de un medallista olímpico antes del azote de covid-19.

Ahorita está cerrado el gimnasio… Ahorita no estamos trabajando por la pandemia, pero nomás pase ya lo abrimos. Ya que den autorización de abrirlo, lo abrimos”, dice Fabila, quien confía que a finales de mayo sea reabierto.

Con una nueva edición olímpica donde a él le tocó brillar, desea que más mexicanos disfruten el dulce momento de estar un rato en el Olimpo de los medallistas… aunque sabe por experiencia que es una misión difícil.

Por la misma afición y el compañerismo como mexicano, deseo que no sea uno, sino que sean varios. Pero, ¿sí sabe que es difícil?, porque no es tan fácil ganar una medalla… Si fuera fácil, tendríamos muchas medallas, hasta de oro… Todos seríamos medallistas de oro”.

 

AMU

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