Un bronce de oro
El brasileño Vanderlei de Lima marchaba en primera posición del maratón de los Juegos de Atenas cuando un fanático religioso obstruyó su paso; se colgó una presea de bronce que le aseguró un sitio en la historia

CIUDAD DE MÉXICO.
La temeraria escapada de Vanderlei de Lima al despegarse del grupo puntero del maratón de Atenas implosionó cuando un fanático religioso se cruzó en su camino a seis kilómetros de la meta. Extraña su reacción cuando entró al estadio celebrando después de que el oro se transformó en un bronce.
Vanderlei de Lima celebró su cumpleaños 35 en tierras griegas el 11 de agosto, a sabiendas que ante sí estaba la última oportunidad de luchar por un podio olímpico, algo que se le negó en Atlanta 1996 y Sídney 2000 cuando terminó las pruebas del gran fondo 47 y 75.
De Lima se mantuvo con una decena de corredores entre los punteros. En el kilómetro 30 lanzó el ataque para irse en solitario; su ventaja llegó a ser de hasta un minuto cuando marcaba el ritmo de la carrera.
Después de un puesto de abastecimiento en el kilómetro 35, Cornelius Horan, un sacerdote irlandés quien meses antes había ganado notoriedad irrumpiendo en el trazado de Silverstone durante el Gran Premio de Gran Bretaña, se lanzó sobre De Lima. Lo detuvo varios segundos antes de que jueces y aficionados lo ayudaran a reanudar la carrera.
A lo mejor Dios me puso a este hombre en el camino para ver lo que podía hacer y hacerme saber lo difícil que es ganar una medalla olímpica”, dijo Vanderlei de Lima.
El italiano Stefano Baldini le dio alcance y abrió una clara brecha rumbo al oro con menos de dos kilómetros para el final; el estadunidense Meb Keflezighi también lo rebasó. A De Lima le quedó defender la tercera posición para consumar el anhelo de ser medallista olímpico.
Su felicidad era evidente cuando restaban apenas unos metros para cruzar la meta. Mantuvo la tercera posición a pesar de las vicisitudes y con ella un sitio especial en la historia. Pero su Comité Olímpico Nacional de inmediato protestó exigiendo que fuera condecorado con una segunda presea dorada por el percance con Horan.
El bronce ya pendía del cuello de Vanderlei cuando también recibió la medalla Pierre de Coubertin, la más grande distinción que otorga el COI, y con él fue apenas la décima primera ocasión que se otorgaba en la historia, en su caso por encarnar los ideales de competencia.
El veterano corredor brasileño estaba en el umbral de su retiro deportivo convertido en una celebridad. El ataque de Horan y su actitud para completar la prueba lo impulsaron para ser recibido como un héroe en su país. “Mi bronce es de oro. Da igual lo que haya ocurrido”.
Tres meses después, Horan le mandó una carta disculpándose por haberse atravesado en su trayecto. También envió otra misiva al COI pidiéndole que el brasileño fuera condecorado con un oro.
La vida cambió para Vanderlei de Lima al grado de que varios años después los organizadores de los Juegos Olímpicos de Río 2016 dispusieron que él fuera el último de los portadores de la antorcha y encendiera el pebetero de las justas por encima de otras leyendas deportivas como Pelé.
AMU
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