México 86: El día de la mano de Dios y... barrilete cósmico

“... ahí la tiene Maradona. Lo marcan dos, pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del futbol mundial y deja el tercero, y va a tocar para Burruchaga. ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta ta-ta... Goooooool. Goooooool. ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el futbol! ¡Golaaaaaaazooooooo! ¡Diegooooooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme. Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos. Barrilete cósmico. ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2, Inglaterra 0. Diegol. Diegol. Diego Armando Maradona. Gracias Dios, por el futbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2, Inglaterra 0.”

Fotos: Archivo histórico Excélsior
Fotos: Archivo histórico Excélsior

CIUDAD DE MÉXICO.

Cuando alguien pronuncia el nombre de Víctor Hugo Morales, de inmediato corre el balón y detrás de él Diego Armando Maradona.

Se repite una y otra vez -en el imaginario- aquella jugada en el Azteca del 86, cuando el Diego va regando ingleses en nombre de Las Malvinas y al final firma su obra depositando el balón en las redes. Hoy se cumplen 25 años del llamado “Gol del Siglo”, pretexto para que el narrador de aquella anotación mágica (expuesta aquí, a la derecha) vista sus mejores prendas y narre, como muchas veces lo ha repetido, el ta-ta-ta del barrilete cósmico.

Se escucha la voz educada de Radio Continental de Argentina.

Del otro lado del teléfono, responde un hombre uruguayo de 63 años y muchas historias que contar.

Hoy se detendrá en aquella, la más importante de su carrera, “cuando apenas tenía 38 años”.

Pareciera que usted sabía lo que se venía, por la manera en que narra la jugada.

A veces escucho el gol y repaso qué cosas había en mi cabeza en aquel momento. Es indudable que los relatores desarrollamos percepciones, capacidades de anticipación. Aunque aquella narración a mí también me fue tomando por sorpresa.

¿Se imaginó en lo que esa narración se convertiría?

Durante mucho tiempo me negué a escuchar el gol. A mí me parecía que había cometido un exceso, que lo visceral que había sido me había sacado de lo que es la cordura que un periodista debe tener. Poco a poco me fui poniendo a buenas con el gol. Pero de todas maneras siempre me parece, cuando escucho el gol, que alguien puso la cámara una noche en la que me había tomado unos tequilas de más y había salido corriendo por la calle desnudo y alguien me había filmado. Ésa es la sensación que me sigue dando, de vergüenza.

Un gol que lo persigue.

De pronto vengo caminando por la calle, la gente me detiene y me hace escuchar la narración en sus celulares. Cada vez que me entrevistan en la TV, primero pasan el gol. Recientemente, me han hecho entrevistas desde Alemania, Francia, España e Inglaterra, me han hablado del

gol y me lo han hecho escuchar. Y ha sido siempre un evento de curiosidad ver lo que pasó con ese gol. ¿Cuántos habrán narrado ese gol de Maradona?

Por lo menos 40 o 50 personas y creo que me quedo corto. Cada uno lo habrá transmitido de distinto modo a su país.

Usted lloró esa tarde.

Tres o cuatro veces me ha ocurrido en mi vida. Dos en el Mundial de México: una viendo a mi país de origen (Uruguay) perder con Dinamarca 6-1. Relaté los últimos 15 minutos del partido con lágrimas corriendo mis mejillas. Y después con el gol de Diego Maradona.

¿Durante estos 25 años ha tenido la oportunidad de platicar con Diego?

No de una manera directa. En algún reportaje ha elogiado aquella narración, pero directamente nunca hemos hablado de lo que ha pasado entre nosotros. Él fue el autor de la jugada y yo me considero su relator. Tenemos una charla pendiente.

Maradona se ha convertido en su musa en distintas narraciones.

Los mejores relatos de mi vida coinciden con Diego. Hay personajes que inspiran y elevan y ése ha sido el caso de M aradona con un servidor. Cuando debuté en Argentina, Maradona tiró un penal con una suavidad tal que me permití decir que había soltado la pelota “como una lágrima”. La otra fue en un juego de Argentina, en Florencia: “Si viviese Miguel Ángel te pinta, Diego, te pinta”.

México ha sido importante en su vida.

Mi luna de miel fue en Acapulco porque yo tenía la necesidad de visitar territorio de Miguel Aceves Mejía, Cantinflas y José Alfredo Jiménez. Después fue el Mundial y ese gol de Maradona. Ahora tengo un hijo casado con una mexicana y mi nieto también es mexicano. Ellos viven allá (en el D F) y ya viene otro nieto mexicano en el camino.

¿Tiene idea de cuántos goles ha narrado?

Pensemos en tres mil partidos o más, yo creo que ando entre los nueve y diez mil goles.

¿Un gol que todavía no haya narrado?

Un gol de Forlán en la final del mundo o de Messi en similares circunstancias.

No hay día en que no aten su nombre al de Diego Armando.

Muy frecuentemente reaparece su nombre en mi vida y más por estos días.

¿Qué va a hacer este día?

En mi trabajo (en Radio Continental) mis compañeros van a transmitir aquella narración, también el que Diego Armando Maradona metió con la mano y nos remontaremos a aquel 22 de junio del 86, algo que yo hago constantemente.

¿Algún día narrará un gol como aquél de Maradona?

No, imposible.

 

 

“ME LLAMO ALI MARADONA”

Entre millones de historias perdidas en internet se rescata una que contara hace algunos ayeres un tunecino llamado Ali Ben Nasser (Bennaceur). Ali se recuerda vestido de negro y con once ingleses encima de él. La FIFA lo había designado para pitar aquel juego entre ingleses y argentinos, en el que se asomó La mano de Dios.

En casa tengo el video del partido. Y lo veo dos, tres veces por año y se lo muestro a mis hijos. Me llamo Ali Ben Nasser, pero todo el mundo me dice desde entonces Ben Nasser-Maradona. Yo digo que mi nombre es Ali, pero no hay caso.”

Se lava las manos. “Si ven el partido, se van a dar cuenta de que uno de los jueces de línea (el búlgaro Bogdan Dotchev) estaba mejor ubicado. Yo dudé, pero cuando vi que el línea corría hacia el centro, marqué el gol. Estaba obligado a seguir el consejo de la FIFA.

Cuando llegamos al vestuario, llamé al intérprete de FIFA y le pregunté a mi ayudante Dotschev, que no hablaba francés ni inglés, si estaba seguro de que no hubo mano de Maradona. Me dijo que no, estaba convencido. Lo dijo en forma categórica: el gol era totalmente lícito.

 

 

La mano de Dios, en el mismo juego del gol del siglo.

 

Vi el video. ¡Qué problema!, me dije. Vi la foto, vi todo, pero en el partido no vi nada. Pero repito, yo arbitré bien; incluso recibí por aquel juego calificación de 9.3.

Después del Mundial no volví a hablar con el asistente. En las fiestas de fin de año me escribió cartas durante diez años seguidos diciendo que no hubo mano en esa jugada. Me decía que él estaba mejor ubicado que las cámaras, que lo de la televisión no era serio (sí, aunque usted no lo crea). No sé si me lo decía con humor, pero me lo decía. Él era uno de los mejores árbitros de su país, era muy serio. Yo, después de ver la imagen, me di cuenta de que hubo mano, pero él tiene su posición.

Tengo en una vitrina la camiseta que Maradona usó en ese partido; la azul, se la pedí. Es el recuerdo más importante de mi carrera. Además, un día le dijo a un periodista de mi país que conocía Túnez gracias a mí.

Les digo a mis colegas y amigos que él es capaz de hacer con sus dos piernas lo que once jugadores no pueden. Si Argentina ganó el Mundial 86 fue por Maradona. Es un genio. Yo vi a Pelé, pero Maradona es mejor.

El segundo gol de Maradona en ese partido fue el mejor de la historia. Sólo lo puede hacer un mago. Me di el gusto de ver el mejor gol del siglo. Su dribbling fue increíble. Yo no podía felicitarlo porque era neutro en el terreno, pero interiormente lo disfruté mucho porque fue un espectáculo. Y cuando terminó el partido, me acerqué y le dije mil veces bravo”, agregó el silbante de aquel juego.

 

 

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