Amistad eterna; no existieron perdedores
Un par de amigos japoneses, Nishida y Oe, se negaron a competir por el segundo y tercer lugar en el salto de pértiga, en cambio, fusionaron sus medallas para crear un recuerdo imborrable de su fraternidad

CIUDAD DE MÉXICO.
La noche había caído en Berlín. No se alcanzaba a ver mucho entre la espesura de la oscuridad y el cansancio de los atletas. La competencia de salto con pértiga se extendió por varias horas y en el límite de la paciencia llegó a su fin con un ganador, el estadunidense, Erle Meadows con 4 metros 35 centímetros.
La plata y el bronce se dirimirían entre dos japoneses, amigos por cierto, Shuhei Nishida y Sueo Oe que habían alcanzado 10 centímetros menos que Meadows.
Nishida era cuatro años mayor que Oe. Se hicieron amigos desde 1932 cuando Nishida regresó de Los Ángeles con medalla de plata. En los entrenamientos en Tokio, coincidieron además por su gusto por la tecnología. Nishida trabajaba para Hitachi y había prometido ayudar a Oe apenas se graduara de la Universidad de Keio. El salto con pértiga les estrechó los lazos de amistad.

Cuando los jueces dictaminaron que para sacar al ganador de la plata en la competencia en Berlín tendrían que saltar ambos, los amigos se miraron, caminaron un poco hacía la zona menos iluminada del estadio y entre las sombras tomaron una decisión que dejó fríos a los organizadores, como si les hubiera caído un aguacero. No competirían uno contra otro.
Así, entre discusiones y reglamentos inoperantes, los regresaron a la villa olímpica con la intención de que participaran al día siguiente. Amaneció y la respuesta fue la misma. Entonces, se puso en el podio a Meadows y la medalla de segundo lugar se le otorgó a Nishida por ser mayor que Oe.
Los amigos apenas regresaron a Tokio fueron con un joyero, cada cual con su medalla, la de plata y bronce y pidieron un trabajo especial, el orfebre habría de partir exactamente a la mitad de cada medalla y luego unirlas, de tal forma que quedaran bicolores, entre la argenta y el rojizo bronce.

Ambos amigos bailaban sobre una estrecha línea de la legalidad. El COI frunció el ceño y agurdaba con su guadaña, pero no había delito que perseguir, en sus archivos siempre estará Nishida con el segundo sitio y Oe con el tercero, aunque para los japoneses, su amistad valdría más.
Partir nuestras medallas por la mitad nos hizo famosos, más que nuestra propia competencia, fueron conocidas como las preseas de la amistad”, recuerda emocionado Nishida al tiempo que muda a la nostalgia cuando en el museo olímpico de Tokio revive el recuerdo de la medalla de su amigo Oe, muerto en la Segunda Guerra Mundial.
AMU
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