Ajedrez para invidentes: Iván Hernández, la mente que juega en la oscuridad

En las partidas para invidentes se sigue el reglamento de la FIDE, pero las piezas llevan una distinción especial

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EL DATO: Los jugadores se ayudan de su reloj de pulsera, ya que en el ajedrez adaptado se da más minutos por la dificultad que representa de realizar las partidas. Foto: Cortesía JC Vargas

Para Iván Hernández el ajedrez es una guerra que se juega a oscuras. Los peones inician la avanzada sin que los vea el enemigo y los caballos galopan en zigzag, aprovechando la negrura en un campo de batalla que no se ve, pero que se siente. Voces que se alternan. ¡Peón David 4!, ¡caballo Félix 6! Y sólo así los contendientes se acercan a la tierra prometida, acorralar a un rey invisible para ellos. El jaque mate está a la vuelta de la esquina.

Es el ajedrez adaptado para invidentes, el que sigue el reglamento de la FIDE, pero que exige tacto y memoria. Iván, chilango e invidente desde los cuatro años, se ha refugiado en el llamado deporte ciencia en el que ya suma 20 años de experiencia. “En nuestro caso, debes analizar la estrategia del rival, pero con los ojos cerrados”.

Para ello se vale tocar todas las piezas. “Las negras tienen un clavo en la cabeza, mientras que las blancas un agujero. En cuanto al tablero, los cuadros oscuros sobresales y los claros están hundidos”, explica el también pedagogo de profesión.

Iván tiene 44 años de edad. Perdió la vista en la infancia, debido a un tumor que le detectaron en la sien izquierda y que afectó el nervio óptico. “Pocas son las imágenes que recuerdo; la Luna, las estrellas, Chabelo y la Guerra de las Galaxias”, cuenta mientras acomoda las piezas en un tablero con orificios pequeños en los que se insertan los protagonistas de madera.

A los 14 años aprendió a sortear coladeras abiertas, baches, postes y motos en las banquetas con la ayuda del bastón. La misma edad en la que tuvo acercamiento al ajedrez, donde también aprendió a sortear obstáculos. Y le gustó.

En el ajedrez adaptado es muy importante la abstracción y explorar con las manos. Tienes que poner en tu cabeza dónde están tus piezas y las del rival, sólo que todo es a oscuras. Tienes que desarrollar tus otros sentidos”, comenta.

Habla de la International Braille Chess Association (Asociación Internacional de Ajedrez Braille) para personas ciegas y con discapacidad visual, la misma que celebra torneos en línea. Soy uno de los mexicanos participantes, acabo de jugar contra un rival español, y juegan ajedrecistas invidentes de todo el mundo”.

Iván se ayuda de su reloj de pulsera para medir el tiempo, argumentando que en el ajedrez adaptado se da más minutos de juego por la dificultad de realizar partidas literalmente con los ojos cerrados. “En las partidas virtuales, cada jugador tiene su tablero y va moviendo las piezas, blancas y negras, a fin de llevar un registro táctil de lo que está ocurriendo”.

Cuenta con tres libros de ajedrez, en braille, del cubano Raúl Capablanca. En ellos estudia jugadas, partidas históricas, así como análisis de ataque y defensa. Prepara su propio libro, en el que narrará su vida, dentro y fuera de un tablero de ajedrez.

¿Qué pieza del tablero sería?, se le pregunta. “Un peón, porque acompaña a otro hasta territorio enemigo y, si se corona, ¡qué maravilla!”, responde de inmediato, y confiesa que sus sueños los percibe como la realidad, “sin figuras ni color, pero ahí no uso bastón y puedo volar”.

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cva