Talleres comunitarios en Oaxaca enfrentan al Chagas desde las casas

En Oaxaca, autoridades, ONG y una farmacéutica han lanzado talleres para capacitar a promotores y salud pública, con un enfoque práctico y de base para combatir la enfermedad de Chagas.

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Los talleres sobre la enfermedad de Chagas en Barra de Potrero, Oaxaca

En Barra de Potrero, una localidad costera de Oaxaca, no hay estadísticas oficiales que midan el impacto de la enfermedad de Chagas. Pero hay chinches, hay casos confirmados y hay corazones agrandados por un parásito que avanza en silencio.

Aquí, prevenir no es una consigna abstracta: es una necesidad urgente. Y por eso, desde hace un año, se están llevando a cabo talleres comunitarios donde la prevención ya no empieza con una clase magistral, sino con una pregunta: ¿qué sabes tú?

“El conocimiento tiene que adaptarse al territorio. No puedes llegar a imponer conceptos médicos si ni siquiera sabes cómo viven las personas que estás intentando ayudar”, explica Andrea Condé Ghigliazza, responsable del área de Salud Global de Novartis México, una de las organizaciones que coordina el programa, junto con los Servicios de Salud de Oaxaca y la ONG Salvando Latidos.

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La doctora Adriana González ha sido una de las principales impulsoras de estos talleres. En la jornada que coordinó en Barra de Potrero, comenzó presentando a las expositoras y luego cedió la palabra a una promotora local, quien explicó cómo, día con día, recorre casa por casa enseñando a identificar a la chinche besucona.

No se trataba solo de repetir lo que dice un folleto, sino de traducir la amenaza en algo cotidiano: una grieta en la pared, una cama sin protección, un insecto que parece inofensivo.

En Oaxaca, estas chinches —vectores del parásito Trypanosoma cruzi— no viven en el monte, sino dentro de las casas.

“Les gusta vivir dentro de las viviendas, en muros de carrizo, techos de palma o pisos de tierra. Allí encuentran sombra, grietas y alimento”, explica Ana Livia Posada, del programa estatal de vectores.

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El riesgo está adentro. Pero muchas personas no lo reconocen como tal. “En las comunidades dicen: ‘yo la conozco, crecí con ella’”, añade Posada.

Después de la charla inicial, Adriana entregó a cada participante una hoja con una consigna: anotar todas las palabras que no entendieran durante el taller

“El objetivo no es que repitan información, sino que la hagan suya”, explicó la doctora González más tarde.

Las asistentes fueron divididas en seis mesas. A cada grupo se le entregó el cartel oficial que actualmente difunde la Secretaría de Salud para informar sobre el Chagas. La tarea era: leerlo con atención y discutir en grupo qué podrían cambiar para hacerlo más útil.

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Las observaciones fueron precisas: las chinches que aparecían en el cartel no se parecían a las que encontraban en sus casas; el texto era excesivo; los colores no llamaban la atención. Uno de las participantes incluso propuso hacer una estatua de la chinche para que todos supieran cómo es y por qué no debe estar en casa.

“Muchos materiales que usamos fueron pensados para profesionales de salud, no para las comunidades”, reconoció la doctora Adriana González en entrevista. “Por eso decidimos empezar desde la escucha activa. Vinimos a aprender también”.

La experiencia se alinea con otro dato: en muchas zonas rurales de México, la enfermedad de Chagas sigue sin ser prioridad. No hay estadísticas actualizadas ni registro nacional de casos. Muchos pacientes reciben el diagnóstico cuando ya presentan daños irreversibles en el corazón. Algunos, incluso, necesitan marcapasos.

En Barra de Potrero, al finalizar el taller, las participantes entregaron sus hojas de observaciones, compartieron sus conclusiones y pasaron por la comida. No hubo clausura ni discursos formales. Solo el reconocimiento de que, si el conocimiento va a servir de algo, tiene que construirse entre todos.

bgpa

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