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Cristobal Balenciaga, la cumbre de la elegancia

Cristobal Balenciaga, uno de los diseñadores más influyentes de la historia de la moda. Sus admiradores crecen cada día ahora que se cumplen 50 años de su fallecimiento y su Museo de Getaria celebra diez años de existencia

Redacción | 17-12-2021
El hombre discreto y misterioso se inició con modestia haciendo vestidos para la marquesa Casa Torre, que tenía residencia de verano en Getaria.

Uno de los diseñadores más  influyentes de la historia de la moda, sus admiradores crecen cada día ahora que se cumplen cincuenta años de su fallecimiento y su Museo de Getaria celebra diez años de existencia.  Español, nacido en Getaria, Gipuzkoa, (1895) sus diseños se hicieron universales más allá del tiempo. Contemporáneo de la edad de oro de la alta costura con Christian Dior, Givenchy o Coco Chanel como compañeros de viaje. La diseñadora francesa reconoció: “Es el único de nosotros que es un verdadero couturier”. Palabra de Chanel.

Su legado llega hasta nuestros días, no sólo con la marca Balenciaga, si no con la huella que dejó en grandes diseñadores como Azedine Alaïa,  con quien tuvo un sorprendente vínculo, que acaba de exponer en el museo piezas y vestidos de formas inmaculadas que admiró y reinventó el diseñador tunecino. Cristóbal comenzó  su casa de Alta Costura  en San Sebastián, después se desplazó a Madrid y Barcelona, y en París conquistó a la capital de la moda. Su museo que ahora cumple diez años a juicio de Lesley Ellis Miller, curadora jefe del Victoria and Albert Musseum de Londres,  “ha puesto en primer plano la figura del diseñador, y también el entorno en el que trabajó, su legado, la relación con los clientes, así como la naturaleza superlativa de su arte”.

El hombre discreto y misterioso se inició con modestia haciendo vestidos para la marquesa Casa Torre, que tenía residencia de verano en Getaria. También vistió a la abuela de la reina Fabiola una de sus mayores admiradoras e impulsoras. Balenciaga le hizo el vestido de novia a la reina de Bélgica,  pieza  que conserva el museo. Llegó a Paris en 1936  al número diez de la calle George V,  y  vistió a  la alta sociedad parisina y  las divas del mundo del espectáculo, también a la aristocracia europea y en México tuvo importantes compradoras. Además de Marlene Dietrich entre sus clientes estaba Greta Garbo, Grace Kelly, Ava Gardner, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy… casi nada.  Una de sus principales admiradoras fue la millonaria estadounidense  Rachel L. Mellon.

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Sus  formas elegantes, líneas  fluidas, su sencilla costura, sin apenas cortes, sus tejidos, volúmenes sorprendentes, le hicieron universal, sus capas o el kimono –por influencia de Madeleine Vionnet, una experta en estética japonesa- sus abrigos, mantillas, toreras  y sombrero. Su obra evoca a otros artistas como Goya, Zuloaga o Velázquez. Los tejidos que  se enriquecían con bordados a mano, lentejuelas o pedrería daban volúmenes asombrosos, una nueva dimensión. Destacan los vestidos negros, los abrigos cuadrados sin cuello ni botones, la manga japonesa o el vestido túnica.

Sastre de la precisión, con una aguja admirable cuyas costuras parecían magia. La búsqueda de la perfección guiaron sus bocetos y vestidos con asombroso rigor profesional. En 1968 cerró su estudio, su taller y su etapa de sastre universal pero su legado vive. Como señaló el propio  Christian Dior, “fue el maestro de todos nosotros”.

***mjpr***

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