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Enfermos profesionales

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Guarda tus quejas para el doctor,

a tus amigos no les interesan tus dolencias

S. Holmes

 

Mi querido viejo: una de las calamidades que sufrimos los médicos –y no hay excepción, cirujanos, oftalmólogos, ginecólogos, etcétera, la sufren– es el recuento de enfermedades en una fiesta o una reunión, cuando una señora se acerca y dice –“¿usted es gastroenterólogo?, pues fíjese que yo tuve una úlcera y luego el doctor X me atendió, y después estuve tomando la medicina Y  y todavía siento dolor aquí, ¿qué piensa usted?”;  la consulta se complica si aparece otra invitada y dice –“eso no es nada, a mí me quitaron el 50 por ciento del estómago en una operación que duró 6 horas, ¿usted cree que el cirujano X sea bueno?”.

A nadie le gusta oír de enfermedades, querido viejo, y a nadie le interesa el recuento de los males, los efectos de las medicinas o las consecuencias buenas o malas de haber acudido a consulta. Nuestros amigos y vecinos gustan de oír las cosas buenas, las anécdotas interesantes, los hechos sorprendentes, comentarios de cine, opiniones del deporte, qué sé yo, pero es fastidioso estar al lado de quien solamente habla de sus achaques, enfermedades o problemas de salud.

Los médicos huimos de los “enfermos profesionales” como de la peste, porque lo único que desean es hacer gala de sus males, casi siempre critican a otros doctores, y si están en una reunión, crean un ambiente depresivo; un amigo médico me dio la receta para callar a esas personas: “si te aborda un enfermo profesional, dile que se quite la ropa y que de inmediato lo vas a examinar y no te
molestará más”.

Mi querido viejo, aún con nuestros seres queridos, compañeros, hijos, amigos, no tiene caso hacer recuento de males; ¡claro, si te preguntan, contesta!, pero no es preciso que hagas un recuento como de historia de horror por tus dolores o tus enfermedades.

Porque además, sabemos que las palabras tienen un efecto en la mente, y si hablas de cosas alegres, si tu conversación es optimista, el ambiente a tu alrededor será optimista, pero si te quejas, te lamentas y te compadeces a ti mismo frente a los demás, el ambiente se tornará sombrío, triste
y melancólico.

Para no ser un quejoso o enfermo profesional, conoce bien tu cuerpo, conoce tus fortalezas y tus debilidades, conoce bien las enfermedades que tengas (presión alta, diabetes, reumas) y conoce cómo tratarlas mejor, para que te lleves bien con ellas. Ser amigo de tus enfermedades te permitirá conocerlas mejor y disfrutar la vida.

Y no olvides que al paso del tiempo necesitamos, como necesita un automóvil, hacer un “chequeo” de cómo estamos por dentro; afortunadamente hay ahora cientos de estudios de laboratorio y gabinete que te permiten conocer tu salud y tus enfermedades, para tratarlas mejor.

Como sabes, ya apareció el libro “La Vejez ya no es lo que era”, que informa de una manera sencilla todos los avances que tiene la ciencia, mismos que permiten que hoy, la vida y la calidad de vida de nosotros los viejos sea mejor, de modo que no se vale que, teniendo a la mano herramientas para vivir plenamente y como se dice: “Morir joven tan tarde como sea posible”, libre de achaques y enfermedades.

Y recuerda, querido viejo, que a nadie le interesan tus enfermedades, y que muchos agradecerán una sonrisa cuando te pregunten cómo estás y respondas:
¡Bien y de Buenas!

 

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