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Nacional

Tenoch Huerta; su historia que no ha llegado al cine

El protagonista de Narcos: México regresa con Excélsior al lugar donde nació y cuenta cómo la violencia expulsó a su familia

Claudia Solera | 14-07-2019
Tenoch Huerta regresó al lugar donde vivió su infancia en Ecatepec, uno de los municipios con altos índices de inseguridad, situación que lo llevó a mudarse a otro sitio, junto con su familia. Fotos: Elizabeth Velázquez

CIUDAD DE MÉXICO.

Tenoch Huerta se convirtió en un símbolo del nuevo cine mexicano, mientras el municipio, en el que nació, se hundió en la pobreza y se volvió uno de los sitios más violentos del país. Su cuna es Ecatepec.

Este actor coquetea con producciones internacionales y de streaming, como sucedió con la serie de Netflix Narcos: México”, en donde dio vida al capo Rafael Caro Quintero o las cintas Get the Gringo, en las que participó con Mel Gibson o Bel Canto con Julianne Moore. Su Ecatepec es famoso hoy por ser uno de los municipios más violentos y uno de los más peligrosos para las mujeres en América Latina.

Su llegada a los festivales de cine más importantes del mundo nada tiene que ver con la meritocracia.

Por supuesto, que, si no trabajas muy duro, viniendo de abajo no existe posibilidad de triunfar, pero tampoco es cierto que, si le chingas, vas a llegar, porque en este país existe un sistema construido para que no llegues”.

Chimborazo es la calle en la que creció Tenoch. Era una de las “peorcitas”, la típica en la que cerraban con sonideros los fines de semana y las fiestas terminaban a madrazos. En dos o tres ocasiones hasta hubo muertos entre riñas de vecinos y jóvenes de colonias rivales.

Muchos de los niños de su cuadra lo molestaban, porque venían de hogares rotos, súper violentados y con historias de abusos sexuales. Viviendo en sus propias casas el horror.

Mis vecinos habían visto a sus mamás hechas pomada en el piso, las pateaban sus maridos. Niños que eran amarrados en la regadera por su madre, para después recibir los cuerazos, mientras yo jamás vi a mis padres discutir. Vengo de una familia súper amorosa, estable, que nos contenemos, nos cuidamos y apapachamos mucho”.

Lo peor es que las historias que ocurrían en la calle de Tenoch están lejos de ser aisladas, pues siete de cada 10 niños en México sufren algún tipo de violencia. Lo que ubica a nuestro país en el ranking más alto de maltrato y abuso infantil, de acuerdo con la medición de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Tenoch se apartó del contexto de violencia de las calles de Ecatepec, gracias a su ingreso a la carrera de periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón  de la UNAM. Él, de hecho, fue el único en su preparatoria, de 50 compañeros de clase, que logró obtener un lugar en la máxima casa de estudios, lo que le permitió relacionarse con otro tipo de estructuras económicas y sociales.

 

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La que era su habitación en la casa de sus padres, y ahora ya nadie usa.

 

Hasta ese momento de su vida, comprendió que la formación con la que crecieron millones de mexicanos es de niños rotos, que terminaron en adultos rotos. 

De niño, yo lo normalizaba, no entendía, por qué a los compillas que su mamá los amarraba en la regadera eran sumamente sádicos y disfrutaban con infringir el dolor en el otro, como al matar perros, gatos o degollar lagartijas o que pretendían desquitarse con niños como yo, que percibían más débiles”.

Jamás olvidará ese cumpleaños 13, un 29 de enero de 1994, cuando a quien creía su mejor amigo, comenzó a golpearlo en el llano, a escupirlo, aventarle tierra en los ojos, a humillarlo. Fueron 15 minutos que parecieron toda una vida. No entendía cómo alguien a quien él quería tanto podía dañarlo. 

Afortunadamente como siempre fui muy alto (ahora mide 1.80 metros) y desde los cinco años jugué americano, no me dolían los golpes, pero emocionalmente me estaban haciendo mierda. Tenía muchas ganas de llorar, pero sabía que si lo hacía, entonces me iba a ir mucho peor”.

El actor se enteró años más tarde que mientras él ascendía en su carrera como actor y las películas en las que participaba comenzaban a presentarse en los festivales de cine más importantes de la tierra, el niño que lo golpeó, el día de su cumpleaños 13, terminó en Tijuana, involucrándose con el crimen organizado, como pollero o narcomenudista.

El principio de la sociología de la juventud es que los jóvenes son producto de las sociedades donde crecen, no se producen así mismos. El éxito del narcotráfico es que le está dando lo que la sociedad y las políticas públicas no: empleos bien remunerados, identidad, prestigio, poder, recursos y hasta cultura”, explica el doctor José Antonio Pérez Islas, coordinador del Seminario de Investigación en Juventud (SIJ) de la UNAM.

Este sector de la población también ha sido el más castigado desde que el expresidente Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico en 2006. De los 250 mil asesinatos en los últimos 12 años, 100 mil eran jóvenes de entre 12 y 29 años.

Ante el peor entorno de violencia en casi un siglo, la mayoría de los 35 millones de jóvenes de entre 18 y 34 años registrados en el padrón electoral apostaron por un cambio en las elecciones presidenciales de 2018. 

Tenoch Huerta luego de volver a casa y ser humillado por quien creía su mejor amigo, observó cómo su familia lo esperaba con un pastel y lista para cantarle Las Mañanitas. Su mamá le preparó chocolatito caliente, escuchó de todos cuánto lo amaban, lo besaron y le desearon feliz cumpleaños.

Yo era el negrito, el hermanito, el más chiquito”, recuerda.

Aunque ese día se odió profundamente por no defenderse, reconoce que la contención familiar y el haber canalizado su violencia en el fútbol americano fue lo que atemperó.

Tenoch entendió, a muy corta edad, que cuando alguien es acosado se tienen dos alternativas: o ser extremadamente violento o alejarse para sobrevivir y evitar que te destruyan. Él optó por lo segundo.

 

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Una foto de su infancia en la antigua casa familiar, la que recuerda con nostalgia y que ahora está vacía, luego de que a su mamá la asaltaron afuera con una pistola y le intentaron arrebatar a su nieta de tres años.

 

HUIR POR LA VIOLENCIA 

Años después de que Tenoch se aisló para sobrevivir al bullying de la colonia, su familia tuvo que huir de Ecatepec en 2015. La violencia les arrebató el hogar que sus padres tardaron en construir toda una vida.

Este municipio que intentaba ser el hogar para miles de niños, como el de mis tres hermanos o el mío (que además estaba planeado para ser el hermano menor de Satélite) terminó arrojando a su población a un mundo de limitaciones, de carencias y dejándonos en la total indefensión”.

Tan es así, que la casa en que creció Tenoch ahora está vacía, luego de que a su mamá la asaltaron afuera con una pistola y le intentaron arrebatar a su nieta de tres años. 

El clima se volvió tan violento, que muy cerca de la casa del actor, se comenzaron a desmantelar casas de seguridad de secuestradores, aparecieron policías descabezados y hasta un chavo, vendedor de drogas, terminó muerto, en la pared de la casa de sus padres. 

Esta casa significa el esfuerzo de toda una vida para mis papás y tener que renunciar a ésta, continúa siendo muy doloroso, pero cuando me volví actor, comencé a aparecer en películas y aumentó el número de secuestros en la colonia, me volví alguien secuestrable, así que tuve que decirles que  había llegado la hora de marcharse”.

Sin embargo, sus padres todavía no se resignan a vender la propiedad.

Entre otras razones por las que Tenoch Huerta pudo salir de uno de los municipios con mayor descomposición social y llegar al cine internacional fue por su enorme capacidad de resiliencia, pues desde muy chico se enfrentó a la violencia de Ecatepec, escuchó que las personas con el color de su piel no eran los protagonistas de películas, que la actuación no era para gente pobre como él y hasta aprender a sentir vergüenza de su propio nombre, de origen azteca, que significa tuna de piedra.

Luego de la universidad, el otro sitio en el que Tenoch Huerta comenzó a sanar las huellas de violencia que le dejaron las calles de Ecatepec, fue cuando se infiltró a la Academia de Policía del municipio para preparar su primer protagónico en la película Días de gracia.

Los únicos que sabían que era actor, y no un aspirante a policía, eran el director y la subdirectora de la Academia. Ella al darle la bienvenida le dijo: “aquí vas a saber quién realmente eres. En este lugar uno viene a encontrarse” y así fue.

El jefe de grupo, un ex militar, que los entrenó durante los cuatro meses y medio, eligió a Tenoch como su pareja y subjefe de grupo, por las habilidades que el actor demostró desde el primer día.

Tuve buen desempeño en la academia de policías, porque había jugado americano toda la vida. Es un deporte que me dio estructura, disciplina, juego en equipo, competitividad, me enseñó a mirar hacia adelante y a ganar, ganar a madrazos”.

La primera misión que el jefe de grupo le dio a Tenoch fue imponerse a sus compañeros. “Recuerdo que eran igualitos a los me madrearon de chiquito. Sumamente violentos y agresivos, que aprendieron a asumir la vida a madrazos y chingando al otro”.

Hasta que logró imponerse en la academia, ante uno de sus compañeros que había desafiado su autoridad, se reivindicó y perdonó por haber sido incapaz de defenderse cuando su mejor amigo lo humilló en el llano, aquel cumpleaños. Tuvieron que pasar casi 14 años.

Uno de mis compañeros me apartó de los hombros, se cagó de la risa de mí y se salió del salón. Entonces, algo dentro de mí, conectó con mi historia de bullying de la infancia y le grité “¡que no te puedes salir!”.  Pensé, ni modo, no importa que me pongan en mi madre, pero esto se acabó. Ese día confronté a mis demonios. Dicen que la actuación es terapéutica y es la terapia que necesitaba para restablecer las cosas que estaban rotas dentro de mí”.

Gran parte de la vida y carrera de Tenoch han sido para reivindicar y curar esos dolores y traumas con los que creció. 

 

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El ACTOR

Tenoch jamás soñó con ser actor, porque desde pequeño le enseñaron que los actores no se parecían a él, que eran los güeritos, los mamados, quienes no venían de su contexto, que eran los de allá, los fresas, los hijos de las familias ricas, que sólo le sucedía a gente especial.

A los 17 años empezó a tomar talleres de actuación en una escuela que La Güereja, María Elena Saldaña, puso en su colonia, pero sólo porque su papá insistió.

Iba por un curso de verano, pero me quedé nueve meses, porque al actuar comencé a experimentar una sensación bien chingona y liberadora. Entre la acción y el corte encontré mi nirvana, en donde me sentía más pleno, potente y conectado, como cuando el árbitro pita el comienzo de un partido y desaparece hasta el hambre y la sed. Solamente por eso lo hacía, no por ser famoso o volverme rico, es más, ni siquiera por ser actor”.

Pero tuvieron que pasar otros cinco años y ya estudiando la carrera de periodismo para que volviera a pisar una academia de actuación. Ahí, siendo el alumno de Carlos Torres Torrija, quien durante ocho meses no lo dejaba pasar de la primera línea de un monólogo que ensayaba, escuchó por primera vez, que él sí era un actor.

Y de ese día, que su maestro le dijo “actor”, tuvo que pasar otra década para que Tenoch Huerta se lo creyera, pues se dio cuenta de que toda su vida había sufrido de racismo y había todo un sistema construido para que gente como él no llegara.

Fue hasta que estuve parado en un palais del Festival de Cannes, después de presentar la película Días de gracia, frente a dos mil 500 franceses, aplaudiéndome de pie durante 18 minutos, que yo viendo a todo ese mundo y sientiéndome empequeñecido, pensé “sí soy actor”. Hasta ese día fue mi graduación” .

 

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Aspecto de la calle, ubicada en Ecatepec, donde el ahora actor vivió gran parte de su infancia con su familia. Foto: Elizabeth Velázquez

 

SU EJEMPLO

Tenoch recordó aquella época en la que estudiaba en la UNAM y se encontraba en el transporte público a millones de mexicanos que salían a las cinco de la mañana para ir a trabajar a la CDMX y regresaban a sus hogares hasta el anochecer, en la zona conurbada del Estado de México.

A él le tomaba, por lo menos, hora y media recorrer, en dos combis y el Metro, los 30 kilómetros de distancia que había entre la FES Aragón y su casa, pero si llovía, su camino podía alargarse a tres horas.

Este trayecto del Estado de México hacia la Ciudad de México, diariamente, lo hacen tres millones 300 mil habitantes, porque en sus lugares de residencia, las oportunidades laborales son inexistentes, según el Censo de Población.

En Ecatepec se registran los índices más altos de pobreza urbana de México. Del millón 800 mil que lo  habitan, al menos 786 mil son pobres.

En la familia de Tenoch, por ejemplo, tuvieron que pasar 80 años y tres generaciones, para ascender de clase baja a media, porque México desde hace dos décadas es el segundo país con menor movilidad social del continente, después de Venezuela, argumenta Ugo Pipitone, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

Su abuelo comenzó como carnicero; luego su papá, un ingeniero mecánico, que desde los cinco años trabajó como chalán de un zapatero y por último Tenoch.

Este actor mantiene un estilo de vida común. Cuando no está en un set de grabación es el papá de Atzin, su hija de seis años; viste bermudas y tenis y frecuenta un pequeño local, llamado “Cocina económica Mary”, en la Narvarte, colonia en la que vive desde hace ocho años. 

Como muchos que van a comer con doña Mary, llega con esta mujer de 56 años, originaria de la zona cañera de Puebla por su gran sazón, accesibles precios y por el gran cariño con el que atiende a cada uno de los clientes. Además, ella tiene un aprecio especial por el actor, porque es uno de los amigos más queridos de su hijo, René, desde hace 10 años. Cada que lo ve, lo abraza y besa, diciéndole “Hola Tenoch, ¿cómo estás mi’jo?”

Lo que lo caracteriza es su sencillez, el cariño con el que habla. Para ser un actor famoso no es nada mamón. Cada que mis clientes lo reconocen, le piden fotos y de inmediato contesta: ‘claro que sí’”, cuenta doña Mary. Entre los platillos favoritos de Tenoch están la pechuga encebollada y bistec en salsa verde acompañado con frijoles de la olla.

De hecho, una vez, parado, comiendo tacos en un puesto de la calle, obtuvo el mayor reconocimiento que le han hecho como actor.

Hasta hace poco, a Tenoch Huerta le sonaba algo pretencioso cuando escuchaba que su historia de éxito en el cine internacional podría ser ejemplo para otros jóvenes con su mismo origen. Hoy, sabe que no es así.

Un día, un chavo llorando, que vendía galletas y pertenecía a un centro de rehabilitación, lo reconoció y le dijo “no mames cabrón, a huevo que eres tú. Tú eres como yo. Eres de mi color de piel, wey. Te va chido en las pe-
lículas y estás tragando tacos como yo. Entonces yo voy a hacer actor, ahora ya sé que se puede, porque tú puedes”.

Tal vez es el reconocimiento más cabrón que me han hecho en mi vida. Sus palabras me calaron en lo más profundo del alma”.

Reconoce que mucha gente en su carrera le dio tanto sin pedirle nada, como lo hizo su profesor de teatro Carlos Torres Torrija, cuando lo becó con dinero de su propia bolsa para que estudiara teatro o Gael García Bernal al darle trabajo en su primera película profesional o Everardo Gout, al ofrecerle su primer protagónico en Días de gracia

La única forma que tengo de regresar un poquito a la vida de todo lo que me ha dado es decirle a otra banda, que tal vez esté en las mismas condiciones que yo, que nada es gratis ni fácil, que hay que estudiar un chingo, prepararse un chingo y ‘ser más alto, más rápido y más fuerte’, como lo dicta una de las frases máximas del olimpismo”.

Así que Tenoch constantemente repite a los chavos lo que un día escuchó de Torres Torrija, su mentor y profesor de teatro.

Me dijo: `nunca lo vas a lograr wey, pero tal vez un día con algo de suerte, algún director inteligente, te va a meter los últimos cinco minutos del partido y cuando entres, tienes que meter ese pinche golazo que haga que se caiga el estadio y la única manera de lograrlo será estar preparado”.

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