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Nacional

Cuatro Ciénegas, bajo la sombra de la Luna

Llegar a Coahuila fue toda una odisea, “pero valió la pena”

OLIMPIA ÁVILA | 09-04-2024
Personas toman fotos y disfrutan del Eclipse Solar Total del 8 de abril
Cuatro minutos y 14 segundos duró la  noche en miniatura que a las 12:21 horas de ayer se vivió en Cuatro Ciénagas, Coahuila. Foto: Olimpia Ávila

 

CUATRO CIÉNAGAS, Coah.— Lentamente, en medio de nubes amenazadoras que no lograron apagar el ánimo de las miles de personas que viajaron para la ocasión, la Luna devoró al Sol, formando un anillo de fuego que brilló en medio de la extraña oscuridad que envolvió la zona, mientras que, en el horizonte, la escasa luz semejaba un nuevo amanecer.

Cuatro minutos y 14 segundos duró la  noche en miniatura que a las 12:21 horas de ayer se vivió en Cuatro Ciénagas, Coahuila. Las decenas de horas manejando, los vuelos saturados, los autobuses repletos y las caminatas en plena madrugada valieron la pena para llegar hasta el pueblo mágico, donde la infraestructura turística no se dio abasto ante el inaudito incremento de visitantes.

 

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Atraídos por el eclipse total de Sol —el primero del siglo XXI visible en territorio mexicano—, arribaron personas desde Monterrey, Monclova y Torreón… pero también desde la Ciudad de México, Toluca y Mérida… y más lejos, aún, desde Seattle, Roma e, incluso, Australia.

En la Poza Azul, en pleno desierto de Coahuila, la sombra de la Luna cubrió en su totalidad la esfera solar, en medio de expresiones de asombro, gritos de júbilo y aplausos de personas que montaron picnis entre la arena blanca, los mezquites, las cactáceas y las lagunas con estromatolitos, acumulaciones fósiles que conforman la evidencia de vida más antigua en el planeta.

 

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Para mí significó algo fuera de serie, algo que es inexplicable; saber que la naturaleza es tan infinita y que tú eres una parte bien chiquitita de todo el universo”, comenta Ricardo Trinidad Torres, quien vivió con su familia el segundo eclipse total de Sol de su vida.

Cada eclipse tiene su significado; el de 1991 porque fue también en un lugar energético, en Teotihuacán, pero aquí, en la inmensidad de esta zona, fue esplendoroso, muchísimo mejor verlo en esta soledad que con miles de personas”, opina.

Maura, su hija de 25 años, manejó durante 10 horas sin descanso para recorrer los más de mil kilómetros desde la CDMX. “Valió la pena por completo, lloré de la emoción”, cuenta ella.

Dora Elia del Ángel, quien se trasladó desde Veracruz, relata la odisea que vivió para ver el fenómeno. Tomó un avión, cuatro autobuses y un vehículo particular.

Tuve problemas, porque no fue suficiente la organización en Cuatro Ciénegas. No había transporte, el único camión que me quedaba para llegar a tiempo salió de Monclova a las 2:30 am y me dejó en las afueras del pueblo; tuve que caminar en la madrugada hasta el centro. Los lugares turísticos fueron acaparados por grandes agencias que vendieron boletos a costos muy altos para los mexicanos… pero valió la pena”, afirma.

Debra y Neil Lundstrom fueron de los que llegaron desde más lejos, pues viajaron desde el norte de Australia —donde él se dedica a cultivar mangos—, vía Japón, Los Ángeles, CDMX y Monterrey.

Es como un milagro”,  considera Ivette Arzola, quien con sus dos hijos y su esposo llegó desde Metepec. Prefirieron Coahuila “porque los cuatro boletos de avión para Mazatlán nos salían en 80 mil pesos”.

 

 

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clm

 

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