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Nacional

Francisco I. Madero: su huella aún marca la democracia del país

Hoy se cumplen 140 años de su natalicio; el 30 de octubre de 1873 nació el acuñador del lema “¡Sufragio efectivo, no reelección!”

Héctor Figueroa | 30-10-2013
Francisco I. Madero y miembros de su gabinete se retiran del Hemiciclo a Juárez, donde presidió el 5 de febrero de 1913 el homenaje a la Constitución.
Francisco I. Madero y miembros de su gabinete se retiran del Hemiciclo a Juárez, donde presidió el 5 de febrero de 1913 el homenaje a la Constitución.

CIUDAD DE MÉXICO, 30 de octubre.- Uno de los pocos próceres, de quien se dicen herederos por igual, tanto los políticos del PAN, PRI y PRD, Francisco I. Madero, es un personaje que cautiva y que con su apotegma marcó al sistema político mexicano: “¡Sufragio efectivo, no reelección!”

Aunque  siempre fue reivindicado por los partidos que se ven como resultado de la Revolución Mexicana, PRI y PRD, a decir del dirigente de Acción Nacional, Gustavo Madero, su tío abuelo, “siempre tuvo genes panistas”.

El 20 de noviembre de 2001, el ex presidente Vicente Fox Quesada, puso un sello distintivo a los festejos del aniversario del inicio de la gesta revolucionaria y trasladó la conmemoración  del Monumento a la Revolución hacia la explanada de la estatua de Francisco I. Madero en Los Pinos.

El gobierno del PAN no quiso proseguir con el ritual cívico del PRI que se hacía ver como el sucesor “legítimo” del legado revolucionario con todo y monumento y optó por revalorar la figura del prócer con su legado humanista y democrático.

Es precisamente esa bandera, la del respeto al sufragio efectivo y la alternancia política en el poder público la que enarboló el PAN desde su creación en 1939 y que lo hizo identificarse con Francisco I. Madero, por encima de cualquier otro héroe revolucionario.

Para priistas y perredistas, el ex presidente Madero, quien desafió al régimen de Porfirio Díaz, es el precursor de la Revolución Mexicana, la primera del siglo XX, que se convirtió en un movimiento de alto sentido social e igualitario.

Pero la figura del Apóstol de la Democracia, de quien hoy, 30 de octubre, se celebra el 140 aniversario de su natalicio, es por muchos sentidos enigmática: por su origen familiar, ideales, creencias y asesinato.

Incluso, existe un tema que parece de lo más sencillo, pero, al mismo tiempo, genera grandes discusiones: ¿cuál es el verdadero nombre de Madero?, es decir, ¿qué significa la letra I que le sigue a Francisco? Unos dicen que es Inocencio, otros que Indalecio, otros más que Ignacio.

Para despejar la incógnita tuvo que intervenir el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INHERM) y establecer el nombre verdadero del revolucionario a través del historiador Alejandro Rosas: “Francisco I. Madero. Con ‘I’ de Ignacio”.

Durante su efímero gobierno, entre 1911 y 1913, uno de los ataques más encarnizados de la prensa tuvo su origen en la fe con que el presidente Madero abrazaba la doctrina espiritista. Varios diarios capitalinos lo calificaban como un “loco que se comunica con los muertos”.

Fue marcado por el espiritismo desde 1891, cuando conoció casualmente las obras de Allan Kardec, padre de la doctrina espiritista. Al inicio de la década de 1900,  inició formalmente su profesión de fe hacia el espiritismo, en calidad de “médium escribiente”.

Francisco I. Madero, heredero de una familia de terratenientes y empresarios, nació el 30 de octubre de 1873 en la Hacienda del Rosario Parras de la Fuente, Coahuila, y fue el primogénito de Francisco Madero y Mercedes González. Tuvo estudios en Francia y Estados Unidos.

Previo al estallido de la Revolución Mexicana, propuso una fórmula de compromiso político, conforme a la cual, el presidente Porfirio Díaz mantendría la presidencia y el propio Madero quedaría como vicepresidente para dar inicio a un profundo proceso de reforma política en México.

 La premisa básica fue “¡Sufragio efectivo, no reelección!”, con la finalidad de que la lucha democrática del pueblo mexicano fuese pacífica para hacer triunfar sus principios políticos.

Sin embargo, el general Díaz no aceptó su propuesta, así que Madero fue postulado candidato a la Presidencia para las elecciones de 1910 por el Partido Antireeleccionista, que tenía entre sus filas a intelectuales como Filomeno Mata y José Vasconcelos.

Porfirio Díaz hizo detener a Madero y se declaró vencedor en las fraudulentas elecciones de junio de ese año. Francisco I. Madero logró escapar de la prisión y publicó el 6 de octubre en San Antonio, Texas, el Plan de San Luis, en él  reafirmaba el fraude electoral y se declaraba Presidente provisional de la República e incitaba a la población a que se uniera a una sublevación el 20 de noviembre.

Fueron escasos los levantamientos que se suscitaron  en la fecha señalada, pero se marcó la pauta para que en diversos puntos del país se alentaran sublevaciones que tuvieron lugar durante los siguientes diez años.

Con ayuda de las tropas de Pascual Orozco y Emiliano Zapata, Madero consiguió la renuncia de Díaz en 1911, mismo año en el que se celebraron elecciones democráticas, en las que resultó electo Presidente

Sin embargo, poco duró en el cargo, debido a que las clases marginadas se identificaron poco con su causa, y su gobierno mostró poca solidez y tuvo que resistir los embates del Plan de Ayala, de Emiliano Zapata,  que deslegitimaba su gobierno.

El efímero gobierno de Francisco I. Madero fue depuesto por el episodio histórico de la  Decena Trágica, periodo de diez días de enfrentamientos armados, promovido por el general Victoriano Huerta.

Este golpe de Estado, que llevó a la presidencia a Huerta, terminó con el asesinato de Francisco I. Madero, así como del vicepresidente José María Pino Suárez.

 El 19 de febrero de 1913 fueron obligados a renunciar a sus cargos y fueron fusilados en Lecumberri el 22 de febrero de ese
año.

Cuatro días antes, el 18 de febrero en la Ciudadela, también había sido fusilado el hermano del presidente depuesto, Gustavo A. Madero.

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