Tokuryu: la nueva mafia japonesa que eclipsa a los yakuzas tradicionales

La red tokuryu, más joven y tecnológica, gana terreno frente a la yakuza tradicional y redefine el crimen organizado en Japón

Por: AFP

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Una exintegrante de la yakuza muestra sus brazos tatuados con dragones y tigres y la amputación ritual de un dedo, símbolo del antiguo código de honor del crimen organizado japonés, durante una entrevista en Gifu.AFP / Kazuhiro Nogi / Richard A. Brooks.

Cuando Takanori Kuzuoka empezó a ascender en el mundo del crimen, nunca pensó en unirse a los yakuzas, la histórica mafia japonesa conocida por sus tatuajes, su jerarquía rígida y su código de honor.

Prefirió integrarse a la red tokuryu, más joven, más tecnológica y más opaca, donde jefes anónimos reclutan en redes sociales a soldados rasos para hacer el trabajo sucio en misiones concretas, desde el fraude hasta el atraco.

Esta nueva forma de criminalidad, que permite a los capos permanecer ocultos tras mensajes cifrados, eclipsa hoy a los delincuentes de la vieja escuela.

A lo largo de una correspondencia de cinco meses desde su celda, Kuzuoka ofreció una visión extraordinaria del interior de los tokuryu: un universo violento y sin escrúpulos donde gran parte de los millones se obtiene estafando a la envejecida población de Japón.

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Yoshiro Nishino, exmiembro de la yakuza, revisa documentos en un hogar grupal para exdelincuentes en la prefectura de Chiba, donde hoy trabaja en la reinserción social tras dejar el crimen organizado.AFP

Prácticas y filosofía que los yakuzas desprecian, mafiosos de antaño que presumen no atacar a los pobres ni a los débiles, pero cuyo imperio de varios miles de millones de dólares se reduce tras años de estrictas leyes antimafia.

Los yakuzas pierden atractivo entre los jóvenes”, admite un delincuente de alto rango, aliado de un clan importante.

Quienes “llegan a nosotros fantaseando con el lujo y el glamour descubren rápidamente que la realidad no es la que imaginaban”, prosigue este capo durante una entrevista telefónica que  tardó meses en concretarse.

La generación Z y los millennials no están dispuestos a empezar desde lo más bajo de la jerarquía. “No les gusta estar encadenados” por las restricciones propias de los yakuzas, estructurados bajo un código rígido; “prefieren unirse a los tokuryu”, flexibles, descentralizados y sin reglas, explica. 

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Yoshiro Nishino, exmiembro de la yakuza, conversa con residentes de un hogar grupal para exdelincuentes en la prefectura de Chiba, donde acompaña procesos de reinserción social tras dejar el crimen organizado.AFP

Muy bien pagados

Nunca entendí el interés de ser yakuza hoy en día”, confiesa Takanori Kuzuoka, a quien la AFP logró contactar en el norte de Japón tras escribir a más de 30 centros penitenciarios del país.

Con buena caligrafía, el joven de 28 años relata cómo fue escalando en el mundo del crimen organizado:

  • Primero como miembro de los bosozoku, bandas de motociclistas adolescentes rebeldes.
  • Luego como perfil “multitarea” dentro de los tokuryu: reclutador, coordinador y ejecutor.

Dice haber trabajado en ocasiones en estrecha colaboración con jefes cuya identidad le era desconocida incluso a él, y haber captado en línea a reclutas en el mercado negro de los pequeños trabajos, el yami baito.

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Sobres con cartas enviadas por el prisionero japonés Takanori Kuzuoka a la AFP, en las que relata durante meses su experiencia dentro de las redes criminales tokuryu, fotografiados en Tokio.AFP

Si bien los candidatos suelen ser jóvenes marginados en busca de dinero fácil, otros son presas más ingenuas, arrastradas casi contra su voluntad a la delincuencia.

Cada día innumerables personas mordían el anzuelo de los anuncios dudosos que publicaba” en X para empleos “muy bien pagados”, relata, citando a un ludópata, una trabajadora sexual o incluso a un integrante de una boy band.

Un funcionamiento cercano al del crimen organizado en China, que dirige estafas a escala industrial incluso desde Camboya o Birmania.

Las autoridades japonesas estiman que el fraude organizado, principal actividad de los tokuryu, costó a la sociedad nipona 72 mil 200 millones de yenes entre enero y julio, superando ya el récord histórico del año pasado.

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Cartas manuscritas enviadas por el prisionero japonés Takanori Kuzuoka a un periodista de la AFP, en las que detalla durante varios meses su experiencia dentro del crimen organizado y las redes tokuryu, fotografiadas en Tokio.AFP

La lucha contra esta nueva red criminal es la “máxima prioridad en materia de seguridad pública” para la policía de Tokio, que en octubre creó una unidad especial de 100 agentes para “destruirla”.

 La estafa del “¡Soy yo!”

Los tokuryu, literalmente “anónimos y fluidos”, operan de forma cambiante, lo que impide “remontar hasta los autores intelectuales” durante las detenciones, explica el detective antimafia retirado Yuichi Sakurai.

Se forman “equipos de proyecto” ad hoc para cometer delitos específicos. Los ejecutores de menor rango se dispersan y se reagrupan con una fluidez “similar a la de una ameba”.

Su especialidad son las estafas, en particular:

  • La del “¡Soy yo!”, en la que llaman a personas mayores haciéndose pasar por hijos o nietos.
  • La estafa disfrazada, vestidos como policías, banqueros o funcionarios.
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Yoshiro Nishino, exmiembro de la yakuza, sirve fideos durante la hora del almuerzo en un hogar grupal para exdelincuentes en la prefectura de Chiba, donde colabora en la reinserción social de antiguos miembros del hampa.AFP

Tampoco dudan en cometer atracos violentos.

Eso fue lo que llevó a Kuzuoka a prisión. En 2022, blandió unas tijeras y dirigió a un grupo de ladrones que atacó a una madre, ató a sus hijos con cinta adhesiva y la obligó a entregar 30 millones de yenes en efectivo. 

Deriva del código de honor

El fraude y la brutalidad contra personas vulnerables contradicen las reglas de los yakuzas. Estos reivindican el uso de la violencia para defender sus intereses, pero se enorgullecen de no dañar a ciudadanos comunes, afirma un exmiembro en Gifu.

Peleé mucho e incluso maté a un hombre, pero nunca maltraté a los débiles”, declara el septuagenario, que pasó 15 años en prisión. “Es una gran desviación de nuestro tradicional código de honor”.

Los yakuzas han ocupado durante mucho tiempo un lugar particular en la sociedad japonesa. Proceden de los bakuto, organizadores de juegos de azar ilegales activos hace dos siglos.

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Yoshiro Nishino, exmiembro de la yakuza, conversa con residentes de un hogar grupal para exdelincuentes durante el almuerzo en la prefectura de Chiba, donde acompaña procesos de reinserción social tras dejar el crimen organizado.AFP

Surgidos en el caos del Japón de posguerra, dominaron el hampa mediante:

  1. Tráfico de drogas
  2. Garitos clandestinos
  3. Comercio sexual
  4. Extorsión y cobro de protección

Incluso incursionaron en sectores legales como el inmobiliario, el entretenimiento o la gestión de residuos.

A diferencia de la mafia italiana o las tríadas chinas, no son ilegales y operan a la vista de todos. Reivindican un papel social activo y la imposición del orden en zonas marginadas.

El clan más poderoso, el Yamaguchi-gumi, prestó ayuda tras varios terremotos, incluido el de 1995 en Kobe, ciudad donde tiene su base.

Su estructura se rige por una estricta jerarquía:

  • El oyabun (jefe supremo)
  • Los jikisan (fieles directos)
  • Organizaciones secundarias y terciarias en forma piramidal

Más fuerte que la sangre

Hombres de cabello engominado y trajes llamativos, omnipresentes en la cultura popular japonesa.

Dondequiera que iban los yakuzas, la gente se inclinaba ante ellos”, recuerda Yoshiro Nishino, exmafioso de 47 años.

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Se unió siendo adolescente y encontró lazos seudofamiliares “más fuertes que la sangre”, reforzados por ritos como el intercambio de copas de sake con el patriarca del clan.

Durante años tolerados como un mal necesario, su declive comenzó con el aumento de la violencia y la pérdida de tolerancia social.

Tras guerras internas y leyes antigánster desde 1992, su número cayó a 18 mil 800 miembros, casi 80% menos que hace tres décadas. Mentes pensantes

El vacío fue ocupado por las bandas hangure, criminales jóvenes, menos estructurados y considerados “casi yakuzas”.

A diferencia de estos, pueden pasar por ciudadanos comunes e incursionar en negocios legales como:

  1. Combates de artes marciales
  2. Salones de belleza
  3. Marcas de moda

La mayoría de los tokuryu está dirigida por hangure, descritos como “mentes pensantes”.

Pese al desprecio mutuo, la codicia empuja a algunos yakuzas a cooperar con ellos, quedándose con parte de las ganancias a cambio de protección.

“¿Ganar dinero engañando a la gente no es lo que se supone que deben hacer los yakuzas”, insiste un alto cargo.

En prisión, donde cumple una condena de nueve años, Takanori Kuzuoka reflexiona sobre sus actos y sobre la infancia difícil que lo llevó al crimen.

“La vida en el hampa me deformó y me dejó casi sin emociones”, escribe. “Hoy veo hasta qué punto lo que hicimos fue cruel, demoníaco e inhumano. Cargaré con mis pecados hasta el final de mis días”.

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