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Expresiones

Lawrence Ferlinghetti, el último 'beat' de la lírica

A cien años de su nacimiento, Ferlinghetti es recordado como el bardo más político de la Generación Beat

Mario Alberto Medrano | 24-03-2019
Ilustración: Jesús Sánchez

CIUDAD DE MÉXICO.

Lawrence Ferlinghetti (Nueva York, 24 de marzo de 1919) es el último poeta de la Generación Beat y hoy cumple 100 años.

Quienes lo conocen o lo han leído observan en su trabajo literario a un creador incansable que consiguió poetizar la vida cotidiana, tal como se aprecia en
Little Boy, publicada hace unos días y escrita con la intensidad de un hombre que rememora su infancia.

La rebeldía y la disidencia fueron dos de las características de la generación a la que perteneció no sólo como poeta, sino también como editor. City Lights, editorial y librería a su cargo, fue el primer sello que publicó obras trascendentales como Aullido, de Allen Ginsberg, pero fue también punto de reunión y la última frontera donde se abría el debate y la polémica.

Para conmemorar los cien años de Ferlinghetti, Excélsior charló con escritores como José Vicente Anaya y Margaret Randall, quienes compartieron personalmente espacio y poesía con el neoyorquino, y con quienes lo han traducido, como Pura López Colomé y Antonio Rómar.

Autor de poemarios como A Coney Island of the Mind (1958), The Secret Meaning of Things (1966) y  Tyrannus Nix? (1969); de novelas como Love in the days of rage (1988) y de memorias como The Mexican night (1970), Ferlinghetti se caracterizó por ser un creador “capaz de poetizar la vida ordinaria, sus poemas se convierten en texto de oralidad, conversacionales, de descripciones de tiempos reales y testimonios, de experiencias muy personales de viajar”, aseguro José Vicente Anaya, autor de Los poetas que cayeron del cielo, libro dedicado a la Generación Beat. 

Yo diría que la esencia de su poesía  es el cambio radical a un lenguaje accesible a todo el mundo.  Se lanzó en todos los foros, a sacar a la poesía de los claustros académicos, a ofrecérsela a la gente común y corriente, y no nada más a un puñado de intelectuales altamente educados y cultivados.  Sus temas siempre fueron (han sido) los que conciernen a la realidad actual, política, personal, generacional”, apunta Pura López Colomé.

A decir del español Antonio Rómar, quien tradujo poesía de Ferlinghetti bajo el título El pulso de la luz, la obra literaria del beatnik “destaca por la oralidad de su estilo, la tendencia a la contemplación meditativa y el compromiso político. Se trata de un poeta heterogéneo y eso lo hace, si cabe, más interesante e inclasificable”.

Beat y hip puede traducirse como “golpe”, poco a poco, a decir de Anaya, el término se fue conduciendo por los las definiciones de rebeldes y contestatarios. “Su poesía era directa, fuerte, poderosa. De todos los poetas asociados con la Generación Beat, el quizá era uno de los más políticos”, recuerda Margaret Randall.

Desde muy joven (Ferlinghetti) dio muestras de su capacidad multifactorial.  Como poeta, dramaturgo, editor y activista participó decididamente en lo que se llamó el Renacimiento Literario de San Francisco en los años ’50, que derivó en la formación de este grupo.  Ha dicho que jamás escribió poesía beat, sino algo que prefería llamar poesía “abierta de par en par”, o de puertas abiertas, según Pablo Neruda. 

El poeta “se oponía a la identificación directa con una etiqueta que, por más digna que fuera, reducía los amplísimos alcances de su experimentación”, comenta Pura López Colomé. 

Pero también “hay que destacar el impacto de su labor editorial y de su activismo político en la contracultura estadunidense de los últimos sesenta años, lo cual, sumado a su obra poética, lo convierten en una figura muy valiosa para comprender lo que ha ocurrido y ocurre, culturalmente, en su país”, secunda Rómar.  

El último poeta vivo de la Generación Beat es considerado el mayor representante del movimiento poético en San Francisco. Quizá, el punto de partida esta ola contracultural fue la famosa lectura de poesía en voz alta de Aullido, en donde se reunió toda la generación Beat.

Recuerdo una lectura de poesía de Ginsberg, en la universidad de California. Ahí entendí las capacidades revolucionarias y orales de la poesía de esta generación”, anota José Vicente Anaya.

Ferlinghetti estuvo al tanto de los levantamientos sociales, como el movimiento estudiantil en México. “Yo lo conocí personalmente en el México de 1968, cuando vino a ver qué pasaba con el Movimiento Estudiantil. Fuimos juntos a Oaxaca por unos días y a partir de ahí escribió Mexican Night, recuerda Margaret.

Los beats reconocieron en la figura de Ezra Pound y William Carlos Williams a los creadores de una nueva poesía,  “americanizada”, es decir, darle una identidad a lo que se decía, entender el poema de otra forma. 

Al inquirir a los entrevistados sobre la importancia de tener un poeta como Ferlinghetti aún vivo, cada uno asegura que es un honor. “Imagínate, qué vitalidad seguir escribiendo a los cien años”, dice José Vicente Anaya.

Su obra perdurará durante mucho tiempo cuando él no esté. Ahora bien, emocionalmente, es maravilloso pensar que sigue en San Francisco, como un faro, iluminando ciertos rincones oscuros para nosotros”, apresura Rómar.

Al igual que otros poetas de enorme relevancia que llegaron a una edad avanzada, como John Ashbery o W.S. Merwin, Ferlinghetti es un recordatorio permanente de la congruencia, la integridad de un poeta que nunca ha hecho concesiones; ha sido fiel a su postura política en contra del régimen”, concluye López Colomé.

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