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Expresiones

Fernando Fernández vuelve a la lírica con un poemario

El libro reúne veintiséis poemas en los que el autor emprende travesías geográficas y personales

Mario Alberto Medrano | 03-02-2019
Fernández ha estudiado la obra de Gerardo Deniz. Foto: Cortesía Fernando Fernández
Fernández ha estudiado la obra de Gerardo Deniz. Foto: Cortesía Fernando Fernández

CIUDAD DE MÉXICO.

Tras ocho años de silencio en la poesía, Fernando Fernández (Ciudad de México, 1964) vuelve al género con Oscuro escarabajo (Ediciones Monte Carmelo, 2018), libro que reúne veintiséis poemas en los que el autor emprende travesías geográficas y personales, donde la observación es un elemento central para el descubrimiento de intersticios y cuyos versos son el resultado de un tiempo de escritura muy bien pensado.

Sin abandonar el tono conversacional de sus libros pasados, el poeta teje y desteje tropos, ritmos y formas en esta nueva incursión poética.

La poesía tiene algo salvajemente primario que se resiste a los fuegos de artificio disfrazados de posibilidades de época”, asegura Fernández ante la pregunta sobre la poesía que se escribe actualmente en México. Esta declaración cobra mayor valor al venir de un poeta que entiende el ritmo y la forma como el todo en la poesía.

El ritmo y la forma lo son todo (y la emoción, desde luego, y a veces la profundidad). El que no se atienda con esmero la forma es una de las causas por las cuales carece de interés la mayoría de la poesía que se publica en México. Todos los poetas que admiro, contemporáneos o no, sin ninguna excepción, tratan el problema de la forma como un asunto esencial de la poesía.

A tal grado el ritmo lo es todo, que los recursos visuales tienen, en última instancia, el objetivo de abonar al ritmo de los versos, el cual, como ves, depende también del aspecto formal del poema. En específico, los versos largos responden a algo más, a una suerte de narratividad cuya cuerda basta y algo grosera, por decirlo de alguna manera, tiene la aspiración última de entretejerse con el hilo de oro de la poesía”, señala el también ensayista.

Uno de los principales rasgos en la poesía de Fernández es el tono oral, casi conversacional. En El ciclismo y los clásicos (1990), Ora la pluma (1999) y Palinodia del rojo (2010) ha sido una constante. “Puede ser que a fuerza de intentar las cosas, un día dejen de parecer caprichosas o imposibles. Y sobre el asunto de la conversación, me gusta creer que imito los poemas de López Velarde, que tienen algo de charla fresca y espontánea y al mismo tiempo están fijados con perfecto rigor, explica.

En mis poemas hay un intento de unir poesía y un cierto tipo de narratividad, y eso repercute en el género de versificación en el que están resueltos. He intentado estudiar mi oficio todo lo posible, pero también he procurado no envenenarme demasiado de conceptos, y quisiera que eso se notara en el resultado”.

Aunado a la musicalidad en los poemas, el proceso de observación y de rotación es un trazo característico de Oscuro escarabajo, lo que lo convierte en un libro lleno de imágenes y recorridos. “Una de mis actividades preferidas es la observación, sobre todo porque me tranquiliza y alecciona. De hecho, leer no es sino observar atentamente las palabras, como detalles que se van acumulando hasta dibujar la figura completa que también observamos. La realidad, como la buena poesía, está repleta de detalles que hacen que valga la pena vivir en ella”, apunta el experto en la obra de Gerardo Deniz.

A Fernández le gusta pensar que éste es un libro de viajes, en donde se asoman dos edificios del siglo XVI mexicano que están alejados de la Ciudad de México, un par de museos extranjeros, una carretera que va al norte y otra que va al sur, un personaje que vuelve de un viaje y otro que regresa de uno más. También, una serie de ciudades que pueden estar en cualquier país, pero que tienen su contraparte en esa especie de apretada judería que conforman los recuerdos en nuestro interior, en donde todos los lugares que hemos visitado están irremediablemente revueltos y confundidos”.

Poeta que gusta de formas clásicas, Fernández se apoya en el verso heptasílabo y endecasílabo para construir sus versos, así como del encabalgamiento y el verso roto para dar ciertos efectos, incluso visuales, a su trabajo.

 Al respecto, severa que su intención no es hacer uso de estos recursos. “No soy un conocedor de figuras retóricas y tropos, y desde luego no escribo teniendo presente lo que sé de ellos, o no al menos conscientemente”, advierte.

 

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SIN CERTEZA

 

Sobre el título del libro, el poeta afirma que le resultó el más conveniente.

En cierto sentido, Oscuro escarabajo me pareció la frase más afortunada del libro, y por tanto aquella con la que podía titularlo, no por tratarse de un heptasílabo, sino porque se produce en ella un tipo de fenómeno que me gusta, que ocurre en parte de la poesía que más me entusiasma... además, ese poema,  se refiere a una postura ante la escritura que es cada vez más la mía”.

A finales del año pasado, el también ensayista reconocióque tras la publicación de Palinodia del rojo se despediría de la lírica, pero con la aparición de este volumen acepta que no tiene certeza alguna.

En 2010, cuando publiqué aquel libro, que reunía apenas 16 textos, creí que ya no iba a escribir más poemas. Me dolió y  empecé a aceptarlo, hasta que algunas experiencias de 2015 funcionaron como un disparadero con el que no contaba. Ahora que publico este libro, pienso que esas experiencias u otras similares podrían repetirse y me hacen pensar que la escritura de poemas es algo que no puede predecirse”.

 

SIGLO EN LA BRISA

 

Además de su labor como poeta, Fernando Fernández es ensayista. De este género, el autor tiene dos libros Ni sombra de disturbio, ensayos sobre Ramón López Velarde y Contra la fotografía de paisaje, ambos aparecidos en 2014. Asimismo, este año, Siglo en la brisa, el blog literario que renueva semanalmente, cumple diez años de  su aparición.

A lo largo de una década han sido más de quinientas entradas, y en ellas hay una bitácora bastante precisa de lo que he hecho durante ese tiempo. Ahí están mis lecturas, mis curiosidades, mis viajes, mis afectos. Ahí está, en suma, la escuela de mi escritura”, concluyó.

 

cva

 

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