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Expresiones

Enseñanzas que dan vida; escritores evocan a sus maestros

Poniatowska, Ramírez, Boullosa, Venegas y González recuerdan a quienes marcaron, guiaron e impulsaron su trabajo creativo

VIRGINIA BAUTISTA | 15-05-2022
Fotos: Archivo
Fotos: Archivo

CIUDAD DE MÉXICO.

En el terreno de la literatu­ra, más allá de las aulas, un maestro es aquél que es ca­paz de marcar la vida y la obra de los escritores, de guiarlos durante su proceso creativo o la búsqueda de su estilo, de abrirles caminos para la pro­moción de sus libros o simple­mente de regalarles la libreta que detonará una historia.

El novelista nicaragüense Sergio Ramírez reconoce en el escritor mexicano Carlos Fuentes a su “gran maestro” de literatura y ética. “Me ense­ñó a través de sus libros la im­portancia de la imaginación, y, a partir de su amistad y ejem­plos íntimos, una gran descar­ga ética que él puso al servicio de América Latina.

De él aprendí que los he­chos históricos se transfor­man y que los personajes pueden vivir para siempre en la imaginación y la conciencia de los lectores”, afirma.

La poeta y narradora Car­men Boullosa también admite que Fuentes la marcó y le dio una lección de generosidad. “Tras haber publicado mi no­vela La milagrosa, en 1992, él me llamó y me dijo que que­ría recomendar el libro a un editor inglés amigo suyo. Y lo hizo. Ese fue el inicio de mi carrera internacional. Él gus­taba de hacer familia litera­ria, era muy generoso”.

Sin embargo, la escritora Elena Poniatowska aclara que sus verdaderos maestros fueron sus propios compa­ñeros y amigos, en especial el poeta José Emilio Pacheco y el cronista Carlos Monsiváis.

 

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Escribíamos juntos, nos equivocamos juntos. Apren­dí mucho de ellos. José Emi­lio tenía una cultura fuera de serie y era muy genero­so. Monsiváis sabía mucho de política y era ingenioso, inteligente y atento. Sabían más que yo. Crecí mucho a su lado. Los extraño”, confiesa.

Para la cuentista Socorro Venegas, el ejemplo a seguir fue el narrador irreveren­te Ricardo Garibay, quien le daba consejos sobre cómo escribir mejor, indica. Inclu­so, quien dirigió la Escuela de Escritores Ricardo Garibay de la Sogem, en Cuernavaca, atesora una libreta roja que el cuentista le obsequió en 1999, año en que murió.

Nunca supuse que en esa libreta iba a escribir sobre su ausencia. Cada que trabajaba en ella, lo recordaba. Sus ob­servaciones y consejos fueron vitales para mí”, señala.

Por su parte, la editora Ma­yra González, directora de Alfaguara México, dice que los maestros que la formaron fueron Marisol Schulz y Ra­món Córdoba. “La edición es un oficio de maestro a apren­diz. Marisol siempre me abrió puertas. Aprendí mucho de su finura e inteligencia en el trato con los autores, y del mane­jo público que debe tener un editor. Tengo mucho su sello.

Y Ramón me enseñó el oficio mismo, cómo leer una portada, cómo corregir las pruebas azules, a no sobre­actuar la edición. Todo a par­tir de la confianza y el riesgo, pues pronto me dejó tomar decisiones y enfrentaba con­migo mis errores”, indica.

Y admite que “ambos me siguen acompañando; a pesar de que Ramón murió, lo tengo presente, y a Marisol la llamo cuando necesito. Es un apren­dizaje que no ha terminado”.

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