Lesiones golpean a las estrellas, pero la NBA aumenta su rating

Las primeras semanas del calendario muestran una liga golpeada por ausencias estelares, pero sostenida por un juego más rápido, nuevos protagonistas y audiencias en alza

thumb
Nikola Jokic es la más reciente gran estrella de la NBA en lesionarse Reuters

La escena se repite noche tras noche en distintas arenas. Bancas llenas de sudaderas, estrellas mirando el partido desde lejos y reportes médicos que ocupan más espacio que las alineaciones titulares. Aun así, la NBA avanza sin detenerse. En una temporada marcada por lesiones graves y prolongadas, la liga no sólo evita una caída en interés, también mantiene el pulso competitivo y comercial en niveles inesperados.

El último día de 2025 llega con un balance incómodo para la salud del deporte. Tyrese Haliburton fuera toda la tempora por una rotura del tendón de Aquiles sufrida en el Juego 7 de las Finales. Jayson Tatum con el mismo diagnóstico y un regreso incierto. Giannis Antetokounmpo, LeBron James y Jalen Williams acumulando ausencias significativas. Y ahora Nikola Jokic, el eje de Denver, marginado al menos cuatro semanas tras una hiperextensión de rodilla. Ni siquiera los jugadores All-NBA parecen a salvo.

“Es una mierda”, externo el entrenador de los Nuggets, David Adelman, tras la lesión de Jokic en Miami, en una jugada sin premio ni urgencia. El serbio pisó un pie rival, su rodilla izquierda cedió y la preocupación recorrió de inmediato desde Colorado hasta Serbia. Las pruebas descartaron daños estructurales graves, pero un mes fuera de actividad que se suma a los más de 200 juegos que la actual campaña acumula con lesiones de sus grandes referentes del juego, de acuerdo a un conteo realizado por el periodista especializado Tom Haberstroh.

El inicio de la plaga de lesiones

El punto de partida simbólico fue el séptimo partido de las Finales pasadas. Haliburton plantó el pie, cayó al suelo y con él se desplomó buena parte del futuro inmediato de Indiana. Era su partido número 96 desde el inicio de la campaña. Sin su base franquicia, los Pacers pasaron de campeones del Este a un arranque de 4-16 que reflejó el impacto real de la crisis física.

Tras la lesión de Tatum en playoffs ante New York, la directiva de Boston aceptó que el intento de repetir título quedaba comprometido y desarmó un núcleo veterano costoso. En Houston, el plan de contender con Kevin Durant se resintió cuando Fred VanVleet sufrió una rotura de ligamento cruzado. En Los Ángeles, James se perdió el debut por primera vez en 23 años debido a ciática. En Milwaukee, Antetokounmpo dominó semanas antes de detenerse por la ingle. En San Antonio, Victor Wembanyama pasó del asombro colectivo a la baja por pantorrilla. La lista se extiende con Anthony Davis, Ja Morant, Stephen Curry y muchos más.

Las cifras ayudan a dimensionar el fenómeno. Según el preparador físico Jeff Stotts, la temporada pasada cerró con cerca de 6500 partidos perdidos por lesión, el registro más alto en casi 20 años fuera del periodo de covid. El primer mes y medio del calendario actual sigue la misma tendencia. 

El juego nunca fue tan rápido

ESPN Research señala que el ritmo promedio es el más alto en casi 40 años. Desde que existe el seguimiento de jugadores, corren más y más rápido. Ofensivas afinadas, triples desde todos los ángulos, defensas que presionan toda la cancha y rotaciones más profundas. Todo exige más del cuerpo.

Paradójicamente, ese desgaste convive con un espectáculo que no pierde brillo. El índice ofensivo de la liga es el más alto registrado. Se anotan más puntos, se fuerzan más faltas y los partidos mantienen tensión constante. Equipos como Denver, con Jokic, apuestan por la precisión. Otros, como Houston, cargan al rebote. El denominador común es el esfuerzo extremo.

 El estilo que volvió irresistible al producto también expone a los jugadores a un riesgo mayor. Aceleraciones, frenadas, cambios de dirección y contactos repetidos sobre músculos y tendones fatigados. Steve Kerr lo explicó al hablar de calendarios con un partido cada dos noches y una cancha donde todos tiran y todos corren.

La liga ya intentó intervenir. La política de participación buscó limitar descansos estratégicos y garantizar estrellas en pantalla, justo cuando se negociaba el nuevo contrato televisivo. Funcionó a corto plazo, pero dejó una pregunta abierta sobre su costo físico. Ajustar el calendario ayuda poco en una temporada de 82 partidos y nadie parece dispuesto a reducirla. Menos juegos implicarían menos ingresos y ese consenso luce lejano.

Aumento de audiencia

Y, sin embargo, la NBA no se hunde. Todo lo contrario. Datos citados por Bloomberg indican que la audiencia combinada en Amazon Prime, ESPN y NBC creció 30 por ciento respecto al año anterior. Las ventas de mercancía subieron más de 20 por ciento y las arenas operan al 97 por ciento  de su capacidad. La transición hacia el streaming, la exposición en señal abierta y la promoción anticipada de la nueva generación amortiguan la ausencia de las figuras consagradas.

La liga también amplía su alcance fuera de Estados Unidos, vende derechos, programa partidos y posiciona jugadores en otros mercados.

Nada de esto resuelve el problema de fondo. Las lesiones seguirán marcando el curso de la temporada y el debate sobre sostenibilidad apenas comienza. Pretemporadas más largas, cargas mejor gestionadas o ajustes tácticos aparecen como hipótesis, no soluciones definitivas.