Tigres llega al Nemesio Diez sin su gente, pero con la novena en la mira
El conjunto felino arribó a Toluca en un entorno atípico, sin el respaldo masivo de su afición y con un ambiente completamente dominado por los seguidores escarlatas, en la antesala de la final de vuelta.

Tigres llegó al estadio Nemesio Diez, en busca de esta noche alzar su noveno campeonato, envuelto en un ambiente muy distinto al que suele acompañarlo fuera de casa.
Acostumbrado a tener presencia en prácticamente cualquier plaza del país, el equipo regiomontano vivió una recepción fría en Toluca, marcada por la ausencia casi total de aficionados visitantes y por el dominio absoluto del color y la voz del conjunto local, justo cuando la final de vuelta está a punto de arrancar.
Aunque Tigres se ha consolidado como un club con arrastre nacional, la realidad que se presentó en la capital mexiquense evidenció el peso del contexto. El gran momento que atraviesa Toluca, el lleno garantizado en el Nemesio Diez y la importancia del partido terminaron por limitar el desplazamiento masivo de seguidores felinos. A diferencia de otras visitas, prácticamente ningún aficionado de Tigres se apostó para esperar la llegada del autobús del equipo.
En contraste, fueron los seguidores del Toluca quienes tomaron el control del escenario desde temprano. Al arribo del plantel visitante, un grupo nutrido de aficionados escarlatas recibió al camión con cánticos hostiles, entre ellos el ya conocido “el que no salte es un tigre maricón”, que retumbó en los alrededores del estadio y dejó claro que la localía también se juega desde el entorno.
Ante ese panorama, Tigres buscó marcar presencia de otra forma. El club colocó numerosas mantas de sus aficionados en el pasillo que conduce hacia los vestidores, una zona que regularmente funciona como un punto simbólico de contacto entre la afición y los jugadores. Las telas, muchas de ellas habituales en las tribunas del Volcán o en los estadios donde los felinos se presentan, intentaron equilibrar un poco la balanza emocional y recordar al plantel que, aunque lejos y en minoría, su gente también estaba representada.
La escena fue un reflejo fiel de lo que está en juego. Toluca, con desventaja en el marcador tras el juego de ida, se siente fuerte en casa, respaldado por su gente y por el impulso anímico de una final que puede marcar época.
Tigres, por su parte, llega con la experiencia de estas instancias, pero consciente de que esta vez deberá aislarse del entorno y competir sin el empuje habitual de una afición que suele hacerse notar en cualquier estadio.
Con el ambiente ya cargado y las gradas listas para rugir, el Nemesio Diez quedó preparado para recibir la final de vuelta, un partido donde la presión, la identidad y el contexto pesan tanto como lo que ocurra dentro de la cancha.
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