El 'Pollo' Hicks, una leyenda de Iztapalapa

El delantero del Real Iztapalapa superó una infancia dura para entregarse por más de seis décadas al futbol llanero, del que hoy es goleador histórico en activo

En esta cancha juega el Real Iztapalapa. Su goleador es el Pollo Hicks, un futbolista llanero de 67 años. Fotos: Manuel García y Pedro Moreno
En esta cancha juega el Real Iztapalapa. Su goleador es el Pollo Hicks, un futbolista llanero de 67 años. Fotos: Manuel García y Pedro Moreno

CIUDAD DE MÉXICO.

Daniel El Pollo Hicks oye mi pregunta imposible: “¿Cuántos goles lleva?”, y responde con tanta precisión como puede: “Miles”. ¿Dato difuso? “Más goles que el Messi”, precisa, y se ríe con sus pulmones subiendo y bajando, poderosos, como para que sus vecinos de Chinampac de Juárez, que residen en cientos de casas de interés social, como la suya, minúscula y sombría, volteen a donde vive con su esposa, hijos y nietos: seis en total, en dos habitaciones.

 

Es razonable que el delantero del Real Iztapalapa perdiera la cuenta. El Pollo cumple este invierno 68 años y hace seis décadas pisa canchas llaneras. De norte a sur, en el Tlacoquemécatl FC, el Club Actipan y otros equipos con playeras de todos los colores imaginables.

En el oriente del Valle de México es sábado por la mañana y Daniel prepara su mochila: vendas, suero y ungüentos porque, aunque el partido de cada semana lo invade de energía, hay que aliviar la pierna lesionada y la diabetes.

Estoy como cuando tenía 10 años: esperando los sábados, ir a jugar. Me duele la rodilla; nomás me unto una pomada que me compré y me pongo mi rodillera. ¿Y qué cree? Aunque me duela”.

El Pollo Hicks conoce el dolor. Su madre vivía con un hombre que se habituó a dar de palos al chico que pudo ser su hijo adoptivo y no lo fue.

Me dan ganas de llorar”, admite al recordar que Carlos, su hermano mayor, lo defendía. No bastó: impensable que dos niños contuvieran la alianza diabólica de alcohol y fuerza.

Un día, desesperado y con 12 años, Daniel huyó de su padrastro. “Él era muy, muy briago”, justifica. De Santa Cruz Meyehualco viajó a la casa de su tía en el pueblo de Actipan (hoy Eje 7 casi Insurgentes Sur), que en 1962 era descampados, milpas y hogares de adobe. Fue ahí donde empezó a desplegar su clase futbolística, inspirada en el amor por su Atlante, “el mejor equipo del mundo”, nos informa.

El destino lo volvió talachero en vulcanizadoras, vigilante del Metro, empleado de Panamericana de Protección. Hasta que la vida lo llevó en un increíble camino de retorno a la Fiscalía Central de Investigación para la Atención de Niños Niñas y Adolescentes, órgano que imparte justicia a menores que sufren abusos. Desde hace 28 años es ahí mensajero: “No soporto que a un niño le peguen, jamás he tocado a mis hijos”.

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Ya es mediodía y Daniel tiene que llegar al deportivo Santa Cruz una hora antes del silbatazo, como es su ley. Agradece a su esposa Yolanda el almuerzo, termina su café instantáneo y camina por Chinampac cinco minutos. Reparte saludos al verdulero, la señora de la miscelánea, personajes y más personajes que salen a su paso: en el barrio Daniel es figura.

Sube al pesero, viaja, desciende y pisa el campo. Hoy, duelo contra el Peñarol. Será titular. “El Pollito tiene la sapiencia de saber jugar”, asegura Alejandro Flores, su DT.

Partido duro. La media del Real Iztapalapa no le entrega un pase a los pies y el Pollo debe bajar a recuperar balones. Con 68 años, choques, desbordes, cabezazos, barridas. Puro sacrificio, coordinado con la manía de sacar de su cabeza una y otra vez una gorrita safari de tela para que en las acciones rudas no se caiga y empolve. “Quema, quema el cuerito”, explica: su calvicie es incompatible con el sol criminal de un llano que hoy no le da fortuna.

Su equipo cae 1-0, el partido acaba.

Una última pregunta. ¿Hasta qué edad se retirará, Daniel? “75, ¿no? Para que me falten 25 para descansar, para el siglo. Si llego…”, vuelve a reír.

Comienza el camino de vuelta a casa. El Pollo se va.

Pero los llanos lo saben: será sábado, y volverá.

 

cva

 

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