Diego Lainez; el zurdo que ilumina Coapa

Este niño de 16 años, cuya potranca se llama Laurita, es el tercer jugador más joven en debutar con el América, el equipo que eligió para jugar desde los tiempos de Cuauhtémoc Blanco y Salvador Cabañas 

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CIUDAD DE MÉXICO.

Dieciséis años. Diego Lainez (Villa hermosa, Tabasco, 2000) es el tercer jugador más joven en debutar con el América, después de Manuel Camacho y Alberto Ordaz, cuatro meses más chico que él. Su vida en el futbol comienza con dos héroes: Cuauhtémoc Blanco y Salvador Cabañas, con los que solía gritar goles en su casa. Una elección propia, entre tantos equipos. 

Para Mauro y Maricarmen Leyva, sus padres, las cosas resultaban simples en las fiestas de cumpleaños. Diego no era de seguir historias ni cuentos. No quería disfraces. Lo único necesario para hacerlo feliz, era el uniforme de su equipo. Y así, vestido de americanista, empezó a jugar como sus grandes ídolos, con todo y su corta estatura.

En una olimpiada, en Tamaulipas, Diego fue visto por Ángel Coca González, entonces visor del Pachuca. “Me lo quise llevar, pero no lo dejaron, porque estaba muy chiquito”, recuerda La Coca. “Aun así, lo traía a probarse. ‘Vamos a registrarlo’, les dije. Lo registré y nos invitaron a Corea, a competir en un torneo. Diego estuvo ahí. De regreso, nos dijo que no se quería quedar. Y se fue, su papá lo llevó al América. Pero cuando se enteró Andrés Fassi, ¡no me la acababa!”.

Nadie pudo detenerlo. Diego quería jugar en el América, a pesar de los rumbos que empezaba a tomar con los Tuzos. “Este niño es atrevido, ya lo van a conocer, así era Cuauhtémoc Blanco. Tiene ese mismo carácter. Debutó y lo hizo bien. Se divirtió. Cuauhtémoc hacía lo mismo. No es muy alto, como su hermano Mauro. Puede ser un excelente jugador”, agrega.

A los 13 años, Diego llegó a la casa club del equipo americanista. Hizo pruebas y se quedó. Jesús Ramírez, entonces en las fuerzas básicas del club azulcrema, al cabo de cinco o diez minutos de juego, le preguntó su nombre. Chucho habló con su padres, les pidió dejarlo participar en un partido de su categoría y así se dio.

Aquella tarde, el tabasqueño marcó un gol y firmó su estancia. Todo era futbol. Lejos de Tabasco, de sus amigos y familiares, vinieron días complicados, sobre todo para su madre. Pero nada lo distrajo.

Diego siguió sus sueños, con el compromiso de terminar la preparatoria y ser arquitecto, aunque falte tiempo.

Después de varias categorías, el camino de Diego llegó al primer equipo, con el que empezó a participar en la Copa MX. Era el miércoles 1 de marzo. Esa vez, en el estadio Corona, entró al minuto 59 en un encuentro ante Santos. Fue tal la confianza que se ganó, que terminó debutando a los pocos días, en su visita al Nou Camp.

El técnico Ricardo Antonio La Volpe lo llamó en el entretiempo. Le pidió hacer lo mismo que venía mostrando en los entrenamientos, con algunas tareas añadidas en el medio campo.  Entonces, entró.

Portaba el número 340, tan raro como su edad en jugadores de la Primera División. En poco tiempo, cambió el partido. La Volpe aplaudió su esfuerzo por la banda izquierda,  pero también le exigió. “Este muchacho tiene un gran porvenir, es inteligente. Hay que saberlo llevar”, considera el argentino. “Diego tendrá a su padre dentro de su familia. Ahora me va a tener a mí en el campo de juego”.

Desde ese primer partido, Lainez siguió jugando con mayor regularidad. A la par de su proceso, jugadores de experiencia, como Oribe Peralta, le sirvieron como punto de encuentro, para no perderse.

Se lo he dicho, es el futuro del futbol mexicano. Tiene muchísima calidad”, reconoce Peralta, hoy capitán del América. “Seguramente hay diez como Diego Lainez por ahí, pero no tienen oportunidad. Hay que dárselas, porque hay mucho talento en este país”.

De los ocho partidos que suma en este torneo, Diego ha disputado seis como titular. Las ausencias de jugadores como Renato Ibarra y Cecilio Domínguez se han convertido en un factor importante para que pueda quedarse como opción habitual.

Me da mucho orgullo que demuestre su calidad. Ojalá que sigan llegando jugadores como él”, agrega El Cepillo.

En la casa de Diego, la pasión por el futbol no es absoluta, pero sí la más grande. En segundo plano están los caballos, viejos amigos de su infancia en tiempos libres junto a su padre. En Tabasco aprendió a montarlos. Y conforme más cariño fue desarrollando hacia ellos, llegó el día en que tuvo a su primera potranca: Laurita, quien pasa los días en su mismo lugar.

A sus 16 años, Diego sigue jugando como lo hacía antes, pero a nivel profesional. No ha perdido esa energía de convivir con sus héroes, vestidos de futbolistas. Afuera de Coapa, los más pequeños lo buscan. Hacen lo mismo que algún día hizo él con Cuauhtémoc y Cabañas. Detrás suyo tiene a La Volpe, uno de los técnicos más experimentados del futbol. Delante está el futuro.