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Franz Beckenbauer, la elegancia inmortal

Conocido como 'El Kaiser', –el emperador–, su elegancia y buen juego le convirtió en uno de los más grandes de la historia del fútbol, le dio al deporte estilo y belleza. Fue de los pocos deportistas que levantó la copa del mundo, como jugador y como técnico

Peter D. | 05-04-2024

GENTLEMAN MÉXICO / CIUDAD DE MÉXICO / FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE LAS MARCAS. DR DERECHOS RESERVADOS

 

Conocido como ‘El Kaiser’, –el emperador–, su elegancia y buen juego le convirtió en uno de los más grandes de la historia del fútbol, le dio al deporte estilo y belleza. Fue de los pocos deportistas que levantó la copa del mundo, como jugador y como técnico. Su visión del campo, cuando salía del área, era privilegiada, dejó una huella inmortal, un “mariscal” de campo que repartía juego. Desde que el mundo le vio jugar en la primera final retransmitida a todo el planeta, el Mundial 74, los niños ya no querían ser delanteros, si no defensas centrales, líberos, como Franz, director de orquesta del equipo. Su futbol sonaba a música celestial. Cambió la historia del deporte, con su juego, Alemania se convirtió en una superpotencia y el Bayern Múnich, de su ciudad natal, alcanzó la gloria con tres copas de Europa gracias a sus botas.

 

Su juego ofrecía confianza, seguridad, con un carisma único con él llegó el estilo. Nació en la posguerra de una Alemania devastada, como una generación de grandes futbolistas como Bobby Charlton o Puskas, con un juego menos armonioso, que se buscaban la vida a patadas. Bajaba el balón del cielo y amansaba el esférico. Cuando levantaba la mirada desde su pues- to de líbero parecía un general mirando el mapa de la batalla y casi siempre acertaba en la decisión. Ponía el balón donde quería, como un certero arquero. “no hemos inventado la magia del juego bonito, es fruto del trabajo de cada día” señalaba. Después de su éxito en Europa siguió los pasos de su admirado Rey, Pelé. Se fue a jugar en el Cosmos de Nueva York, en Estados Unidos, y su leyenda se extendió por el continente americano, pero regresó por nostalgia del futbol alemán, después tras jugar con el Hamburgo, volvió al Cosmos.

Tuvo una carrera vertiginosa, desde el banquillo como director técnico llevó a la final del mundial de México a Alemania y cuatro años más tarde fue campeón del mundo en mundial 90 de Italia. Más tarde fue el gran diplomático del futbol. Tres veces ganó la Champions League con el Bayern Múnich, y cinco Bundesliga en Alemania, dos veces Balón de Oro, nunca un defensa había ganado este trofeo reservado mayoritariamente a delanteros, héroes del gol. Los jóvenes querían jugar en el puesto de libero, de zaguero como su admirado Franz. Le tocó vivir una época de grandes jugadores, y mantuvo un duelo por ser el número uno con el holandés Johan Cruyff, con el que se enfrentó, y ganó, en la final de Alemania 1974.

También tuvo que disputar litigios con los tribunales por su gestión en la concesión de los mundiales de Alemania 2006 y Qatar. Sus últimos años fueron luchas también contra la enfermedad, que le impidió despedirse de su querido Pelé. Ahora tras su muerte todos recuerdan su estilo inmortal, la estética de un jugador gigante, como señala el escritor y exjugador Jorge Valdano, en el futbol, aunque no lo parezca “la belleza es más duradera que el resultado”.

 

 

 

 

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