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Ciencia y tecnología clave del desarrollo

Raúl Contreras Bustamante

Raúl Contreras Bustamante

Corolario

 

La coyuntura política que atraviesa el contexto histórico actual de México no puede ser motivo por el cual olvidemos la dinámica universal. Diversos autores que se dedican al análisis de la evolución del mundo advierten sobre diferentes retos. Me refiero a la era de la llamada “sociedad del conocimiento”, es decir, el tipo de sociedad del futuro que se necesitará para competir y tener éxito frente a los cambios económicos y políticos del orbe moderno.

Una sociedad que está bien educada, capacitada, actualizada y que base en el conocimiento de sus ciudadanos el motor que impulse la innovación, el espíritu emprendedor y el dinamismo de su economía. De tal suerte, que en pleno siglo XXI, la ciencia y la tecnología son más relevantes que nunca.

La inversión que México destina a ciencia, tecnología e innovación, equivale a menos del 0.5% del Producto Interno Bruto (PIB), una diferencia importante respecto de otros países como Israel, que destina el 4.21% de su PIB o el resto de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que en promedio invierten el 2.40 por ciento.

En México —a lo largo de su historia— la apuesta nunca ha sido en favor de privilegiar la inversión en ciencia y la tecnología. En este año, el Conacyt sufrió un recorte presupuestal de más del 8%; lo cual se traduce en s mil 261 millones de pesos menos que el año pasado para la generación de nuevo conocimiento. Se trata de un retroceso presupuestal de casi 10 años, pues desde el año 2009 dicha institución estratégica no recibía tan pocos recursos.

El ajuste impactará directamente algunos de los programas sustantivos manejados por el organismo. Como ejemplo, el Programa de Becas de Posgrado y Apoyos a la Calidad, que en 2018 contaba con un presupuesto de diez mil 100 millones de pesos, este 2019 contará con diez mil 075 millones de pesos, es decir 25 millones de pesos menos, sin contar la inflación.

Otro ejemplo de la disminución es el Programa de Estímulos a la Innovación Tecnológica para Incrementar la Productividad de las Empresas que sufrió un drástico recorte con respecto al año anterior, al pasar de mil 700 millones de pesos a 256 millones de pesos.

Lo anterior se traduce en que el año pasado se apoyaron 375 proyectos que buscaron incentivar la inversión privada para la realización de actividades de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación. El presupuesto de este año sólo alcanzará para apoyar 70 proyectos.

La comunidad científica del país ve con preocupación y tristeza que se considere al presupuesto para impulsar a la ciencia y tecnología como un gasto burocrático o administrativo, cuando debiera ser catalogado como un auténtico gasto de inversión estratégico.

El fomento científico y tecnológico es de la mayor relevancia para un país. Sólo si México planea, desarrolla y destina recursos suficientes para este rubro podrá responder a los retos que le impone los cambios vertiginosos que estamos sufriendo.

Apostar por el desarrollo de nuestros investigadores y científicos o aceptar la condena al fracaso, mirando cómo nuestros mejores talentos se van del país porque no hemos sabido ofrecerles alternativas para quedarse y son atraídos por aquellas naciones que han entendido —con acierto— que un pueblo educado y preparado, es un pueblo competitivo por excelencia.

Como Corolario, la frase del científico francés Louis Pasteur: “La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de todo progreso”.

 

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