Sucesión presidencial: Manuel Ávila Camacho, el último general

El sucesor de Lázaro Cárdenas rindió protesta como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos el 1º de diciembre de 1940 ante el Congreso

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Manuel Ávila Camacho

Las elecciones se celebraron el 7 de julio de 1940. Un clima de violencia manchó los comicios al presentarse algunos enfrentamientos entre simpatizantes almazanistas y avilacamachistas, la mayoría de los choques se desarrollaron en casillas ubicadas en distintos puntos de la capital, situación que dejó un saldo de más de siete personas fallecidas.

La silla presidencial de la República se disputó entre los candidatos Juan Andreu Almazán, abanderado por el Partido Revolucionario de Unificación Nacional; un aspirante de carácter independiente, Rafael Sánchez Tapia, y Manuel Ávila Camacho del ya llamado para entonces Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Este último resultó ganador luego de arrasar en los resultados electorales.

Un día antes de la investidura del presidente electo, Manuel Ávila Camacho, el todavía titular del Ejecutivo, Lázaro Cárdenas del Río, concedió una entrevista a la prensa local en la que dejó en claro que una vez concluido su mandato se retiraría a la vida privada alejándose de la prensa “para cumplir el mayor de mis ideales, que es el de servir a los demás y a mi país”.

A partir de 1940, las ceremonias de toma de protesta presidenciales ya no volvieron a llevarse a cabo en el icónico Estadio Nacional, recinto que años después fue abandonado y demolido. El inmueble de la Cámara de Diputados de Donceles, en la Ciudad de México, se convirtió en la sede principal para los honores de transmisión del poder.

El presidente electo Manuel Ávila Camacho abordó un vehículo descapotable para dirigirse al Palacio Legislativo desde su casa ubicada en las Lomas de Chapultepec. Una lluvia de ovaciones lo acompañó durante todo el recorrido. Al tomar las calles del Centro Histórico fue recibido por una lluvia de flores.

La sesión solemne del Congreso de la Unión del 1º de diciembre de 1940 se mostró imponente para el acto de sucesión. El general Lázaro Cárdenas del Río entregó la banda tricolor a su sucesor quien se la colocó portándola con una visible expresión de alegría ante toda la clase política presente.