Libertad, brújula para construcción de sociedades más justas: Charles Michel

El presidente del Consejo Europeo dice que EU y la UE tendrán que hablar con franqueza, “viéndonos a los ojos”, sobre el reciente diferendo por la alianza con Reino Unido y Australia para fabricar submarinos nucleares

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Acude a encuentro en México. Charles Michel, presidente del Consejo Europeo y exprimer ministro de Bélgica, acudió a la VI Cumbre de la Celac.

CIUDAD DE MÉXICO.

Para el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel (Namur, 1975), la libertad es una brújula para la construcción de sociedades más justas.

La promoción de valores —como la democracia liberal, los derechos humanos, la protección de las minorías y el respeto de los opositores políticos— es parte esencial de la Unión Europea, sostiene.

De visita en México para asistir a la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el exprimer ministro de Bélgica afirma que la Unión Europea tiene el mismo mensaje para todas las regiones y defenderá sus principios fundamentales en todas ellas, incluyendo América Latina, sin renunciar a la necesaria interacción y diálogo con todos los países. En ese proceso, “ocasionalmente encontramos tensiones”.

Respecto de la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos, Michel dice que los europeos tienen clara su alianza con este último —“país con el que tenemos valores comunes y una historia compartida”—, pero que Europa mantendrá su propia agenda. 

Respecto del conflicto suscitado entre Francia y Estados Unidos por el reciente anuncio de una estrategia militar en la región Indo-Pacífico, Michel apunta que será necesaria una conversación franca, “viéndonos a los ojos”, sobre el contrato para fabricar submarinos nucleares para Australia y que significó la cancelación de un pedido de 12 submarinos franceses. “Si efectivamente formamos una alianza tenemos derecho a exigir respeto de la otra parte”.

El siguiente es el texto de la entrevista exclusiva con Excélsior:

—Después de asistir a la reunión de Celac, ¿qué tan cerca encontró a América Latina de Europa?

—América Latina y el Caribe son socios importantes para la Unión Europea. Cuando tomo en cuenta los países de esta región y los de la UE, representan en conjunto un tercio de las Naciones Unidas, prácticamente mil millones de habitantes. Es una región diversa, igual que lo es Europa. Veo que hay también voluntad de construir mayor unidad y cooperación, como intentamos también en Europa.

—Como usted sabe, la democracia en esta parte del mundo está bajo presión de los populismos de izquierda y derecha. Estuvieron presentes en la reunión de Celac dos presidentes señalados por instituciones europeas por violaciones a los derechos humanos. ¿Cómo transmitir en ese contexto los valores europeos?

—Los europeos pensamos de manera muy firme que la democracia y las elecciones equitativas que dan legitimidad, el respeto de los derechos humanos, y de las mujeres y las niñas, la protección de las minorías y los opositores políticos, la libertad de expresión y de prensa son una brújula para la construcción de sociedades más justas y sólidas, pero, al mismo tiempo, queremos interactuar con la región y tener con ella un diálogo constructivo y comprometido, en el contexto de la Celac, pero también de forma bilateral. Al hacerlo, efectivamente, en ocasiones encontramos tensiones.

—El Presidente de México ha propuesto construir en América una comunidad al estilo de la Unión Europea. Desde la experiencia de ustedes, ¿cuáles son los retos que entraña este objetivo? ¿Cuál sería el mejor camino?

—Lo que puedo decir sobre eso es que nosotros tenemos una experiencia de 70 años en el seno de la Unión Europea. Tuvimos sobre el suelo europeo dos guerras mundiales trágicas. Prácticamente todas las familias fueron afectadas gravemente por esos conflictos, como mis propios abuelos. Tuvimos la fortuna de tener líderes políticos, originarios de diferentes países europeos, que fueron valientes y visionarios, que buscaron darle la vuelta a la página de las tensiones, de los conflictos graves, para crear un proyecto para la paz y la prosperidad. Yo sé que en estos debates está, de un lado, la soberanía y, del otro, la cooperación regional. Pero la cooperación no es una debilidad, sino una fuerza. Y en Europa, año tras año tratamos de reforzar la capacidad de trabajar juntos. Y con frecuencia enfrentamos pruebas. La lucha contra el covid-19 probablemente nos llevará a incrementar la solidaridad europea, porque hemos sido tocados de manera importante. Yo no tendría lección que dar a mis amigos de América Latina. Son ellos los que saben lo que es bueno para ellos y yo tengo toda la confianza en la capacidad y la voluntad de los líderes, y también de las sociedades, para alentar a las jóvenes generaciones a incrementar la cooperación.

—Bajo su presidencia, hemos visto una Unión Europea muy firme en la promoción de sus valores a nivel internacional. Sucedió con China, en el caso de los uigures y Hong Kong, pero también con las elecciones en Bielorrusia y el caso Navalny en Rusia. ¿Será igualmente firme con América Latina?

—Tenemos el mismo mensaje para todos lados. Queremos promover los valores de la libertad, de la democracia y los derechos humanos. Son, también, los valores de las Naciones Unidas. Lo veremos en la próxima Asamblea General de la ONU, la primera desde la pandemia. Efectivamente, la Unión Europea piensa que debemos promover esos valores en todas partes. Al mismo tiempo, quiero ser muy claro: no queremos que parezca que interferimos en las decisiones de los diferentes países sobre cómo organizarse. Pero, es cierto, esos valores son universales. Todas las personas tienen derechos y responsabilidades, sea cual sea su orientación política, pertenezca a la mayoría o a la minoría. Entonces debemos promover esos derechos que tocan directamente a la dignidad humana. 

—Yo sé que la migración es un tema muy importante para usted. México vive una crisis migratoria y el gobierno mexicano ha sido criticado por deportar y maltratar a migrantes. ¿Tiene Europa una opinión sobre el tema, a la luz de su propia experiencia?

—Debemos todos ser modestos en el tema de la migración. De entrada, no es un fenómeno nuevo; siempre ha existido. El tema, para mí, es si queremos promover canales de migración regulares, legales y seguros, o queremos cerrar los ojos y no ver que hay grupos criminales que explotan la miseria humana al explotar la vulnerabilidad de las personas y las familias. Es un debate difícil en el contexto europeo. Hemos tratado de cooperar entre países de Europa. Creemos que es posible avanzar mediante acuerdos con los factores exteriores de la migración para gestionar juntos las maneras más regulares y seguras para migrar. Pero es cierto que en el tema de la recepción de los migrantes y refugiados, en la solidaridad que tiene que haber entre países europeos, el debate va a seguir en los siguientes años. Vemos que ese mismo debate también existe aquí en México y en Estados Unidos.

—¿Puede salir el mundo de la pandemia sin una acción multilateral más coordinada sobre la vacunación?

—Para los que dudaban de la importancia de la acción multilateral y la cooperación internacional, la pandemia ha sido una escuela. Ha sido la demostración de que ningún país, sea el más poderoso, con los mejores y más inteligentes líderes, puede salir de esto por su propia cuenta. Ése es un primer punto. Segundo, en Europa pensamos desde el principio que la prioridad era la vacunación. Por eso nos abocamos a financiar la investigación, para desarrollar las vacunas lo más rápido posible. Y hay que reconocer que, en eso, hay una victoria de la humanidad. En menos de un año logramos desarrollar colectivamente tecnologías para fabricar vacunas. El reto que tenemos ahora es que el mundo entero pueda acceder a las vacunas. Por eso, la Unión Europea decidió mantener de forma permanente la exportación. Cada mes, la mitad de las vacunas producidas en suelo europeo son exportadas y para ello organizamos el sistema Covax, con 3 mil millones de euros invertidos, para permitir que las dosis pudieran llegar a otros países. Ahora debemos hacerlo mejor y más rápido. A América Latina los europeos le tendemos la mano para desarrollar proyectos concretos que puedan aumentar la capacidad de producción de vacunas y medicamentos en esta región del mundo. 

—Europa está, sin duda, a la vanguardia en el desarrollo de medidas para hacer frente al cambio climático. A dos meses de la COP 26, ¿dónde se encuentran las otras regiones y países? ¿Cómo hacer que la urgencia de actuar frente a este problema tenga mayor impacto e influencia?

—Aquí quiero ser moderado, pero es verdad que en el tema del cambio climático pensamos que hay que convencer al mundo entero de actuar, y de actuar ahora. Desde hace muchos años los científicos nos han alertado sobre lo que está pasado y, es cierto, al principio fuimos muy lentos en adoptar medidas para enfrentar la situación. Vemos los efectos en todas las regiones, incluyendo América Latina y el Caribe. En esta cumbre, uno de los líderes decía que cada año hay que reconstruir la misma infraestructura, los mismos puentes tumbados por los impactos climáticos. Debemos cambiar el paradigma del desarrollo y hay que hacerlo enseguida, es nuestra responsabilidad. Tenemos muy pocos años para reaccionar y revertir el curso de las cosas. Me siento optimista de que muchos de los líderes de esta región están convencidos. Y creo que la Unión Europea puede jugar un papel importante dando el ejemplo, imponiéndonos a nosotros mismos medidas que, en ocasiones, son difíciles, para tener un impacto y estimular a otros. Una manera de hacerlo es respetando nuestras promesas financieras con los países afectados. En 2009, prometimos otorgar 100 mil millones de euros cada año para ayudar a países afectados y nos gustaría que otras economías desarrolladas saquen la cartera. 

—El mundo debate cómo conjugar el tiempo corto con el tiempo largo en materia de lucha contra el cambio climático. Para una región pobre como América Latina, ¿cuál es el reto?

—Debemos pensar en modelos de desarrollo que respeten el medio ambiente. Hay que pensar en la innovación y la economía circular, en la que aquello que antes era considerado un desperdicio se convierta en un recurso. 

—Después de ocho meses del gobierno de Joe Biden, ¿se puede decir que Estados Unidos ha reemprendido su alianza con Europa, dejando atrás la visión binaria que caracterizó al gobierno de Donald Trump?

—Yo soy partidario de lo que llamamos en Europa la autonomía estratégica de la UE. Pienso que Europa es una potencia económica, una potencia en el terreno de los valores. Somos 27 democracias, con instituciones robustas, y debemos trabajar más para tener un impacto geopolítico, tocante nuestros valores e intereses. Para eso se necesita que nuestros aliados, y Estados Unidos lo es de forma importante, cooperen con la Unión Europea para construir esta estrategia geopolítica.   

—El anuncio del AUKUS y el contrato para construir submarinos nucleares para Australia, ¿es un obstáculo para la cooperación?

—No es un elemento banal. Es una decisión que tiene consecuencias. Usted vio que Francia y la Unión Europea reaccionaron. Francia llamó a consultas a sus embajadores (en Washington y Canberra). Debemos hablar de ese tema con franqueza, viéndonos a los ojos, con nuestros aliados estadunidenses, con nuestros socios australianos. Porque si efectivamente formamos una alianza, tenemos derecho a exigir respeto de la otra parte. 

—Frente a la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos, ¿dónde se encuentra Europa?

—Tenemos una visión bastante clara de nuestra relación con China. Hay tres puntos importantes. Primero, Europa ha decidido ser firme y no bajar la vista, sean cuales sean las presiones que puedan ejercer, en temas de derechos humanos y principios de dignidad. Segundo, tenemos que ser capaces de dialogar con China, que es un actor mundial importante, sobre temas como el cambio climático, contra el que no podremos actuar para revertirlo sin un compromiso de las autoridades chinas; o el covid, en el que la cooperación mundial ante la pandemia es necesaria. Y tercero, en la relación económica y comercial debemos reequilibrar en puntos en los que pensamos que no hay suficiente balance.

—¿Podría llegar el momento en que Europa tenga que decidirse entre estas dos superpotencias?

—No hay duda: nuestra alianza es con Estados Unidos, país con el que compartimos valores como la democracia y con el que tenemos una historia compartida. Al mismo tiempo, Europa tiene que seguir su propia agenda, así como ver por sus intereses económicos y políticos. Tenemos 450 millones de habitantes, a los que la UE tiene que defender y proteger y creemos en promover principios, como la democracia, y un orden mundial basado en reglas, y discutir con nuestros aliados cuál es la mejor manera de enfrentar los diferentes temas geopolíticos.

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