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Nacional

El secuestro de un avión y fuga a Cuba: 50 años del gran golpe guerrillero en México

Cuatro integrantes de la Liga de Comunistas Armados que operaban en Monterrey y Saltillo, armados con pistolas se apoderaron de un avión con 104 pasajeros; rescataron a siete de sus camaradas y viajaron a la habana. Entre los rehenes iban 2 hijos del entonces gobernador de NL; el líder de los aeropiratas se casó con Rosario Piedra Ibarra, actual titular de la CNDH, después de su autoexilio

ANDRÉS BECERRIL | 06-11-2022
 La tragedia que comenzó a las 9:20 de la mañana sobre el cielo de Monterrey, terminaba en el suelo cubano del aeropuerto José Martí a las 7 y media de la noche del 8 de noviembre de 1972.
La tragedia que comenzó a las 9:20 de la mañana sobre el cielo de Monterrey, terminaba en el suelo cubano del aeropuerto José Martí a las 7 y media de la noche del 8 de noviembre de 1972.

 

Minutos antes de cerrar el vuelo 705, cuatro jóvenes llegaron a toda prisa hasta el mostrador de Mexicana de Aviación del aeropuerto Mariano Escobedo. Con cargo a una tarjeta de crédito compraron boletos para viajar en la ruta Monterrey-Ciudad de México. Iban tensos, nerviosos. Era la primera vez que en su vida viajarían en un avión. Y lo secuestraron.

Iban a dar las 9 de la mañana del miércoles 8 de noviembre de 1972. Fue la antesala de una crisis prolongada durante 10 horas, que transcurrieron convertidas en un manojo de sorpresa, temor, incertidumbre, tristeza, ira, alegría, angustia, euforia y decepción.

El plan de los jóvenes —que en agosto de 1971 formaron el grupo político-militar Liga de Comunistas Armados— no era llegar a la capital del país.

Se apoderaron del avión para obligar al gobierno a poner fuera de la cárcel a cinco de sus camaradas y rescatar a otros dos que la justicia perseguía. De paso, también, hacerse de 4 millones 415 mil pesos y de unos FAL (acrónimo de Fusil Automatique Léger). Aunque a cambio recibieron unas metralletas Uzi.

Secuestrar el avión con todos los pasajeros y su tripulación, y llevárselos a La Habana, Cuba, fue uno de los planes que los guerrilleros bosquejaron en unas cuantas horas en la noche anterior de hacerlo realidad.

El otro plan democráticamente votado por los jóvenes universitarios en la víspera de convertirse en aeropiratas era tomar el despacho del gobernador del estado de Nuevo León, que entonces encabezaba el priista Luis M. Farías, según la policía federal que, en una casa de seguridad en la calle de Mutualismo 362, en el centro de Saltillo, Coahuila, encontró también un dossier de cómo desarrollar paso a paso el asalto al avión.

La votación guerrillera se inclinó por el plan más arriesgado, espectacular; una acción nunca vista en México y que resultó absolutamente peliculesca. Lo fue. En las páginas de Excélsior quedó documentado de forma pormenorizada este hecho ocurrido hace medio siglo.

4 hombres toman un jet de CMA, liberan a 5 y llegan a Cuba”, éste es el encabezado principal de la edición de Excélsior del 9 de noviembre de 1972.

Los “4 hombres”, que no pasaban de los 25 años, fueron identificados por la policía como Germán Segovia Escobedo, Ricardo Rodríguez Moya, Víctor Huerta García y Jesús Martínez.

La información del diario está acompañada de dos fotografías: en una se ve a uno de los guerrilleros liberados caminando hacia el avión con una ametralladora y en la otra un empleado bancario llevando una bolsa de dinero, con otro guerrillero como guardia.

Como complemento informativo, la posición gubernamental en voz del procurador general de la República, Pedro Ojeda Paullada, quien declaró que se tuvo que acceder a las demandas de los secuestradores para salvaguardar la vida de los pasajeros.

La respuesta del gobierno se entiende porque en el avión viajaban empresarios como Dionisio Garza Sada, hermano de Eugenio Garza Sada, que en septiembre de 1973 fue asesinado en un secuestro fallido de la Liga Comunista 23 de Septiembre; políticos: un diplomático estadunidense; un agente del FBI y dos hijos del gobernador Farías, María Emilia y Luis Farías Mackey.

 

EL LÍDER SE CASÓ CON PIEDRA IBARRA

Con sus matices, el resultado del secuestro y el hecho mismo se pueden plantear como un éxito redondo.

Las autoridades federales y estatales lograron poner a salvo a más de cien personas tomadas como rehenes; tres meses después del hecho, por la vía diplomática, el canciller de la época, Emilio O. Rabasa, recuperó el dinero entregado a los guerrilleros, pero no las armas, que meses después estuvieron relacionadas con un asalto en Jalisco.

Y los guerrilleros, por su parte, lograron su objetivo y escaparon a Cuba, pero con un sabor agridulce al final de la aventura: no fueron recibidos como los héroes que querían ser al llegar a La Habana.

María Emilia Farías reveló que el embajador de México en Cuba, Víctor Maldonado Morato, le confió que el comandante Fidel Castro estaba muy enojado con el hecho, pues no quería tener problemas con México y con la buena relación con el presidente Luis Echeverría.

Para la reconstrucción de este hecho inédito en la historia de México, ocurrido en el contexto de la Guerra Sucia, que también marcó el fin del grupo guerrillero que ejecutó el secuestro del avión —se disolvió en diciembre de 1972—, además de la información del caso publicada en Excélsior, están los testimonios, a 50 años del hecho, de dos de los pasajeros secuestrados, que cuando los guerrilleros descubrieron sus identidades se convirtieron en su seguro de vida: Luz Emilia Farías Mackey y su hermano, Luis, hijos del gobernador Luis M. Farías.

También se consultó, con su autorización, la tesis para obtener el posgrado de maestro en historia de Héctor Daniel Torres Martínez, Monterrey rebelde 1970-1973. Las fichas de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), sobre la Liga de Comunistas Armados, que están en el Archivo General de la Nación (AGN).

La doctora Edna Ovalle Rodríguez, exintegrante de la Liga de Comunistas Armados, protagonista de uno de los episodios más espectaculares del secuestro, ofreció algunos datos, pero informó que no estaba disponible para una entrevista.

El texto del antropólogo hispano-mexicano Santiago Genovés, publicado el 19 de noviembre de 1972 en Diorama de la Cultura, suplemento de Excélsior, titulado La cabina de un avión secuestrado, como laboratorio del comportamiento humano, es un documento imprescindible.

Genovés viajó como pasajero en ese vuelo y logró conversar con Germán Segovia Escobedo, alias Raúl, líder del secuestro del avión y admirador de Lucio Cabañas.

Después de su autoexilio en Cuba, Germán Segovia, de regreso a México se casó a principios de 1981 con Rosario Piedra Ibarra, actual presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

Existen datos que apuntan a que Piedra Ibarra y Segovia Escobedo, además de ser paisanos, tuvieron acercamiento durante la realización del Festival de la Juventud y Estudiantes, celebrada entre julio y agosto de 1978 en La Habana.

El 25 diciembre de 1981, Rosario Piedra encontró muerto a Segovia dentro de su casa. “Voy a un viaje muy largo”, le dijo Segovia a Piedra Ibarra, a manera de despedida, según contó a Proceso la titular de la CNDH, en el marco de la entrega de la medalla Belisario Domínguez a su madre, Rosario Ibarra de Piedra, en octubre de 2019.

 

NUESTRA INSTRUCCIÓN ES MATARLOS

El secuestro del avión de Mexicana de Aviación hace 50 años tiene todos los elementos de una invención de la imaginación:

La súbita reacción del grupo guerrillero —considerado por Torres Martínez como genios del disfraz—, que en cuestión de horas planificó, decidió y ejecutó el aerosecuestro, como un reflejo a la detención de cinco de sus camaradas por parte de la policía, todos acusados de robar bancos, tiendas, farmacias, con montos millonarios, según un documento firmado por el capitán Luis de la Barreda Moreno, director de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

La atropellada llegada de los cuatro jóvenes al mostrador de Mexicana en el aeropuerto de Monterrey para comprar los boletos y poder subir al vuelo.

La entrada a la cabina de pilotos de un joven rubio, delgado, de modales correctos, al parecer de clase media o alta, armado con una pistola calibre .38 súper, que según el piloto del avión Abel Quintana Rodríguez, estaba muy nervioso y que amagó: “esto es un secuestro y si no obedecen, nuestra instrucción es matarlos o volar el avión...” Este joven que mencionó el capitán fue el mismo que se encargó de las negociaciones con las autoridades, según María Emilia Farías Mackey.

El aviso del secuestro llegó desde la cabina de pilotos a la torre de control del aeropuerto, 15 minutos después del despegue, que fue a las 9:05 de la mañana. “Unas personas a bordo tienen secuestrada la nave y exigen la libertad de los siguientes detenidos: Ángel Mejía Núñez, Francisca Saucedo Gómez, Reynaldo Sánchez, Tomás Okusono Martínez y Edna Ovalle Rodríguez”.

La voz de uno de los secuestradores a través del altavoz del avión, que según Genovés era Segovia Escobedo, avisando a los pasajeros:

Hemos tomado la cabina. Pertenecemos al Movimiento Comunista Armado (sic). Estamos dispuestos a todo. Ustedes representan la burguesía contra la que luchamos. Nada. tenemos contra ustedes de manera personal, pero estamos dispuestos a todo. Tenemos una bomba que no alcanza a destruir el aparato en el sentido de su longitud, pero lo partirá en dos”.

La llegada a tropel al aeropuerto de efectivos del Ejército, al mando del general Antonio F. Limón Lara, comandante de la VII Zona Militar; de policías federales; de la policía judicial del estado y municipales.

El descubrimiento del bluff guerrillero de que llevaban una bomba en un pequeño portafolios, que agitaban creando pánico entre los pasajeros.

Los preparativos militares para recuperar el avión.

Y la inesperada llamada para dar cabal cumplimiento a las demandas de los guerrilleros, que congeló el asalto militar al avión.

 

GUERRILLERA RESCATADA EN CAMILLA

Entre los 104 pasajeros del vuelo tomados como rehenes —entre ellos dos hijos del gobernador Luis M. Farías, María Emilia y José Luis Farías Mackey— había empresarios; un diplomático del consulado de Estados Unidos en Nuevo León, Wesley H. Parsons, un agente del FBI, Steve Evans y siete de la tripulación del avión.

El expectante sobrevuelo de tres horas del Boeing 727-200 matrícula XA-TAC secuestrado sobre el espacio aéreo de la Sultana del Norte, entre las 9.05 de la mañana y las 12.05, horas en que regresó el avión a la plataforma para preparar la huida hacia Cuba.

El rescate dramático de Edna Ovalle Rodríguez, alias Carmen, una guerrillera que dos días antes del secuestro había sido lesionada accidentalmente de un balazo en el estómago que se le escapó a Segovia Escobedo, según un documento de la DFS y que encima de una camilla, cubierta por una sábana blanca, fue llevada al Boeing 727-200 con cara de moribunda, entre sondas de oxígeno y suero.

Las extremas medidas de seguridad que tomaron los secuestradores para que quienes les entregaron las armas, recargaron combustible al avión y los enfermeros que llevaron a su compañera herida lo hicieran en calzones y descalzos, cerciorándose así que no fueran policías armados que eventualmente quisieran recuperar el avión.

La captura de Ovalle Rodríguez, debido al balazo que recibió, y de Reynaldo Sánchez Rodríguez, el joven que la auxilió a petición de su íntimo amigo Germán Segovia, pero que nada tenía que ver con el grupo guerrillero, fue la punta de la mecha de esta historia.

Las declaraciones a la policía de Ovalle y Sánchez sobre cómo ocurrió el accidente fueron contradictorias y base para ir tras los guerrilleros.

La movilización policiaca en el domicilio donde la guerrillera había sido lesionada. En la casa allanada en la colonia General Escobedo; el 6 de noviembre de 1972, la DFS reportó haber encontrado en muebles de doble fondo:

Aproximadamente un millón de cartuchos de calibres 9 mm., 38 especial; 38 super; .32; 30.06; 30.309; escopetas recortadas calibre .22; pistolas calibre .45, .38 super, .38 magnum; pistolas checoslovacas .25 y .327; pelucas, anteojos, bigotes, patillas, medicamentos robados a los almacenes Autrey entre los que se encontraban jeringas hipodérmicas, medicinas a base de proteínas y de vitaminas: gran cantidad de literatura; facturas de la compra de una imprenta, mimeógrafos, máquinas de escribir, calculadoras, registradoras y varios aparatos de oficina; papel para imprimir volantes un mimeógrafo; herramienta para la fabricación de cañones para metralletas: fulminantes, recargadores de cartuchos; sustancias empleadas en maquillajes, caretas; pasamontañas; chaquetas, vestuario”.

 

TABLETEO ANTES DE SALIR A CUBA

Sánchez Rodríguez fue torturado durante los interrogatorios policiacos y dio el nombre y domicilio de Ángel Mejía Núñez, alias Sergio, jefe y fundador de la Liga de Comunistas Armados. Con Mejía Núñez fue arrestada su esposa, Francisca Saucedo Gómez y después Tomás Okusono Martínez, alias Francisco Rojo, y también Fortunato de la Rosa Barrón (quien no estaba en la lista de demanda de rescate de los secuestradores, ya que había sido señalado por malversación de fondos del grupo armado).

El operativo policiaco para capturar a los guerrilleros y ponerlos tras las rejas de los separos de la Policía Judicial de Nuevo León, quedó reportado el 7 de noviembre de 1972.

Otro de esos elementos cuasi cinematográficos fue la entrega de fajos de dinero en efectivo dentro de una maleta y otra petaca que escupía armas.

Los efusivos abrazos de los guerrilleros rescatados con sus compañeros dentro del avión; uno de ellos, Mejía Núñez, descrito por Genovés como “un muchacho de barba arreglada, aspecto sano, fuerte, que carga una metralleta”, lo hizo a bordo de una avioneta particular, procedente de Saltillo.

El tableteo de unas ametralladoras que los guerrilleros probaron, previo aviso a los pasajeros para que no se asustaran, una hora antes de la salida del avión hacia el exilio.

La llegada, a última hora, de los dos guerrilleros en fuga, Tomás López Mejía y Porfirio Guajardo Cossio, que por mensajes de radio y televisión se enteraron que sus camaradas los esperaban y subieron al avión después de haber tomado cada uno una metralleta que les dieron en la torre de control. Uno de ellos llegó en una patrulla con sirena abierta y el otro en un taxi. A bordo de ese taxi el guerrillero, que Genovés identificó como “un muchachón gordote y grandote, de aspecto vulgar” se enteró que entre los pasajeros iban los hijos del gobernador Farías y se lo dijo a sus compañeros.

Con la llegada de los dos prófugos sumaron once integrantes de la Liga de Comunistas Armados, que se fueron a Cuba —4 secuestradores más 5 liberados— donde los guerrilleros permanecieron durante años. El gobierno de Fidel Castro se negó a extraditarlos, pero no le dio trato de héroes.

La charada que les jugó el empresario Dionisio Garza Sada a los secuestradores, cuando avisaron que bajarían a mujeres, niños, ancianos y personas enfermas. El empresario le pidió a su esposa, Teresa Medina, la receta que un ginecólogo le había dado y la presentó como suya y así pudo salir del avión secuestrado.

El despegue del avión secuestrado a La Habana, a las 15:45 de ese 8 de noviembre de 1972, con 87 pasajeros a bordo. Antes de huir hacia la isla los aeropiratas dejaron libres a 27 pasajeros, pero no a María Emilia Farías Mackey, la hija del gobernador, ya que uno de los secuestradores, según Genovés, le dijo, es “un rehén valioso”.

 

LCA, CON MAYOR PODER DE FUEGO

Hace 50 años los grupos guerrilleros en México estaban en auge. Todos se articularon y movilizaron a raíz de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 y el Halconazo del 10 de junio de 1971, hechos donde la figura de Luis Echeverría —entonces presidente de México—, era factor. La mayor asociación guerrillera en México, la Liga Comunista 23 de Septiembre, estaba en embrión, se fundó el 15 de marzo de 1973 en Guadalajara. Y fue un homenaje a los caídos del asalto al Cuartel Madera, en Madera, Chihuahua, ocurrido el 23 de septiembre de 1965.

La Liga de Comunistas Armados era uno de esos grupos de jóvenes universitarios que buscaban el cambio de régimen priista por uno de corte socialista, en distintas filosofías y tesis, a través de la lucha armada. Este grupo fue una ruptura del movimiento espartaquista que operaba en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila.

Los integrantes de la Liga de Comunistas Armados eran alumnos de la Normal del estado de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la escuela por la que se organizó la marcha del 10 de junio de 1971 en la Ciudad de México y que terminó en la historia del país como El Halconazo, con un saldo de 33 muertos.

De acuerdo con la tesis del maestro en historia Torres Martínez, la Liga de Comunistas Armados fue la organización que logró reunir el mayor poder de fuego y desplegar actividades con destacada pulcritud y espectacularidad. Sus diversas incursiones a instituciones bancarias no pudieron ser esclarecidas por los servicios de inteligencia y mucho menos la identidad de sus militantes.

 

LA DFS UBICÓ A 15 GUERRILLEROS

Torres Martínez sostiene en su texto elaborado en 2013 que las herramientas que la Liga de Comunistas Armados utilizó como patrón de resistencia fueron muy diversas desde perfeccionar la técnica de modificación de la fisionomía facial hasta el método de compartimentación que sostuvieron en sus actividades guerrilleras y que les posibilitó tener éxito en su labor subversiva.

La Liga de Comunistas Armados operó básicamente en Nuevo León (específicamente los municipios de Monterrey y Escobedo) y Coahuila (en Saltillo, donde tenían su campo de entrenamiento), según el investigador.

En la tesis de Torres Martínez se menciona que las figuras destacadas del grupo guerrillero eran Ángel Mejía, líder del grupo, quien nació en 1946 y quien era uno de los presos que fueron rescatados con el secuestro del avión y Germán Segovia sobresaliente alumno de la Facultad de Medicina.

De acuerdo con archivos de la Dirección Federal de Seguridad consultados por Torres Martínez, el número de activistas que integraron la Liga de Comunistas Armados, fueron 8 estudiantes (de los cuales sólo dos eran mujeres), cuatro personajes de los que, subrayó el investigador solamente se conocen sus nombres, pero su participación fue destacada y tres obreros, en total 15 militantes.

 

GERMÁN SEGOVIA ESCOBEDO, LA VOZ

En el vuelo secuestrado hace 50 años viajó como pasajero el antropólogo Santiago Genovés, colaborador de Excélsior por muchos años. El 19 noviembre de 1972 publicó en el suplemento Diorama de la Cultura un texto relacionado con su experiencia en el avión secuestrado once días atrás.

Genovés ya había dado testimonio en una entrevista para este diario al reportero René Arteaga. En el texto con la firma del antropólogo está la constancia de su conversación con Germán Segovia Escobedo, el líder del grupo de guerrilleros que secuestró el avión.

Antes de saber su nombre, Genovés se refiere en su texto a Segovia Escobedo como “la voz”, ya que él fue quien tomó el micrófono del avión para dar las instrucciones a los pasajeros, como “manos arriba”.

Genovés escribió que a las 10 y media de la mañana, “la “voz” anuncia que las mujeres y los niños desembarcaran en Monterrey y que el resto irá hasta la hermana República de Cuba. Continuamos dando vueltas sobre Monterrey. Son ahora las 11:30. Trato de establecer un conato de diálogo. Al pasar la “voz” cerca de donde estoy le pregunto si nos conocemos. Contesta, conciso y terminante, que no”.

Mientras, escribió Genovés, “los pasajeros toman en serio, claro, lo de “manos arriba”. Los más nerviosos van al baño cada 20 minutos”.

El texto de Genovés es rico en detalles. Refleja la tensión y el drama que se vivió en el vuelo secuestrado hace 50 años.

En una parte de su texto Santiago Genovés escribió:

Con las manos en alto me dirijo hacia a la “voz”. Se llama Germán Segovia. Es, al parecer, el líder.

—Soy antropólogo y quisiera hablar contigo.

—Está bien, diga usted.

—Quisiera hablar contigo a solas. ¿Por qué no vienes a mi asiento?

—Está bien, vamos.

Me siento junto a la ventanilla y él, a mi lado, con pistola en el cinturón y metralleta en la mano, el dedo todavía sobre el gatillo.

 

“QUÉ IMPORTA EL DESTINO DE UN HOMBRE”

Germán —sigue parte del texto de Genovés—, estudió tres años de medicina. Cree que la lucha armada es la única forma de actuar para lograr una mejor justicia social. No sólo en México, sino en todos los países. Que las palabras ya no sirven. Sólo los hechos.

El antropólogo le dijo al guerrillero que algunos banqueros piensan que sólo el dinero sirve, y que según entiende él ha participado en varios asaltos para conseguir dinero.

Germán le dijo a Genovés que sí, porque el dinero es un valor de cambio. Y que él y otros se dedican a la adquisición de dinero que les proporciona valores de uso para ayudar al proceso revolucionario. Para obtener el dinero realizan asaltos.

Genovés le dijo a Germán Segovia que él no aprobaba su conducta; y que le parecía “idiota” haber demandado 4 millones de pesos que no podrían usar en Cuba.

Segovia —le explicó a Genovés— que los cuatro millones corresponden a la cantidad que ellos habían “expropiado” en distintos bancos e instituciones, y que la policía acababa, “indebidamente” de apoderarse de ellos. Que necesitaban dinero para la adquisición de material bélico con que luchar. Genovés cambió el tema y le preguntó a Germán si no tiene familia que deja atrás y que puede sufrir una molestia por causa suya.

—Qué importa el destino de un hombre cuando estamos en una lucha para salvar a toda la humanidad— le respondió Segovia y añadió que los cuatro millones no son para ellos sino para la comunidad revolucionaria en lucha continua.

Según el testimonio del antropólogo, Germán, hombre que refleja convicciones firmes y mucha decisión está, obviamente, cansado. Genovés se lo hizo notar.

—Lo preparamos todo anoche. No he dormido nada.

El antropólogo también le hizo ver al guerrillero que, en el momento de subir a la herida de bala al avión, 3 o 4 pasajeros decididos, tal vez, podrían haber recuperado la nave. Le reconstruyó la situación. Germán piensa un momento, y un poco a regañadientes admitió que “tal vez”.

 

TODO TERMINÓ EN EL AERPUERTO JOSÉ MARTÍ

Santiago Genovés, narra en su texto que le hizo ver el error de haber dejado tantos hombres a bordo, que se constituían en un peligro, cuando con unos cuantos rehenes hubiese bastado. A lo que Germán le dio la razón.

El guerrillero le insistió al antropólogo que todo lo que le diga es solamente su opinión personal. Que el grupo está constituido de exestudiantes y obreros. Cuando Genovés le hizo otras preguntas, que el antropólogo creyó eran bien intencionadas, Segovia consideró que no debía contestar.

Me habla mal de Darwin ya que, en su opinión, en vez de dedicarse al estudio de la evolución biológica, debía haberse dedicado a lo que es mucho más importante: el estudio de la evolución social. Le contestó que Darwin era biólogo y que en ciencia cada quien debe investigar aquello para lo que está capacitado”, se lee en el texto de académico.

Insistió Germán en que la ciencia no puede mantenerse aislada de la vida y que la vida se efectúa en sociedad, por lo que el estudio de la sociedad es más importante que el de la biología.

No cabe duda que Germán sabe más de política que yo, que sé bien poco. Germán parece carecer de preocupaciones o intereses que no se inscriban en el terreno de la acción política…”, escribió Genovés.

Entre los captores del avión, escribió Genovés, “reina un estado de alegría apenas contenido. Han triunfado. Se han salido con la suya. Entre nosotros, los pasajeros, reina una sensación de alivio. A las 15:50 el avión inicia su despegue, supongo que hacia Cuba”.

El secuestro que comenzó a las 9:20 de la mañana sobre el cielo de Monterrey, terminaba en el suelo cubano del aeropuerto José Martí a las 7 y media de la noche del 8 de noviembre de 1972, cuando aterrizó el avión y al abrirse la escotilla aparecieron cuatro guerrilleros armados con metralletas.

Un nuevo episodio de tensión estalló, los guerrilleros creyeron que habían aterrizado en Miami y no en La Habana.

Hasta que los militares cubanos los convencieron de que estaban en La Habana, Cuba.

La desilusión atrapó a los integrantes de la Liga de Comunistas Armados, cuando un enorme soldado cubano apareció en la puerta del avión y empezó a desarmar a los jóvenes mientras los aventaba sujetándolos del cuello como a cachorritos, recordó Luis Farías Mackey.

La tensión no terminó ahí. Uno de los secuestradores se puso pecho tierra apuntando su arma al enorme cubano, quien sin inmutarse fue hasta el joven, lo desarmo y bajó del avión.

La tranquilidad volvió y con ello, todos los secuestrados recuperaron la libertad.

 

 

SEGURO DE VIDA DE GUERRILLEROS

María Emilia Farías Mackey extiende su mano izquierda, la mira y narra que justo ahí, uno de los cuatro guerrilleros que secuestraron el avión donde viajó hace 50 años, antes de bajar en el aeropuerto José Martí, de La Habana, le dejó una bala larga y le dijo: ‘ésta era la que te tocaba a ti’.

Un soldado cubano que veía la amenaza no cumplida a la hija del entonces gobernador de Nuevo León atajó, ‘esta nos la quedamos nosotros’; y con ganas de tranquilizar a la mujer, dijo ‘no se preocupe, esta bala nada más la hubiera atravesado, no la hubiera matado’.

Luis Farías Mackey, otro de los hijos de Luis M. Farías quien también viajaba en el mismo avión, junto con otros 102 pasajeros, trajo a la memoria el que para él fue el momento de mayor tensión en las 10 horas que duró el secuestro del vuelo 705 de Mexicana de Aviación, el 8 de noviembre de 1972.

Cuando tomaron el avión nos dijeron que iba a volar el avión; ‘ustedes son representantes de la oligarquía explotadora del pueblo, del imperialismo yanqui, vamos a volar este avión’. Ese fue el primer shock, fue muy difícil, nos estaban diciendo que nos iban a matar. No teníamos por qué dudarlo. Fue un momento crucial, muy difícil, enfrentarse a la muerte; nos enseñan a vivir, pero no a morir. Ver tan de cerca la muerte fue para mi muy aterrador”.

A cincuenta años de distancia, del aerosecuestro a manos cuatro guerrilleros de la Liga Comunista Armados, en entrevista con Excélsior, los hermanos Farías Mackey recuerdan hechos, dan su opinión y fijan posición sobre el hecho que inició en Monterrey y terminó en La Habana, Cuba.

María Emilia también recordó como un momento muy difícil para ella, cuando uno de los guerrilleros le puso a la altura de la cintura el cañón de una metralleta, justo después que el grupo se enteró que era hija del gobernador Luis M. Farías.

La misma María Emilia tiene la impresión de que sobre este secuestro hay más de 110 versiones diferentes. “Después de hablar con mi hermano Luis, me doy cuenta de que él tiene una impresión diferente a la mía; y hablando con una persona que iba con su niña en brazos en el avión, hace un par de años, ella tiene otra impresión. Creo que un secuestro se vive de diferentes maneras.

Para mí —sigue María Emilia—, primero fue sorprendente, segundo emocionante y al final fue, no catastrófico, un poco decepcionante, porque ellos (los guerrilleros) no lograron lo que querían y nosotros padecimos mucho innecesariamente”.

—Lograron lo que querían— se le hace ver.

—Pero no fueron recibidos como ellos querían, no tuvieron lo que ellos querían, el reconocimiento de Fidel Castro; no tuvieron una recepción como héroes, ellos no lograron ese cometido y nosotros sí tuvimos una experiencia importante en nuestras vidas.

Dijo María Emilia Farías que a partir del secuestro se volvió muy aprensiva a los ruidos; recordó que ella estaba en Palacio Nacional cuando el famoso Pato tiró un petardo un 16 de septiembre, durante el gobierno de Miguel de la Madrid y que cuando sonó eso “me descontrolé por completo; cuando oigo un ruido muy fuerte, me pone mal”, dijo.

En la misma mesa, Luis Farías Mackey mencionó que conforme iba avanzando el tiempo “y vimos que el avión no había sido volado, nos fuimos tranquilizando, hasta que finalmente nos dijeron ‘estamos en negociaciones con la torre de control y vamos a estar volando arriba de Monterrey’. El segundo momento que yo viví con gran aprensión fue cuando tuvieron que bajar la escalera posterior de la nave para que subiera la gente que habían rescatado de la cárcel y los que andaban huidos.

Pero los muchachos estos, no obstante, de tener el control de la nave estaban muy nerviosos, realmente no tuvieron tiempo suficiente para planear bien el secuestro; entonces ellos tenían miedo de que hubiera un ataque en ese momento, se les notaba en lo que decían, en lo que gritaban.

Uno (de los guerrilleros) se quedó dentro del avión y otro bajó a la mitad de la escalinata con una metralleta y yo en ese momento pensé ‘tantas horas que ya habíamos sobrevivido para que ahorita vayamos a morir en un tiroteo’. La parte chusca, sucedió cuando llegamos a Cuba:

Ellos esperaban -sigue el recuerdo de Luis Farías-, una recepción, no oficial, pero sí una recepción calurosa, en su romanticismo juvenil, ellos esperaban por lo menos una empatía de causa, y la verdad es que se subió un miliciano altísimo, un tronco como de dos metros y 10, uno de esos que se la había pasado cortando caña, una cosa impresionante, iba en uniforme militar en manga corta y los empezó a bajar, les quitaba las armas, lo aventaba por la escalera.

Prácticamente los estaba apresando. Hubo un momento donde uno de los muchachos le apuntó al militar grandote y éste siguió caminando hasta él, lo levantó del suelo y lo desarmó, como si fueran un niño chiquito, ya en ese momento estábamos relajados”.

Luis Farías dijo que algo muy difícil para él fue cuando los secuestradores dijeron, ‘que los parientes del gobernador se identifiquen’; “no nos quedó otra más que pararnos y caminar, no sabíamos que iban a hacer.

Yo les dije, no, que se baje mi hermana y yo voy, y dijeron, ‘no, los dos se van con nosotros’. Fue en ese momento cuando ya sentaron a mi hermana junto al de la metralleta”.

Y María Emilia acota, “y ahí estuvo conmigo de chaperón”.

Luis sigue con su relato: 

“Y empezaron a bajar mujeres, niños y ancianos. Tenían que bajar pasaje, porque o bajaban pasaje o bajaban maletas, pero bajar maletas significaba que mucha gente se acercara al avión, gente que no querían que se acercara, por eso mismo pusieron al avión lo más lejos de la terminal. Les dijeron a los secuestradores que la condición era bajar pasajeros o equipaje y decidieron bajar pasajeros”.

Recordó que, para cargar combustible al avión, los secuestradores no tuvieron más alternativa de que se acercara gente, pero que los obligaron a ir en calzones y descalzos.

Mencionó que en esa maniobra los guerrilleros obligaron a unos policías, también en calzoncillos y descalzos, a recostarse sobre el asfalto ardiente, durante 45 minutos, mientras el que estaba a mitad de la escalinata les apuntaba con su arma.

En ese grupo de policías iba el capitán Juan Urrutia Paura, quien había encabezado el operativo de la aprehensión de los guerrilleros rescatados; lo reconocieron; lo subieron al avión y ahí le destrozaron las manos, le bailaron un jarabe tapatío encima; fue al único que lastimaron”.

De acuerdo a María Emilia, los integrantes de la Liga Comunista Armados tenían una casa en los condominios Constitución, a dos cuadras de la casa de la familia Farías Mackey, y que desde ahí vigilaban todos sus movimientos, aunque aseguran que el hecho de haber estado en ese avión secuestrado fue fortuito, ya que ellos iban a viajar a la Ciudad de México una noche antes.

La hija del exgobernador de Nuevo León comentó que pese a lo violento que es un secuestro y en particular en el que ella fue parte junto con su hermano Luis y unas 102 personas más, los guerrilleros “siempre fueron respetuosos, nunca fueron groseros, nunca insultaron ni maltrataron a nadie”.

En lo que coincidió su hermano Luis, “no hubo gritos, ni sombrerazos, me imagino que hubo mucha negociación torre de control, gobernador, presidente, secretario de gobernación, supe que Mario Moya (entonces secretario de Gobernación) estuvo muy activo”.

María Emilia dijo que ya al final del vuelo Monterrey-La Habana, ya la dejaron caminar y moverse.

Ya en suelo cubano, recordaron los hermanos Farías Mackey que los dejaron una hora dentro del avión; que después les vendieron puros y ron, que les dieron de cenar; que los llevaron al servicio médico y que todos los pasajeros fueron sometidos a un riguroso interrogatorio, sobre todo a María Emilia Farías, que era la única mujer pasajera del vuelo secuestrado.

 

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