Retrato hablado: Bernard “Bernie” Sander, el campeón de las causas progresistas
El senador anunció formalmente que buscaría la candidatura presidencial demócrata, pero algunos analistas equiparan su forma de ser con Donald Trump

CIUDAD DE MÉXICO.
Cuando el 26 de mayo de 2015 el senador Bernard “Bernie” Sanders anunció formalmente que buscaría la candidatura presidencial demócrata, la expectativa general era que, lo mismo que el empresario Donald Trump en el lado republicano, sería un espectáculo secundario en la campaña.
En el lado republicano se esperaba entonces la llegada de Jeb Bush, el candidato del aparato tradicional. Entre los demócratas la exprimera Dama, exsenadora y exsecretaria de Estado Hillary Rodham-Clinton parecía tener todo asegurado.
Pero en enero de 2016, Trump es el nombre dominante en la campaña republicana y Sanders se planteaba como un serio peligro para la candidatura de Rodham-Clinton.
Para algunos politólogos, Trump y Sanders son extremos opuestos que comparten características, como la de decir lo que piensan. “Pero el mundo de diferencia entre ellos -amén de su mutuo desdén por la realidad- sugiere que nuestro próximo presidente puede ser cualquiera y sin una razón específica en particular”, anotó Kathleen Parker en The Washington Post.
Pero si Trump presenta su éxito financiero como señal de sus capacidades, y usa su fama mediática para lanzar temas populares entre la derecha, Sanders no esconde su irritación contra lo que considera como creciente injusticia económica en los Estados Unidos.
“La economía debe funcionar para todos, no sólo para los multimillonarios”, considera Sanders, padre de un hijo y padrastro de tres, con dos nietos, que ha dicho que le encantaría enfrentar a Trump en la elección general.
Para eso, sin embargo, deberá derrotar a Hillary, algo que ahora no parece tan imposible pero que de ocurrir lo pondría como “la otra” figura polarizante en un país donde hasta hace no mucho la calificación de “socialista” era equivalente a una maldición política.
Y prácticamente cualquier semblanza de Bernie Sanders comienza con el señalamiento de que es un autoproclamado socialista del estado de Vermont, en la esquina noreste del territorio estadunidense.
El tema es importante porque Sanders comenzó a presentarse como socialista en 1971, cuando a los 29 años de edad y con sólo dos o tres años de residencia en Vermont, se postuló por el Liberty Union Party (Partido Unión Libertad) para tomar el escaño senatorial que dejó vacío la muerte del republicano Winston Prouty. Pero el joven Sanders, nacido el 8 de septiembre de 1941 en Brooklyn, sólo obtuvo dos por ciento de los votos.
Los Estados Unidos se encontraban entonces en plena guerra de Vietnam, libraban aún la Guerra Fría y el macartismo era todavía algo fresco en la memoria colectiva.
Sanders se presentaría cuatro veces más a elecciones antes de ser electo alcalde de Burlington, la mayor ciudad de Vermont.
Famosamente informal y descuidado en el vestir, mal peinado y entonces rara vez visto con corbata, Sanders es consistente hoy con sus creencias de entonces, aunque sus biógrafos -como Hunter Walker, de la página Yahoo!, aseguran que ha moderado sus posiciones ideológicas.
“Si ha cambiado algo es que ahora viste mucho mejor”, comentó Gary de Carolis, que estaba en el Cabildo de gobierno de Burlington cuando Sanders era alcalde y es descrito como un viejo amigo del ahora aspirante a la candidatura presidencial demócrata.
A sus 74 años de edad, Sanders tiene una bien ganada reputación como campeón de causas progresistas y vocero de la izquierda dentro del sistema, pero también como suficientemente pragmático para tender puentes con sus adversarios ideológicos y colaborar con ellos en temas específicos.
De hecho, su colega demócrata Patrick Leahy subrayó que tras años de ser presentado como gruñón e irascible en la Cámara baja, Sanders había sido “una agradable sorpresa” en el senado.
Harry Jaffe, autor del libro biográfico Why Sanders Matter (Por qué Sanders Importa), dijo por su parte que si hay un cambio político importante.
De entrada, Jaffe describió su decisión de abandonar la idea de nacionalización de empresas como el mayor cambio en la plataforma de Sanders a lo largo de los años.
“El planteamiento socialista básico es ... el control público de los medios de producción”, recordó Jaffe. “Él creía en eso porque lo dijo y lo citó así ... Ha cambiado eso totalmente”.
De hecho, algunos izquierdistas han criticado a Sanders por no apoyar la nacionalización de industrias y se preguntan si su estilo de “socialismo democrático” es de veras socialista. Igualmente, su apoyo a la libre posesión de armas de fuego, aunque con una verificación de antecedentes previa, es objeto de debate entre la izquierda.
Pero Sanders no ha dejado de pensar que hay demasiada diferencia entre ricos y pobres, al igual que en sus demandas por un servicio universal de salud.
Interrogado por Yahoo! Jaffe opinó que Sanders tuvo que hacer un “pacto con el diablo” para llegar más alto. Sanders no es tonto, señaló. “Es un operador político muy astuto y sagaz”, añadió, al afirmar que el senador que hoy despierta las adormecidas ilusiones de la izquierda estadunidense aceptó salir de su socialismo “duro” pero mantuvo sus creencias básicas.
De acuerdo con el Almanaque de la Política Estadounidense, Sanders es el primer político socialista en el Congreso federal desde Victor Berger (1911-13 y 1923-29) y Meyer London (1915-23).
Pero el socialismo de Sanders no es, sin embargo, del tipo que ilusione a la izquierda latinoamericana. Es más bien un socialismo democrático, tipo países nórdicos, pero que muchos en Estados Unidos pueden ver -y lo hacen- como extremista.
Para Sanders, que llegó como independiente a la Cámara Baja del Congreso en 1991 y desde entonces sesiona con los demócratas, su candidatura es la oportunidad de luchar contra un sistema que considera injusto y contra el que alguna vez deseó “impulsar el cambio radical”.
Esa misma agenda impulsó su cambio al Senado, cuando se presentó en 2008 luego de 16 años en la Cámara baja donde se distinguió por sus denuncias, pero también por un lento cambio de posiciones. El hombre que en 1985 fue a Nicaragua para denunciar el apoyo del gobierno de Ronald Reagan a los antisandinistas votó en 1999 por los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Kosovo y la intervención en Afganistán tras los atentados del once de septiembre de 1999.
Atacar la creciente inequidad económica en los Estados Unidos no es algo nuevo en la retórica de Sanders, como tampoco su desacuerdo con muchas de las políticas desarrolladas por presidentes de los dos partidos durante el último medio siglo.
De hecho viene de sus tiempos de estudiante en la Universidad de Chicago, antes incluso que llegara a Vermont a fines de los sesentas en lo que algunos han dado en llamar “la migración hippie” de 1968.
Por eso a nadie extrañó que el 10 de diciembre de 2010 Sanders protagonizara en el Senado un discurso de más de ocho horas, en el que apasionadamente se pronunció contra propuestas de mantener recortes de impuestos para los grupos más pudientes.
“¿Cómo puedo sobrevivir con una sola casa....? ¡Necesito cinco, diez casas! Necesito tres aviones que me lleven por todo el mundo. Lo lamento estadunidenses. Tenemos el dinero, tenemos el poder, tenemos lo cabilderos, aquí y en Wall Street”.
El extenso discurso se convirtió meses después en un libro The Speech: A Historic Filibuster on Corporate Greed and the Decline of Our Midde Class (El discurso: una pieza dilatoria sobre Avaricia corporativa y la Decadencia de Nuestra Clase Media).
El libro coincidió casi con el inicio del movimiento “Occupy Wall Street”.
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