Sergio Ramírez (1942), emprende caminos de ida y vuelta

Creador del lema Puentes de ida y vuelta, que guía el programa de España en la edición 38 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Premio Cervantes 2017 admite que ese concepto se aplica a su vida

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Sergio Ramírez

GUADALAJARA.

“Siempre me he considerado muy latinoamericano. Mi patria, además de Nicaragua, es América Latina. Siempre me he identificado con lo que el subcontinente representa”, afirma sin dudar el escritor Sergio Ramírez (1942).

Creador del lema Puentes de ida y vuelta, que guía el programa de España en la edición 38 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Premio Cervantes 2017 admite que ese concepto se aplica

a su vida.

“Cuando me fui al exilio, no se me había ocurrido que viviría en España. Estaba buscando un lugar donde vivir. Había pensado en México; Raúl Padilla (entonces presidente de la FIL Guadalajara) me había ofrecido una posición en la Universidad de Guadalajara. También pensé en Costa Rica.

“Pero cuando fui a presentar a Madrid mi novela anterior, Tongolele no sabía bailar, de alguna manera sentí que debía quedarme ahí, que era una oportunidad que debería aprovechar en términos de mi obra literaria”, explica.

El novelista y cuentista señala que le ofrecieron quedarse en España. “E hice ese camino de ida. Pero siempre estoy haciendo el camino de vuelta. Es incesante, porque nunca pierdo la esperanza de volver a mi país de origen”.

Tras casi cuatro años de exilio, considera que Madrid se ha convertido en una ciudad de refugio literario. “Me puse a hacer la cuenta de los escritores y periodistas latinoamericanos que viven ahí, y son cerca de 60. Además, hemos llegado a ocupar responsabilidades importantes”.

El autor de El caballo dorado (Alfaguara), su novela más reciente, que presentó en la feria, agrega que ésta es un ejemplo de cómo ha podido reinventarse en el exilio.

“Era natural suponer que seguiría la línea de mis novelas sobre la vida política de Nicaragua. Pero creo que un escritor nunca debe ser previsible. La literatura para mí es un estado permanente de ebullición en la invención, de explorar nuevos caminos. La edad no debe impedir a ningún escritor experimentar, aventurarse por lo desconocido”, añade.

Dice que su obra mantiene el sentido del humor. “La amargura es lo peor que le puede ocurrir a un escritor. Me siento joven, con energía. Mientras tenga memoria e imaginación, aún seré escritor”.