¿Por qué “Drácula” sigue siendo el libro más influyente del terror?
Drácula de Bram Stoker sigue siendo la obra que definió el terror moderno y la figura del vampiro.

En la historia de la literatura, pocas obras han tenido un impacto tan duradero como “Drácula”, la célebre novela publicada en 1897 por Bram Stoker.
Más de un siglo después, este libro continúa siendo una de las piezas más influyentes del género de terror, responsable de moldear la figura moderna del vampiro y de transformar para siempre la forma en que el miedo se narra en la ficción.
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A diferencia de otras historias góticas de su época, “Drácula” no se limitó a asustar, pues exploró temas profundos como la sexualidad reprimida, la enfermedad, el poder y la invasión cultural, todo bajo una atmósfera cargada de superstición y simbolismo.
Esa combinación de terror psicológico y crítica social convirtió a la obra en un referente ineludible, tanto en la literatura como en el cine, el teatro y la televisión.
El personaje del conde Drácula, con su elegancia siniestra, su acento extranjero y su hambre de sangre, se transformó en el modelo universal del vampiro.
A partir de él se definieron los códigos del mito: la inmortalidad, la seducción, la vulnerabilidad ante la luz del sol y el eterno conflicto entre la vida y la muerte.

¿Qué hizo a “Drácula” tan revolucionario en su tiempo?
A finales del siglo XIX, el público europeo estaba fascinado por lo oculto. El espiritismo, las enfermedades contagiosas y los avances científicos convivían en una sociedad que aún se debatía entre la fe y la razón.
Y es que, Bram Stoker construyó un relato que mezclaba terror gótico y modernidad, situando a sus personajes en un mundo donde los mitos ancestrales chocaban con la ciencia médica y la tecnología naciente.
Una de las innovaciones más notables de la novela fue su estructura narrativa epistolar. La historia se cuenta a través de cartas, diarios, recortes de periódico y telegramas.
Este formato le dio un tono de verosimilitud que aumentó el impacto del horror. El lector no solo presenciaba los hechos, sino que los vivía como fragmentos de una investigación real.
Además, Stoker dotó al vampiro de una dimensión simbólica. En un tiempo marcado por los temores victorianos al contagio y la degeneración, Drácula encarnaba la amenaza de lo desconocido, el extranjero que invade y contamina la pureza del cuerpo y del alma.
Su figura reflejaba la ansiedad social de una Inglaterra temerosa de perder su identidad frente al avance del mundo exterior.
La mezcla de misticismo, erotismo y ciencia hizo que la novela trascendiera el simple relato sobrenatural. “Drácula” hablaba de los miedos más íntimos del ser humano: la pérdida del control, la corrupción del cuerpo, la atracción hacia lo prohibido.

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¿Cómo transformó “Drácula” la figura del vampiro?
Antes de la publicación de “Drácula”, los vampiros en la literatura eran criaturas grotescas o figuras marginales, alejadas del glamour.
Stoker cambió ese paradigma al convertir a su protagonista en un aristócrata carismático, culto, refinado y a la vez monstruoso.
El conde de Transilvania no solo es un depredador físico, sino también emocional y simbólico. Su poder reside en el control, la seducción y la manipulación, más que en la fuerza.
Este retrato abrió la puerta a nuevas interpretaciones del mito, desde la tragedia romántica hasta la metáfora política.
A lo largo del siglo XX, el personaje fue reinterpretado en innumerables ocasiones. Películas como “Nosferatu” (1922) de F.W. Murnau o la versión de Tod Browning (1931) con Bela Lugosi consolidaron la imagen clásica del vampiro elegante.

¿Por qué “Drácula” sigue influyendo en el terror actual?
La influencia de “Drácula” no se limita a su tiempo. Hoy en día, su huella se percibe en cada expresión del terror moderno desde las series televisivas hasta los videojuegos, pasando por el cine de autor y la cultura popular.
El vampiro continúa siendo una metáfora adaptable, capaz de representar cualquier miedo contemporáneo: las pandemias, la vigilancia tecnológica, la pérdida de identidad o la corrupción del poder.
Además, la figura de Drácula encarna la inmortalidad del miedo. En una era donde lo sobrenatural convive con la ciencia, su presencia recuerda que los mitos no desaparecen: se transforman. Cada generación reinterpreta al vampiro según sus propias ansiedades y deseos.
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