Ludwig Carrasco afinará Ferrari sinfónico

“La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) es como un Ferrari o una maquinaria de alto nivel, pero, como cualquier aparato de alta tecnología, necesita de ajustes y mantenimiento constante para que siga funcionando”, dice a Excélsior Ludwig Carrasco, a unos días de asumir la titularidad de la agrupación que en años recientes ha sido criticada por su falta de entusiasmo y de calidad.

“Ésa es la parte que el director titular debe buscar: cuidar que todo el engranaje interno de la orquesta funcione bien, y que aquellas partes que no lo hagan del todo bien, aceitarlas, reforzarlas y buscar que todo marche a la perfección”, abunda para luego enumerar los retos que enfrenta la agrupación que este año repetirá un presupuesto de 8.2 mdp.

Carrasco adelanta que apostará por la música mexicana de compositores conocidos y emergentes, como el estreno del Concierto para clarinete bajo y orquesta Animalia, de María Granillo, y el rescate de los tres preludios para orquesta Entre las sombras anda el fuego, de Blas Galindo, el cual coeditará con Ediciones Mexicanas de Música, junto con obras de compositores como José F. Vásquez, Arnulfo Miramontes y José Rolón.

También creará una red de colaboración con las orquestas de todo el país, promoverá un portafolio con obras mexicanas; recuperará las piezas históricas que la agrupación interpretó en casi 95 años de historia y que fueron olvidadas; e invitará a directoras de orquesta como Virginia Martínez, Alejandra Urrutia y Victor Yampolsky.

¿Qué le significa llegar a la OSN? “Es una ilusión enorme el poder hacer música de una manera más frecuente con la OSN. Para cualquier músico mexicano debería ser un sueño estar al frente o dentro de esta agrupación”.

¿Qué sonido buscará en la orquesta? “Cada director busca un sonido específico. En mi caso, al ser también instrumentista de cuerda, profundizaré en esa sección, hay que trabajarla y pulirla muy bien. Pienso en construir el sonido desde los graves hacia los agudos”, los cuales han mejorado, asegura, con el cambio de la concha acústica que pidió instalar Lucina Jiménez en septiembre.

¿Cuál será su línea? “Hemos optado por buscar un equilibrio que incorpore obras de los grandes compositores, hombres y mujeres del repertorio nacional, como las de nueva creación, y piezas más cercanas a la realidad social y cultural de México”.

Sobre los proyectos centrales, Carrasco destaca la participación de la OSN en la formación de públicos. “Vamos a tener proyectos específicos para crear nuevos públicos y acercar a los jóvenes que, a lo mejor, le tienen un poco de miedo a ir a un concierto porque piensan que es algo serio o que podría exceder sus posibilidades económicas.

“La intención es que la OSN no sólo toque en Bellas Artes, sino que tenga un alcance, como su apellido lo dice, nacional en el sentido geográfico y de abarcar las distintas clases sociales del país”, explica.

¿Es el trabajo de la OSN? “La obligación de un organismo público es buscar la mayor conexión posible con la sociedad. Vivimos gracias al dinero público y tenemos que buscar que nuestra actividad artística dé beneficios al público y no sólo en la Sala Principal, sino más allá de la CDMX, porque somos una orquesta nacional”.

Para ello, Carrasco buscará que la OSN o parte de ésta visite comunidades que no han recibido a agrupaciones orquestales en los últimos 15 o 20 años, y buscarán que los ensambles de músicos de la OSN tengan una mayor interacción con el público.

Finalmente, habla de crear una red de colaboración con los estados. “Lo primero será convocar a los directores de todo el país y ofrecer la colaboración, ya que la biblioteca de la OSN tiene tesoros que ni siquiera están editados, para volver a tocarlos y que entren en un portafolio donde las orquestas mexicanas, obviamente en apego a los derechos de autor y todos los trámites legales necesarios, puedan interpretar e incorporar a las programaciones”.

El próximo 17 y 19 de febrero, la OSN tocará Tres piezas para orquesta, de José Pablo Moncayo; el Concierto para piano núm. 2 en Sol menor Op. 22, de Camille Saint-Saëns, y la Sinfonía núm. 41 en Do mayor, de Mozart.