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Expresiones

George Steiner, un escucha demoledor

Aparece Necesidad de música, libro con 28 acuciosos textos del maestro galo sobre la cultura musical de nuestro tiempo

Juan Carlos Talavera | 23-04-2019
Foto: Especial
Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.

George Steiner (París, 1929) ama la música de concierto y pudo ser uno de los grandes pianistas o violinistas del siglo XX. Pero nació con una parálisis branquial obstétrica que dañó la red nerviosa que controla los movimientos y las sensaciones de su brazo derecho. Eso le provocó un “brazo de trapo”, aunque no le impidió escribir con la diestra y ser uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo.

Para celebrarlo hoy, en su cumpleaños 90, el sello Grano de Sal publica Necesidad de música, libro con 28 textos demoledores sobre la cultura musical de nuestro tiempo.

La investigación y traducción, que revela a un erudito en material musical a partir de sus artículos, reseñas y conferencias, fue hecha por Rafael Vargas Escalante, estudioso de Steiner desde hace 40 años.

En uno de esos textos, Steiner habla de su decepción por el creciente gusto de la música como acompañamiento. “Cada vez más, la música se convierte en ‘acompañamiento’. Ya no destaca por sus propias cualidades, sino que se ha vuelto ambientación de otras actividades (comida, charla, lectura, tareas domésticas). Incluso la música más grandiosa y difícil ha adquirido una pátina de muzak, es decir, música grabada para escucharse en elevadores, aeropuertos y restaurantes”.

Excélsior conversó con Vargas Escalante sobre las ideas de George Steiner.

¿Por qué parecen tan demoledoras las ideas de Steiner para un escucha del siglo XXI?, se le cuestiona. “Eso que te parece demoledor en Steiner es precisamente la exigencia que se espera de un gran maestro: si vas a escuchar música, escúchala con toda tu atención. De otra manera nunca sabrás apreciarla. Pero vivimos en una sociedad que maneja la información de manera fragmentaria, en la que nunca se da seguimiento a lo que se difunde. Vamos de escándalo en escándalo y acumulamos una inmensa cantidad de datos inútiles, cuya única finalidad parecería ser distraernos, atemorizarnos, volvernos pesimistas ante situaciones que nos pintan insuperables. Nada de eso nos ayuda a entender la realidad, a ser más inteligentes, a poner más atención a lo que de veras importa ni, desde luego, a enfrentar la infinita cantidad problemas que tendremos a lo largo de la vida”, explica.

Vargas también retoma la idea de Steiner sobre la enseñanza musical: “En México la enseñanza musical es muy deficiente. Por lo general, en las escuelas no se aprende a tocar un instrumento ni siquiera de manera rudimentaria, algo que sirve, por lo menos, para aprender a admirar la habilidad de quien sí domina un instrumento; no se nos enseña a compartir la experiencia de escuchar música o a reconocer las notas musicales más allá de canturrear do, re, mi. No se nos dice quiénes son grandes músicos mexicanos y por qué es importante escucharlos. En fin, jamás se despierta en nosotros la curiosidad por saber cómo eran los instrumentos autóctonos y tratar de imaginar siquiera cómo sería la música mesoamericana precolombina.

¿Hacia dónde nos lleva esta carencia?, se le inquiere. “A aceptar como música una inmensa cantidad de basura; a la inexistencia de un público verdaderamente aficionado, que posibilite la existencia de orquestas, compañías de ópera, danza… y a que viva bien un músico profesional”.

Y añade: “No es raro que un integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional tenga que tocar en una boda por unos cuantos pesos para complementar su ingreso. Y lo peor es saber que las limitaciones de nuestro medio nos condenan a no escuchar jamás en vivo obras cuya ejecución requiere una inversión económica considerable.

En esta época la oferta de conciertos es muy pobre. Cuando estudiaba la preparatoria, en los años 70, Eduardo Mata dirigió en Bellas Artes las nueve sinfonías de Mahler. Una cada semana. No tener la posibilidad de escuchar gran música en vivo nos empobrece. Pocos placeres puede haber tan grandes como escuchar a una gran orquesta en vivo. Pero quizá lo digo mal. No sólo nos empobrece: nos miserabiliza. Mutila nuestra capacidad de apreciación”.

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SÓLO AMBIENTACIÓN

 

Otra idea de Steiner es la banalización de la música, relegada a servir como ambientación de fondo.

Al hablar de banalización de la música, afirma Vargas, “lo que hacemos es hablar de nuestra banalización y asumirnos como seres banales”.

¿Alguna solución en nuestra esfera mexicana? “Instaurar la enseñanza seria, severa, de la música en las escuelas. Con el mismo nivel de exigencia con que se enseñan las matemáticas. Añadiría que esa enseñanza no debe proporcionarse sólo en el nivel de la enseñanza elemental, sino a lo largo de toda la educación”.

¿Somos malos escuchas? “Escuchamos mal. Es un hecho y es un problema universal. Tal vez, entre otras razones, porque ya no sabemos estar en silencio, lo cual significa que no sabemos escucharnos ni siquiera a nosotros mismos. No hay purismo ni de puritanismo en lo que dice Steiner. Habrá personas a las que no les moleste que sus familiares enciendan la licuadora mientras ven su partido de futbol, pero al escuchar música no se puede —no se debería— contestar el teléfono o comer frituras crujientes.

Para escuchar música, o para escuchar a una persona que nos importa, es esencial tener capacidad de concentración. Hay que dedicar toda nuestra atención sólo a ella. Atender significa ‘tender el espíritu hacia’ algo, empeñarnos en algo, vigilar algo, no dormirnos. Y en cuanto al público, si existe, nunca es pasivo. Estar sentado en una butaca escuchando un concierto o mirando una película es siempre un acto participativo, así esté el espectador inmóvil y en silencio. La imaginación nunca es pasiva”, concluye.

 

 

cva

 

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