Agustín Fernández Mallo: Prosa y memoria sobre una viga de equilibrio
El escritor español presenta en México su novela Madre de corazón atómico, que recupera los pasos de su padre, quien al final de su vida padeció la pérdida de la memoria

“Mucha gente piensa que la memoria es un archivo al que acudes para saber lo que ocurrió exactamente en el pasado. Es como si ahora fueras a un cajón y vieras unas fichas en las que dice lo ocurrido en tal año. Pero la memoria nunca es un archivo. Es una construcción de lo que ocurrió, sí, pero hecha desde el presente”, dice a Excélsior el escritor Agustín Fernández Mallo (Coruña, 1967), quien visita México para presentar Madre de corazón atómico, su más reciente libro.
En esta novela –creada al ritmo experimental de Atom Heart Mother, de Pink Floyd–, Fernández Mallo recupera los pasos de su padre, un veterinario pragmático que sobrevivió a los conflictos bélicos del siglo XX y que nunca creyó en historias fantásticas, aunque hacia 1967 decidió transportar, de Estados Unidos a España, un rebaño de vacas de raza Hereford, apreciadas por su carne, lo cual pareciera surrealista.
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Años después, hacia el final de su vida, llegó la pérdida de la memoria y con ello el desmoronamiento del hombre y de su identidad, la cual es recuperada por su hijo, a manera de rompecabezas, a partir de fotografías, papeles, anécdotas y del vacío que habita en la mirada de los bovinos, para lo cual echó a andar la maquinaria literaria y tejió un relato memorioso en el que descubrió las claves de su escritura.

TÍTULO: Madre de corazón atómico
AUTOR: Agustín Fernández Mallo
EDITORIAL: Seix Barral, España, 2024; 237.
LA MEMORIA ES VOLUBLE Y QUE AVANZA SOBRE UNA VIGA DE EQUILIBRIO.
Ahora, 10 años después de la muerte de su padre, Fernández Mallo –ganador de premios como el Biblioteca Breve, el Europeo de Literatura y el de Ensayo Eugenio Trías– acepta que la memoria es voluble y que avanza sobre una viga de equilibrio.
Vamos construyendo la memoria en cada instante para alcanzar el equilibrio en nuestras vidas, así que cuando nos desequilibramos, hacemos un repaso para redefinir esa memoria y la modificamos para lograr estar en paz con nuestro pasado y con nuestra vida”, explica.
De esta forma, cuando llegó la muerte del padre, mientras al autor estaba en México, antes de reunirse con Mario Bellatin, comprendió el significado de la muerte. “La idea que vierto en este libro es que la muerte no existe y es algo que me di cuenta cuando mi padre muere.
Eso es algo que no había experimentado, porque padre y madre sólo hay uno, pero es esa idea de que el muerto resucita en tu cabeza y formando un relato un poco distinto del que tenías, es decir, es un renacimiento… y esa idea me interesa mucho, porque es como la última enseñanza de mi padre. Es algo así: ‘Hijo, yo muero, pero muero para que te des cuenta de que nadie muere y de que yo resucito en tu cabeza’,” advierte.
¿No le interesó destruir la imagen del padre como ocurre en mucha literatura? “En principio, parece que la muerte es lo que termina con una persona. Por ejemplo, cuando muere un autor y de su obra se hace un juicio, pero este libro no es un juicio en sí mismo, sino un parto.
Aquí el padre nace de nuevo al reconstruir otra historia de él, una historia vista desde mis ojos y, no es un ajuste de cuentas porque no me gusta ese tipo de literatura. A no ser que fuera un personaje famoso y que la historia tuviera que ajustar cuentas, pero de personas anónimas como mi padre o el de la mayoría de los escritores… no sé, me parece injusto hacerlo con quien ya no puede defenderse y en este caso es el muerto”, explica.
¿Su libro ejemplifica de que toda memoria es literatura? “La memoria es una construcción hecha desde el presente y no lo que ocurrió. Y claro que es literatura, porque de los mismos hechos yo puedo hacer un relato y la misma persona que los ha vivido hace otro. Es literatura, pero no en el sentido de ficción pura.
Y hay otro momento del libro que dice algo así como que la vida escribe la ficción que nosotros nunca nos atreveríamos a escribir, y tiene que ver con esto, porque la vida crea un relato que somos incapaces de escribir. Sólo a veces, muy de vez en cuando, te sientas a escribir algo y dices: ‘Pero si esto es la propia vida de quien lo ha escrito’”.
Por último, el autor expone que, sin saberlo, su padre le enseñó que la literatura no necesita de fantasía. “Eso es algo fundamental del libro y que mi padre me transmitió, sin querer, la idea de que la realidad ya es lo suficientemente fantástica si la sabes ver desde un punto de vista determinado. Eso, para mí, fue fundamental, porque me di cuenta de que toda mi literatura está armada sobre esa idea”.
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*mcam
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